Sobre el Tour y la derrota

Se dice en Colombia que perdimos, pero después de 15 años un ciclista colombiano volvió a vestir el incuestionable y adorado maillot amarillo: Fernando Gaviria siguió los pasos de Víctor Hugo Peña. Y Egan Bernal fue la revelación de la carrera.

Jaime Enrique Castro M.
30 de julio de 2018 - 12:07 a. m.
AFP
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Cierre los ojos y trate de evocar la emoción que le generó ese primer momento en el que pudo transportarse, solo y sin rueditas auxiliares, en una bicicleta. La combinación del vértigo, miedo, velocidad y una noción única del espacio es lo que hace del ciclismo un deporte en el que los límites fluctúan y el heroísmo es simplemente un punto previo a la competencia. Eso mismo hace que el Tour de Francia sea ese evento monumental del que es imposible apartar la mirada. (Lea: Geraint Thomas es el nuevo campeón del Tour de Francia)

Terminó otro Tour. Y este, como todos los demás, fue único, pues la lógica no aplica. Se dice en Colombia que perdimos, pero el ciclismo es un deporte que se caracteriza por no tener perdedores. Ser ciclista es ser ganador. Ser ciclista en un país que hace esfuerzos por curar sus heridas más profundas es ser aún más ganador. Si el país necesita dar un paso adelante basta con ver a una serie de jóvenes pedalistas que han dejado atrás un pasado de dolor para mirar, con otros ojos, hacia el futuro.

Los nuestros: esta patria sorprendente e impredecible. Los ciclistas colombianos hacen recordar las bondades de un país que ha sufrido lo inexplicable. Nairo es historia pura, campeón del Giro y de la Vuelta. Un triunfador al que le brota la tierra en su rostro y en sus piernas. Probablemente no tuvo el resultado que esperaba pero ahí estuvo presente para coronar, con todos sus rivales por detrás, el puerto más alto de esta edición, el Col du Portet en la etapa 17. Rigoberto Urán sufrió las duras consecuencias de los durísimos adoquines de Roubaix y aun así pareciera que ni se retiró, poco se habla del valor de pasar desapercibido y estar, gracias a ese perseverante y simpático carácter paisa, presente siempre al mismo tiempo. Leer más: El futuro es suyo: Egan Bernal, la revelación del Tour de Francia 2018

Después de 15 años un ciclista colombiano volvió a vestir el incuestionable y adorado maillot amarillo: Fernando Gaviria siguió los pasos de Víctor Hugo Peña, cuando en ese 2003, aprovechando una crono por equipos, logró pellizcar el orgullo del entonces todopoderoso Armstrong, hoy relegado al lugar de los olvidados y tramposos. Lo de Gaviria no es un evento menor, a sus 23 años ganó la primera y la cuarta etapa con una autoridad no acorde a su edad, convirtiéndose incluso en referencia obligada para el incombustible Peter Sagan, quien lo respeta hablando con su nombre y apellido en las entrevistas oficiales. A Colombia solo le faltaba algo en el ciclismo y era un velocista de primer nivel, ahí está Gaviria. Vendrán muchas victorias más.

 Si este Tour fuera una subasta, habría incluso que endeudarse para adquirir los derechos deportivos de Egan Bernal, habla bien, es respetuoso, obediente y juicioso, medido y serio en lo suyo. Perfecto para ser invitado a sentarse en cualquier mesa de comedor a lo largo y ancho de este país y servir de ejemplo. Pero además tiene el ingrediente añadido perfecto, unas piernas y un físico disimulado que solo tienen los llamados a ser los más grandes del ciclismo. No fueron pocas las veces en las que tuvo que frenar porque estaba afectando el ritmo de Chris Froome y Geraint Thomas, quienes serían, junto al fuertísimo y aspirante a la perfección, Tom Dumoulin, los integrantes del podio ayer domingo en París. Como imaginar no tiene restricciones, quién sabe qué hubiera pasado con Egan si no existieran los equipos y la competición fuera puramente individual. La llegada de la rebeldía es cuestión de tiempo.

Son tantos y tan particulares nuestros ciclistas, que quizá se deje injustamente de lado al también muy joven Daniel Felipe Martínez, gregario de Urán. El bogotano de 22 años estuvo involucrado en varias fugas y pudo así disfrutar también, de forma precoz, del elíxir de la cabeza del pelotón. Su presencia está asegurada en las grandes citas. Y Darwin Atapuma, un corredor que a diferencia de Martínez ya conoce desde hace tiempo estas carreteras europeas y va sumando gestas y gestas a través de su discreto pero incuestionable pundonor nariñense. 

El listado sigue creciendo, los ciclistas colombianos son estrellas mundiales que se han ganado el rótulo de favoritos sea cual sea la competición y posicionan al país como una potencia única de este deporte. Y eso que no estuvieron Miguel Ángel López y Esteban Chaves, quienes ya han tenido el privilegio de ocupar el podio en alguna de las más grandes competencias del mundo. Con el perdón de otros que seguro están agazapados sujetando el manillar y esperando su momento de contribuir a la construcción colectiva de un porvenir más amable y con menos sufrimiento.

De nuevo es necesario pensar en la derrota. Como en el Mundial de Rusia, Colombia no está en el podio pero produce de manera incesante más deportistas competitivos de primer nivel que parecieran querer aportar a esa sanación colectiva tan urgente para el país. Fueron tres etapas, liderato y protagonismo de todos y cada uno de los cada vez más polifacéticos escarabajos. Habrá, por cierto, que ir pensando en otro animal para no quedarse corto ante los logros de estos atletas, todos tan distintos, todos tan buenos en lo suyo. Cada vez más profesionales, con carácter, pero sobre todo, con algo inédito para el talante colombiano: saber perder, la mayor de las virtudes en un lugar que tanto requiere el perdón y la superación del dolor.

Por Jaime Enrique Castro M.

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