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El fútbol, “el mejor espectáculo del mundo”, como solía decir el periodista Alberto Piedrahíta Pacheco (q.e.p.d.), es una pasión que a través de la historia ha sido usada para lo bueno y lo malo: desde escritores y poetas, que desde los tiempos de Homero han exaltado la lúdica de lo que comenzó como un simple juego de pelota para transformarse en el deporte rey; hasta dictadores que manosearon la redonda emoción del gol para hacer de las suyas.
Quizá una de las frases más conocidas para exaltar las inmensas bondades del fútbol, fue pronunciada en una entrevista por el escritor francés de origen argelino Albert Camus (1913-1960): “Todo lo que sé de moral y obligaciones del hombre se lo debo al fútbol”.
Una reflexión que a través de los años ha sido interpretada como una forma de reconocer el fútbol no solo como un ejercicio deportivo sino como una eficaz herramienta pedagógica para transmitir valores educativos.
No en vano, San Clemente de Alejandría -en El Pedagogo- propone como ejercicio educativo el juego de la pelota, según nos enseña Julián García Candau, en su extraordinaria obra Épica y lírica del fútbol.
Y hoy, en Colombia, otro pedagogo -por si acaso, apasionado por el fútbol- ha encontrado en este deporte la herramienta perfecta para hacer realidad su gran proyecto de formar a sus estudiantes con valores.
Gabriel Silgado Bernal -junto a su hermano Camilo, William Andrés Machado y José Alexánder Lozano- es coautor del libro Juego limpio y formación en valores. El caso del fútbol, publicado por la Universidad del Rosario, en donde es docente.
A lo largo de diez capítulos, esta especie de laboratorio pedagógico-deportivo llevado a un libro, recoge la estrategias pedagógicas desarrolladas por Silgado en su asignatura sobre fútbol y valores, durante dieciocho años.
“El juego limpio en el fútbol, en desarrollo mismo de la competencia, y no solo en los saludos y actos protocolarios, hace parte fundamental de sus estrategias, pues representa una herramienta de rivalidad con posibilidades de practicar de forma competitiva y humana”, dice Silgado.
Añade que por medio de dilemas se analizan respetuosamente las actuaciones cotidianas de los futbolistas frente a los valores. Y con el propósito de generar bases en los lectores que les permitan tomar decisiones en el fútbol y en la vida personal, incluye una propuesta innovadora de reglamentación, en el que están aunados tanto la excelencia futbolística como el comportamiento basado en valores, y una mirada distinta para el aprendizaje y aplicación de las Reglas de Juego de la FIFA, para el desarrollo de técnicas de entrenamiento que eviten cometer faltas como un propósito derivado del respeto.
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“La mano de Dios”
Entre los casos analizados por Silgado está el inolvidable gol que Diego Armando Maradona le marcó con la mano a Inglaterra en el Mundial de México 86, en donde los sureños se coronaron campeones.
¿Genialidad o trampa? El mundo del fútbol ha estado históricamente divido entre una y otra postura. Silgado se pregunta: ¿Son normales la simulación y la trampa en el fútbol y en la vida?
Una inquietud que es precedida por otro cuestionamiento: ¿Somos los seres humanos totalmente honestos? Enseguida, para responder a esta pregunta, Silgado consigna ocho conceptos, y dependiendo de lo que cada quien exprese se sabrá si cumple o no con el valor de la honestidad.
Cuatro de esos conceptos son: “Tiene especial cuidado en el manejo de los bienes económicos y materiales”. “No toma nada ajeno ni material ni espiritual”. “Cumple sus compromisos sin trampas o retrasos voluntarios”. “Guarda discreción y seriedad ante las confidencias personales y profesionales”.
Volviendo a Maradona, Silgado comenta que una manera sencilla y concreta de observar la aplicación del valor de la honestidad en el fútbol, es, por ejemplo, nunca simular una falta, y así se cumple el valor que habla sobre la transparencia de nuestros actos. Y recalca que, como cualquier ser humano, los futbolistas también se plantean la compleja reflexión personal sobre si cumplen a cabalidad con el conjunto de conceptos para considerarse totalmente una persona honesta.
La reflexión en el Programa Fútbol y Valores concluye que “si Maradona le hubiera confesado en el momento al árbitro su intención, hubiera sido un gran ejemplo en la aplicación real de los conceptos de los valores de honestidad y respeto. Primero, lo hubiera hecho ante millones de personas que estaban viendo el partido en el estadio o en directo por la televisión, lo cual hubiera sido de un impacto impredecible. Segundo, sería un ejemplo perfecto de sinceridad en su comportamiento, pues habría admitido la infracción sin importar la decisión del árbitro…”.
