Publicidad

Esa es mucha Plata

El pesista vallecaucano logró el subtítulo en los 62 kilogramos y la décima presea olímpica en la historia de nuestro país.

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
El Espectador
11 de agosto de 2008 - 09:01 p. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Saltó, gritó, bailó, cantó. Se puso de ruana el podio. Incluso pidió una bandera tricolor, pero los encargados del protocolo no se la dejaron pasar. Diego Fernando Salazar Quintero estaba dichoso luego de haber conseguido la medalla de plata en la prueba de los 62 kilogramos en los Juegos Olímpicos de Pekín.

A pocos metros de allí, desconsolado, su compañero Óscar Figueroa seguía llorando, pues su suerte fue diferente. Una lesión en su muñeca derecha le impidió realizar con éxito alguno de sus tres movimientos en arranque y quedó prematuramente eliminado de la competencia.

“Eso me afectó un poco. Hace cuatro años la mala suerte me tocó a mí y sabía cómo se sentía él, pero necesitaba concentrarme en mi trabajo, en mi misión, así que traté de ignorar lo que le pasaba”, le confesó Salazar a El Espectador en la zona mixta del estadio de la Universidad BUAA, en donde unos 200 colombianos ovacionaron al tulueño a su salida, entre ellos la ministra de Cultura, Paula Marcela Moreno; el director de Coldeportes, Evert Bustamante, y el hijo del presidente Álvaro Uribe, Tomás, quien celebraba a rabiar cada vez que alguno de los rivales de los colombianos no levantaba la barra.

Salazar, quien reconoció que esa medalla es el mayor logro de su vida, dijo que nunca dudó de que se subiría al podio, aunque por las estadísticas creía que sería tercero y no segundo. “Pero gracias a la estrategia del profe Gantcho Karouskov (quien logró oro en Sídney 2000 con María Isabel Urrutia y bronce con Mábel Mosquera en Atenas 2004) y a mi esfuerzo, se nos dio la plata, que quiero dedicar a toda Colombia, a mis compañeros, a la gente que ha creído en mí y a todos esos compatriotas que se alegran con nuestros triunfos”.

“Celebré con todo, me lo soñé, me lo viví, me lo gocé, duré muchos años imaginando este momento y es mucho más linda la realidad”, comentó todavía con lágrimas en los ojos el pesista nacido el 3 de octubre de 1980 en Tuluá, quien desde muy pequeño se dedicó al deporte. “Pero sólo hasta cuando tenía como 15 años me di cuenta de que podía llegar lejos. Mi primera gran victoria internacional fue el título suramericano juvenil en Ecuador, 1999. Luego fui segundo en los Panamericanos de Winnipeg”.

Mientras él realizaba la prueba antidopaje, sus compañeros se abrazaban con Tulio Hernán Medina, el presidente de la Federación Colombiana de Levantamiento de Pesas, quien señaló: “Ese es el premio a un trabajo bien planificado y responsable, pues los muchachos llevan prácticamente un año concentrados y preparando exclusivamente los Olímpicos”.

Andrés Botero, presidente del Comité Olímpico Colombiano, por su parte, fue el primer dirigente en felicitar a Diego Salazar, pues fue el encargado de entregar las medallas a los ganadores. “Le tenía una fe inmensa, incluso pedí al COI que me permitiera estar en la ceremonia y por fortuna galardoné a uno de mis compatriotas”.

Diego llegó al coliseo en bus, al lado de sus compañeros, pero partió casi escoltado en un automóvil de la delegación colombiana, acompañado por Ciro Solano, el jefe de misión. Ni siquiera alcanzó a ir a la Villa Olímpica para cambiarse de ropa, pues estaba en sudadera, por lo que tuvo que irse así a una recepción que organizó en su honor el embajador en China, Guillermo Ricardo Vélez.

Allí no paraban las felicitaciones para el vallecaucano, quien explicaba una y otra vez: “Iniciamos con un peso bajo para asegurarnos y luego el profe Gantcho fue manejando la estrategia. El momento en el que sentí que tenía la medalla en el


bolsillo fue cuando el coreano Ji Humnin falló su tercer intento en el envión, ahí me motivé aún más”. Mientras tanto, en las gradas, Carlos Iván Bermeo, el metodólogo de pesas, anunciaba ya que “mínimo somos segundos”.

Y salió con todo a la pista para ratificar su excelente presentación. En arranque Salazar iba tercero, pero luego asumió la punta para no dejarla sino hasta la última ronda, cuando el chino Xiangxiang Zhang, apoyado por 12 mil compatriotas suyos, levantó más kilos y se quedó con el oro, tal y como estaba previsto.

“Pero esta alegría nadie me la quita. Fuimos conservadores en algunos momentos de la competencia porque era muy difícil pelear el primer lugar y había que asegurar algo. Gracias a Dios esa estrategia funcionó y hoy recibimos el premio a más de 12 años de lucha, sacrificios y entrenamientos. Mi mamá, mi señora, toda mi familia nos ha perdido por mucho tiempo, pero hoy saben que ha valido la pena”.

Sin embargo, mientras Diego seguía atendiendo a los medios de comunicación en la embajada, ya repleta de personalidades e invitados especiales, a 20 minutos de allí, Óscar Figueroa, quien hasta antes de la prueba también era favorito a una medalla, vivía su propio calvario. No quiso hablar, pero prometió que pondrá la cara, como siempre lo ha hecho, cuando digiera el trago amargo que significó su mala presentación.

Los demás miembros de la delegación nacional, hospedada en el Bloque 1A de la Villa de Deportistas, al lado de Canadá y Suiza, celebraron moderadamente la medalla de Salazar. Estuvieron un rato juntos en la oficina central, vieron las fotos e imágenes que tomaron quienes asistieron al escenario y se fueron a descansar, porque los Juegos continúan y Colombia espera seguir cosechando medallas.

“Estaba pronosticada, pero igual emociona”, señaló Fabio Ramírez García, director deportivo del COC, quien espera que “esos triunfos sigan animando al Gobierno y a la empresa privada a invertir en el deporte, porque aunque se han hecho muchas cosas bien, todas son susceptibles de mejorarse”.

Feliz como nadie, y consciente de que anoche aquí en China, ayer en la madrugada colombiana, le cambió la vida, Diego prometió seguir trabajando duro para darle muchas más satisfacciones a Colombia. “Tengo 27 años y creo que aguanto algunas competencias más en un alto nivel, aunque ahora seguramente la responsabilidad será mayor”, dijo antes de irse a descansar y a recuperar energías, porque ahora su misión será hacerle fuerza a sus compañeros desde la tribuna, así como lo hicieron ayer muchos compatriotas suyos que presentían que ahí estaba la décima medalla olímpica para nuestro país. Entre ellos Helmut Bellingrodt, quien se colgó dos preseas de plata, en Múnich 1972 y Los Ángeles 1984.

El tirador barranquillero le dio la bienvenida a Salazar al Club de Medallistas Olímpicos, integrado además por los boxeadores Alfonso Pérez, Clemente Rojas y Jorge Eliécer Julio, las pesistas María Isabel Urrutia y Mábel Mosquera, la atleta Ximena Restrepo y la ciclista María Luisa Calle. Ellos, como lo hizo Diego ayer, pusieron a gozar a Colombia con sus éxitos y se metieron en la historia de nuestro deporte, aunque la medalla del vallecaucano vale mucha más plata.

Por El Espectador

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.