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Érika Lasso: La judoca y el camino apacible

A pesar de su corta edad, la deportista vallecaucana es un ejemplo de vida. Recibió el premio al Juego Limpio Guillermo Cano.

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Catalina Sanabria Devia
17 de diciembre de 2023 - 12:00 a. m.
La judoca vallecaucana Érika Lasso. / Nelson Sierra G.
La judoca vallecaucana Érika Lasso. / Nelson Sierra G.
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El coraje, la modestia y la amistad son algunos de los valores éticos del judo. Érika Lasso ha demostrado que les es fiel y que es un ejemplo a seguir en esta disciplina.

Nacida en Jamundí, Valle del Cauca, Érika Lasso se topó con el judo un día cualquiera cuando tenía 10 años. Fue como esos azares de la vida, que asimismo pueden cambiarle el rumbo.

En su colegio, el Rosa Lía Mafla, no desaprovechó ni por un momento su talante osado y competitivo. Participó en deportes de conjunto como el baloncesto, el fútbol y el voleibol, pero si le decían que ganaba quien más saltara el lazo, ella estaba ahí, de primera. Siempre tuvo mayor interés por los deportes individuales.

Su profesor de educación física y quien en el futuro sería su formador, Ruperto Guauña, le dio a Érika ese empujón hacia el “camino de la flexibilidad” o el “camino apacible”. Le regaló su primer judogui, traje característico de este arte marcial, y le empezó a dar clases. Cada martes y viernes la llevaba al dojo, que según la Federación Colombiana de Judo (Fecoljudo), es el templo “para la educación del cuerpo, la inteligencia y el espíritu”. Por lo general es un lugar bien iluminado, limpio, lleno de aire y vitalidad.

Naturalmente, a la pequeña Érika le resultaba divertido: “Todo era ruedita, rollito, me la pasaba muy bien”. Entonces no sabía que lo que empezó como un juego terminaría por volverse su proyecto de vida. Por esa época su abuelo falleció, y las cosas se empezaron a complicar. Érika ya no quería tener que ver con ningún deporte, le agarró pereza a todo. No volvió a clases en un año y medio, hasta un día que lo hizo por pura casualidad. “Regresé y ahí me quedé hasta el sol de hoy”, dice.

La gratitud, otro valor ético del judo, también se manifiesta en este deportista. Durante el lustro que ha practicado este deporte ha agradecido desde el corazón el habérsele cruzado. En sus palabras: “He alcanzado objetivos tanto personales como deportivos y académicos. Gracias al judo pude estudiar. Me siento muy feliz de mirar hacia atrás y ver todo lo que he logrado. Pienso que son oportunidades que Dios le pone a uno, y hasta el momento las he sabido aprovechar”.

Y en efecto, la judoca ha visto los frutos de esas oportunidades que ha tomado en sus manos y que no ha dejado escapar. Eso sí, con mucho esfuerzo y dedicación. Este 2023 estuvo casi siete meses entrenando y participando en competencias lejos de su hogar, lejos de su madre y de su abuela. Aunque es difícil, Érika reconoce la importancia de la disciplina y cómo eso hace la diferencia entre cumplir o no sus propósitos. También ha sido decidida y, en medio de un contexto de violencia, de consumo y excesos, ella escogió el judo.

Uno de sus ejemplos a seguir es Yuri Alvear, medallista olímpica colombiana que desde hace casi tres años es su entrenadora. Érika afirma que a través de la experiencia de Yuri ha podido identificar que, después de que se tenga claro lo que se quiere para la vida, las cosas se van dando. “Es muy bonito tenerla al lado, es muy agradable escucharla y que ahora esté atravesando eso, lo que ella vivió en algún momento: triunfos, medallas y reconocimientos”.

Pero por encima de todo Érika es un ser humano íntegro. Es la viva representación de lo que significa el judo. Así lo demostró durante los Juegos Panamericanos de Santiago 2023, cuando tuvo un gesto que conmovió a los espectadores, e incluso a mí, me puso los ojos vidriosos. A pesar de que hay una rivalidad dentro del tatami (la estera donde se llevan a cabo los combates), fuera de él los deportistas siguen siendo compañeros.

Estefanía Soriano, judoca dominicana, fue su oponente en aquella ocasión. Ellas ya se conocían desde antes, habían compartido en Hungría y en España. Son compañeras. Durante el encuentro Estefanía se lesionó la rodilla, pero intentó seguir luchando con firmeza. “Yo valoro mucho que con amor y con berraquera intentara salir adelante”, menciona Érika. “Cuando el árbitro me señala como ganadora, yo le voy a dar la mano y la ayudo a caminar, pero ella no podía ni siquiera mover la pierna. Entonces, como hay ese tipo de confianza, le digo: ‘Parce, montate acá porque si no nunca vas a llegar a la orilla’”.

Acto seguido, en una muestra de solidaridad, la judoca carga en sus hombros a Estefanía. El mundo aplaude. En una sociedad que parece ser cada vez menos amable, Érika es un rayo de esperanza. Como ella misma dice, ¿de qué serviría ser el mejor deportista si no se es una persona empática? También así lo resuelve Fecoljudo: “La amistad es el más puro de los sentimientos del ser humano”.

Catalina Sanabria Devia

Por Catalina Sanabria Devia

Periodista con interés en temas de género, medio ambiente y construcción de paz. Ha colaborado en medios como Rutas del Conflicto y Mongabay Latam. Ganadora del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar (2022) y el Premio al Periodismo Social y Ambiental de Constructora Capital (2023).@catalina_sanabrlsanabria@elespectador.com

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