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Déiver Machado tiene madera de Selección

El lateral izquierdo del equipo embajador, que recientemente fue convocado por José Pékerman a la selección de mayores, ha llegado a donde está gracias a su padre, un carpintero de profesión.

Luis Guillermo Montenegro
13 de febrero de 2016 - 04:16 a. m.
Déiver Machado, lateral izquierdo de Millonarios. / Cristian Garavito - El Espectador
Déiver Machado, lateral izquierdo de Millonarios. / Cristian Garavito - El Espectador

“Yo con usted pa’ las que sea”, le dijo Luis Evelio Machado a su hijo Déiver cuando él era muy pequeño y soñaba con ser futbolista. El ahora lateral izquierdo de Millonarios —que hoy (5:00 p.m., por RCN) recibe al Pasto en El Campín— nació en el pueblo Gingarabá de Tadó (Chocó). Claro que fue justamente su papá, pensando en su futuro y el de sus hermanos, quien tomó la decisión de llevárselos a vivir a Santa Cecilia (Risaralda). Creyó que allí habría más oportunidades para progresar. Trabajando como carpintero sacó adelante a su familia. A ninguno de sus diez hijos les ha faltado nada, y justamente una de las grandes motivaciones de Déiver es triunfar en el fútbol para recompensar el esfuerzo de sus padres y ayudar a sus hermanos.

Aunque ningún familiar suyo había sido futbolista, existía una pasión por este deporte. Incluso desde antes de nacer, en su casa tenían la costumbre de jugar los fines de semana en las polvorientas canchas chocoanas. Cuando Déiver tenía nueve años y vivía en Santa Cecilia, se encontraba jugando con unos amigos del barrio, bajo la atenta mirada de su padre, a quien se le acercó un señor del pueblo, llamado José, y le preguntó quién era ese delantero rápido, habilidoso y con gol. “Ese es mi hijo, señor. Se llama Déiver. Apenas termine el juego se lo presento”.

Efectivamente José conoció a Déiver y le dijo una frase promisoria que se cumpliría: “Si usted es disciplinado va a llegar a ser un gran futbolista. Tiene mucho potencial, pero hay que trabajar”. Como no había escuelas en Santa Cecilia, debía entrenar por su cuenta, pero por eso mismo, pensando una vez más en el futuro de su hijo, Luis Evelio envió a Déiver junto con dos hermanos a Pereira, en donde estudiaron en el colegio y el menor comenzó a entrenar con la escuela Milán.

“Yo jugaba de delantero. Era letal, muy bueno en el área”, cuenta entre risas Déiver, quien practicaba por esos días también en el equipo de su colegio. Fue precisamente su profesor de educación física quien le recomendó que, por su velocidad y buen pie, se fuera unos metros hacia atrás y jugara como extremo izquierdo. Al terminar el estudio, su papá se dio cuenta de que no iba a ser fácil encontrar un lugar estable que le permitiera a su hijo llegar al profesionalismo, por eso habló con un tío de Déiver para que lo recibiera en Medellín.

Su tío tenía un contacto en Atlético Nacional, así que se consiguió pruebas en el equipo verdolaga y a finales de 2012 lo vieron unos entrenadores y le dieron el visto bueno para quedarse. Sin embargo, le dijeron que fuera de vacaciones y regresara en enero de 2013 para unas nuevas pruebas y posteriormente integrarse al equipo.

León Villa y Felipe Merino fueron sus primeros entrenadores y, por su velocidad, capacidad física y características de juego, decidieron dejarlo de lateral. Unos meses más tarde Juan Carlos Osorio le dio la oportunidad de debutar. Fue en un juego en el Atanasio Girardot, ante el Boyacá Chicó. Con 19 años sintió la adrenalina de jugar en primera división. Claro que en un equipo como Nacional la competencia por el puesto era muy exigente y su juventud y falta de experiencia no le permitieron tener continuidad. Por eso en 2014 fue prestado a Alianza Petrolera, donde pudo sumar partidos. Adolfo Holguín y Óscar Upegui le dieron la confianza en el equipo petrolero. “Jugué allá un total de 24 partidos. Crecí mucho como persona y futbolista, y es gracias a mis actuaciones allá que un grande como Millonarios se fijó en mí”, asegura Déiver.

A Bogotá llegó con grandes expectativas. No era mucho lo que la hinchada sabía de él y generó dudas cuando se anunció como refuerzo. Pero con la misma berraquera que demostró de niño, no se achicó ante el reto. “Toda la vida me he considerado una persona luchadora, no me varo”, dice. Y recuerda, por ejemplo, los días en los que no le alcanzaba la plata para pagar el pasaje del bus para ir al entrenamiento y corría para subirse por la puerta de atrás y dar sólo los 500 o 600 pesos que tenía en el bolsillo. “Llegar hasta acá no fue fácil, pero gracias a mi papá, quien ha sido siempre la persona que me ha apoyado, nunca me ha faltado nada”. La madera y el taller de carpintería le han dado a la familia de Luis Evelio todo lo necesario.

Ya son 34 los partidos que ha disputado este chocoano con la camiseta de Millonarios, y han sido suficientes para ganarse el cariño de una exigente hinchada. Además, su buen nivel futbolístico le ha dado para ser tenido en cuenta por el técnico de la selección colombiana sub-23 para la preparación de cara al repechaje de los Juegos Olímpicos de Río 2016 y recientemente para ser llamado a la selección de mayores por el técnico José Pékerman, para el microciclo de trabajos del 14 al 18 de este mes en Bogotá.

“Salí del entreno del jueves cuando me dice mi compañero Carlos Henao que me habían convocado a la selección de mayores. Yo no lo creía y le respondí que sí, que a la sub-23 me habían llamado, pero él me insistía que no, que a la de mayores. Me mostró la lista y sentí una felicidad muy grande. A Pékerman lo veía por TV y soñaba con ser dirigido por él, y eso será una realidad”, le contó a El Espectador el futbolista de 22 años, quien vive en Bogotá con su hermano Wílder y su hermana Darly Johana, mayores que él y a quienes ve como sus padres.

Su futuro es promisorio, pero él es humilde y sabe que, aunque las cosas van por buen camino, no se puede descuidar. Día a día se prepara con la exigencia que le pidió José hace varios años en Santa Cecilia, y su gran sueño, por encima de actuar en la Liga inglesa o italiana, es “que mis padres estén bien y nos les falte nada. Yo quiero ayudarles lo que más pueda a todos mis hermanos. Mi familia es la que me motiva a hacer las cosas”, dice con seguridad. Sus grandes referentes han sido el ecuatoriano Antonio Valencia y Pablo Armero, con quien seguramente pronto podrá compartir en la selección.

Por Luis Guillermo Montenegro

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