Al respecto, Silgado cita un artículo de Jorge Valdano, quien el 22 de junio de 1986, no solo fue testigo de excepción de ese gol, sino que se abrazó con su compañero Maradona para celebrarlo y convertirse en cómplice del hecho. Por eso, comienza su reflexión admitiendo. “No soy inocente”.
“(…) Para un argentino, la regla violada no era más que un castigo que Inglaterra merecía y, por tanto, quedaba ampliamente justificada. El gol nos ponía ante una contradicción ética porque por un lado transgredía la regla, pero por otro nos ponía ante un concepto moral: la justicia. Las heridas de la guerra de las Malvinas estaban todavía demasiado frescas y el fútbol era el territorio perfecto para compensar aquella humillación patria. Pero ¿qué habría pasado si Diego hubiera sacado al árbitro del error? (…)”.
Valdano concluye afirmando: “(…) un acto de tal entidad hubiera contribuido a hacer un país mejor porque la fuerza simbólica de episodios tan potentes puede llegar a modificar una sociedad (…)”.
Muchos años antes de ese polémico gol, el escritor francés Jean Giraudoux (1882-1944), citado por García Candau, comentó en el prólogo de La gloria del fútbol que “si las manos han sido suprimidas del juego es porque la pelota, con su intervención, dejaría de ser pelota y el jugador, también. Las manos son los trucos; ellas han sido dadas únicamente a los dos animales tramposos, el hombre y el mono. La pelota no admite trucos, solamente efectos estelares”.
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Caso Robbie Fowler
Este episodio, analizado por John Carlin en el artículo titulado Un perverso caso de honestidad y citado por Silgado, se derivó de un partido entre el Liverpool contra el Arsenal en 1997. La jugada se presentó entre el delantero Robbie Fowler y el arquero David Seaman, y el autor la describe, en sus apartes, así: “Fowler corría solo hacia el potero rival, David Seaman, con el balón en los pies. Seaman lo encaró dentro del área, se tiró a un costado y Fowler cayó. El árbitro no dudó en señalar penalti” (Carlin, 2017).
“Fowler se giró hacia el árbitro… ¡Qué no!”.
Hasta aquí se observa la aplicación de otro concepto de honestidad: transparencia en nuestros actos (El libro de los valores, 2002, p. 15).
Pero como lo menciona el autor: “El árbitro no cambió su decisión”. Para Silgado, resulta increíble que, ante una situación en la que un jugador confiesa una situación que escapó al ojo del juez, este no modifique su sentencia.
Caso Werder Bermen versus Núremberg
Silgado expone este caso como un escenario ideal del Programa de Fútbol y Valores, porque se cumple lo de “cuando se está entre personas honestas cualquier proyecto humano se puede realizar y la confianza colectiva se transforma en una fuerza de gran valor”.
El hecho se presentó en la Bundesliga, durante el partido entre el Werder Bremen y el Núremberg. En los minutos iniciales del compromiso, el jugador del Núremberg de origen japonés, Hiroshi Kiyotake, en una jugada de ataque sacó del error al árbitro al admitir que fue el último en tocar el balón cuando el juez estaba a punto de decretar un tiro de esquina.
Al final del partido sucedió otro hecho importante. El jugador alemán del Werder Bremen, Aaron Hunt, en una jugada en la que estaba atacando y se encontraba en el área penal, tuvo la grandeza de indicarle al árbitro que no había recibido una falta. Narra el libro, que al revisar el video es casi imposible detectar que este jugador, al lado del pie de un contrario, se tropezó con el césped y cayó. En esta ocasión, el árbitro central decidió no pitar el penal y continuar con el juego.
Silgado expresa que esta jugada, que se puede ver en el video Fair Play Hero Rejects (https://www.youtube.com/watch?v=6TPjx1DMaEw), permite observar cómo el comportamiento honesto de dos jugadores rivales se convierte en generador de confianza, pues tienen la cualidad de avisar la falta al juez, aunque vaya en contra de sus intereses de ganar el partido.
Por supuesto que el libro que en esta ocasión reseñamos desarrolla otros valores como la responsabilidad, el respeto y la justicia, que se complementan con la solidaridad, la tolerancia, la magnanimidad, la fortaleza, la bondad, la laboriosidad, la puntualidad, el agradecimiento y la amistad.
Por ahora exponemos en este texto uno de esos valores desarrollados por Gabriel Silgado Bernal y su equipo, para comenzar un ejercicio de reflexión sobre la función social del fútbol y sobre la innegable importancia de los valores en nuestro comportamiento frente a los demás.
