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En Colombia nos acostumbramos, y ahora los extrañamos, a celebrar los triunfos de los ciclistas en las montañas del mundo. Los escarabajos se convirtieron en héroes en los Alpes y los Pirineos. Tan épica como aquellas victorias en las nieves perpetuas europeas es la gesta del corredor belga Tom Boonen, vencedor por cuarta vez de la carrera más dura del mundo, la clásica de un día entre las afueras de París y Roubaix, en Bélgica, a lo largo de una planicie de 259 kilómetros que incluyen 27 salvajes sectores adoquinados que desarman cualquier humanidad.
Lo explica quien ha sido testigo, el profesor y analista de mundociclistico.com, Héctor Urrego Caballero: “ninguna carrera de un día exige tanto en el mundo desde el punto de vista mecánico como físico; es la Reina del Norte, la Clásica de las Clásicas, el gran desafío, la que todo lo quita y lo da, la más dura de las duras, el infierno, el Tour de Francia en un día”. Para hacer esa travesía se requieren siete horas de resistencia y un corazón tan grande como el del mejor escalador. Es tan agobiante que el año pasado el propio Boonen tuvo que retirarse.
Aunque algunos colombianos han olvidado esos adoquines, en los años 80 fueron la tortura de los pedalistas nacionales que llegaron por primera vez al Tour de Francia y jamás habían enfrentado el reto del llamado “pavé”. El ya fallecido campeón del Tour del Porvenir y de la Vuelta a Colombia, Alfonso Florez Ortiz, dijo que fue el mayor sufrimiento al que se enfrentó como profesional de la bicicleta. Aparte del efecto de la vibración permanente de la bicicleta sobre el organismo había que enfrentar los vientos cruzados de más de cien kilómetros por hora que recorren esos caminos construidos en el siglo XIX y convertidos en tortuosa pista de carreras desde 1896. En el “pavé” los colombianos no podían resistir en el lote principal, se caían y terminaban relegados a largos minutos de los ganadores.
Para romper con este mito, algunos escarabajos nacionales se le han medido al reto de la París-Roubaix. Marlon Pérez y Leonardo Duque la han terminado a 19 y 13 minutos del ganador respectivamente. Todo un mérito para el biotipo nacional. El estadounidense de origen colombiano George Hincapié la ha peleado tres veces, pero Boonen lo ha doblegado.
Si la montaña se asocia con los colombianos, estas clásicas planas de un día son el territorio donde mandan belgas y holandeses. Esta vez Tom Boonen pasó primero luego de escaparse y sostener el mismo impresionante ritmo que había exhibido una semana antes en la clásica de Flandes, que ha ganado tres veces. Casi no oímos hablar de la París-Niza, la Milano-San Remo o de la Lieja-Bastogne-Lieja, aunque son pruebas no sólo de profesionalismo sino de valentía deportiva, pero que no merecen el mismo despliegue que el Giro de Italia que se corre por estos días, el cual no corrió el gran Boonen porque está pensando en convertirse en campeón olímpico en Londres. Ya fue campeón del mundo en 2005.
Con toda razón el belga mantiene el liderato en la clasificación mundial de la Unión Ciclística Internacional (UCI), según la actualización del listado divulgada esta semana en la ciudad suiza de Lausana. Boonen conserva sus 366 puntos y mantiene una cómoda ventaja como líder por delante del italiano Vincenzo Nibali y del español Samuel Sánchez.
Ver correr a Boonen sobre su bicicleta Specialized Roubaix simplemente es comprobar hasta qué extremos puede llegar el esfuerzo físico de un ser humano: este año no ganó la París-Roubaix en embalaje sino en solitario tras una escapada de más de 50 kilómetros. “Creo que ésta es mi victoria más especial en la Roubaix”, dijo la estrella del Omega Pharma - Quick-Step. “He ganado cuatro de ellas, pero ésta se siente diferente. Por ganar de esta manera, con un ataque prolongado como éste. Normalmente no hago esto, pero sentía las piernas bien y me dije: ¿por qué no?”.
Claro que los especialistas le dan crédito a las pruebas de laboratorio para lograr la mejor posición aerodinámica sobre “el caballito de acero” a través del sistema Body Geometry Fit. El ancho del manillar pasó de 46 a 44 centímetros, el sillín fue elevado y pasó a medir 155 milímetros y hasta el material del casco y de las zapatillas fue sometido a pruebas de viento y velocidad. Ciencia, talento y capacidad física dan como resultado: el fenómeno Tom Boonen.