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El nuevo guardameta del equipo de Jurgen Klopp desbancó del primer puesto de la clasificación a Gianluigi Buffon, quien lideraba esta tabla desde 2001, cuando Juventus pagó 52 millones al Parma por hacerse con sus servicios.
Kepa se sitúa provisionalmente en la tercera posición de los traspasos más caros durante este mercado de verano, por detrás de los 135 millones que ha pagado el París Saint Germain al Mónaco por Kylian Mbappé (haciendo efectiva su opción de compra obligatoria tras un año de cesión) y de la marcha de Cristiano Ronaldo a la Juventus de Turín procedente del Real Madrid, previo pago de 117 millones de euros.
Sube el precio de los arqueros
Decía el legendario técnico colombiano Gabriel Ochoa Uribe que con un buen arquero dormía tranquilo. Él, que disfrutó a Julio César Falcioni en su plenitud, aseguraba que los equipos se armaban de atrás hacia adelante y que lo primero que hacía, siempre, era conseguir un buen cuidapalos.
En el mundo, sin embargo, no se les ha valorado. Generalmente los protagonistas de las grandes transferencias y jugosos contratos han sido los delanteros, esos que marcan goles.
Hace un par de décadas les llegó la hora a los centrocampistas y más tarde fueron encumbrados los defensas centrales. Últimamente los laterales con proyección ofensiva también suben su cotización.
Pero ya están aquí repletos de oro también los que usan guantes. ¿Por qué este cambio cultural en el mercado? ¿Por qué antes no y ahora sí? No hay una reflexión científica clara. ¿Es una moda? ¿Los clubes grandes pagan lo que sea por tener los mejores en una sociedad donde los ricos son cada vez más ricos y los clubes pobres cada vez más modestos?
En los despachos de las corporaciones gigantes realizan últimamente análisis muy sencillos. Axiomas muy directos y que van a la yugular. El Real Madrid ganó la última Champions porque tenía a Keylor Navas; el Liverpool la perdió por alinear a Karius. Puede resultar trivial y baladí. Sin embargo en este mundo ‘moneyball’ que circula a la hora de fichar, los números, las cifras y las estadísticas superan el criterio pasional. Y no tener un tipo seguro delante de los palos es un estigma.
Los porteros de toda la vida no atinan en dar con la tecla y en ofrecer una explicación certera del reciente rol clave que desempeñan en este nuevo orden del fútbol mundial. Sí es evidente que desde que son también futbolistas de campo, además de detener penaltis y acciones determinantes, hay equipos que juegan con uno más en el césped. A la hora de sacar el balón jugado, al leer defensivamente mejor que sus compañeros los contragolpes; aparece un mundo nuevo. Se notan mucho las diferencias. Y, lógico, con ellas, la recompensa económica.