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Como buen esloveno, Primoz Roglic siempre ha tenido nieve en su corazón. Nacido en 1989 en la antigua Yugoslavia, de la cual escapó por el conflicto de los Balcanes, creció entre montañas blancas y deportes de invierno. El ciclismo no estaba en el radar de la zona, ya que era mucho más conocida por los saltos de esquí, especialmente la colina de Planica, de renombre mundial.
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Así que el joven Roglic decidió probar suerte con el salto de esquí y sentir la adrenalina que lo hacía sentir volar sin alas. Quería apostar a ser el mejor esquiador del mundo y en 2006 su equipo ganó la medalla de plata en la copa del mundo junior en Kranj (Eslovenia).
Sigue a El Espectador en WhatsAppEn 2007 sufrió una fuerte caída en Planica en la cual se rompió la nariz y sufrió una conmoción cerebral, pero persistió en los saltos de esquí durante cuatro años más. En 2012, cuando ya se enfrentaba al ascenso de colinas como ciclista recreativo, se despidió finalmente de las tablas y bastones para darle una oportunidad al deporte de las bielas.
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Durante sus primeros años pasó desapercibido y no fue sino hasta que el equipo neerlandés Jumbo-Visma puso sus ojos en un ciclista fresco para que usara su uniforme amarillo y negro, el cual ha lucido desde 2016 hasta la fecha. El esloveno ganó rápidamente reputación como gran escalador y especialista en la contrarreloj. También como un bebedor de cerveza sin alcohol después de las carreras para hidratar su cuerpo tras horas de correr por las montañas.
Comenzó a traspasar los límites del ciclismo convirtiéndose en el pedalista de hielo que llevo a que por primera vez la bandera de Eslovenia llegara al podio de las carreras ciclísticas más prestigiosas del mundo (el Giro de Italia, el Tour de Francia y la Vuelta a España). El Giro de Italia de 2016, la primera Gran Vuelta de Roglic, resultó ser fundamental en su ascenso a la cima de su nuevo deporte: terminó segundo en la apertura de la contrarreloj y ganó la novena etapa, en la misma modalidad.
Tres años después, al ganar la Vuelta a España de 2019, se convirtió en el primer esloveno en lograr una de las Grandes Vueltas del ciclismo. Y el podio de la carrera española pareció congelarse, ya que por dos años consecutivos Roglic ocupó el primer escalón. Pero sus logos fueron más allá de las carreteras europeas.
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En los Juegos Olímpicos de Tokio, que estaban agendados para 2020, pero se disputaron en 2021 tras la pandemia del covid-19, el ciclista logró colgarse una medalla en su cuello. El esloveno ya era uno de los grandes favoritos, así que sobre sus hombros cargaba un gran peso, tan grade como un gran bloque de hielo.
A principios septiembre el corredor se había retirado del Tour de Francia después de un accidente en la etapa 3 y como subcampeón en 2020, tenía la esperanza de ganar la codiciada carrera ese año. Sin embargo, o había dudas sobre su actuación
Roglic era intocable, con un ritmo perfecto en las subidas para alejarse de todos sus rivales en el recorrido técnico y exigente de Tokio. El corredor de 31 años terminó el recorrido de 44,2 km en un tiempo de 55:04 para llevarse la medalla de oro, habiendo establecido los tiempos más rápidos excepto el primer control de tiempo en 9,7 kilómetros.
Lo que ha pasado tras sus últimos años en la bicicleta han convertido al esloveno a referente de la élite del ciclismo mundial y siempre es uno de los grandes favoritos a levantar el trofeo.
Teniendo en cuenta los inicios de Primoz Roglic, no resulta paradójico que este año haya encontrado la gloria pasando por los Alpes europeos. El pedalista de 33 años logró coronarse campeón del Giro de Italia por primera vez en su carrera. Lo más cerca que había estado fue en 2019 en el tercer escalón del podio, pero este año logró saldar la deuda que se tenía consigo mismo.
Ahora sus objetivo es el Tour de Francia, que dará inicio el 1° de julio, y sumar el trofeo restante de las tres grandes en su palmarés. En 2020 acarició el título pero perdió el liderato en la contrarreloj de la penúltima etapa, justamente frente a su compatriota Tadej Pogacar, en la derrota más dura de su carrera.
En este Giro cobró revancha y en otra crono, en el penúltimo día, le quitó la camiseta rosada a Geraint Thomas. Acabó con ese fantasma que lo atormentaba y está listo para buscar, una vez más, el sueño amarillo en París.
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