El abierto de Australia se jugará con público. La primera semana de competencia podrán asistir 30.000 personas al complejo de tenis en Melbourne, la segunda podrán ir 25.000. El estado de Victoria no registra casos positivos desde hace 24 días y todos los participantes tuvieron que llevar una cuarentena obligatoria de catorce días. Se detectaron ocho casos positivos entre las más de mil personas que llegaron a bordo de 17 aviones procedentes de varias partes del mundo, fletados por la organización exclusivamente para ellos.
Quienes viajaban en los aviones en que fueron encontrados esos ocho casos fueron confinados durante catorce días en sus habitaciones, lo que ocasionó más de una crítica de algunos tenistas por las condiciones en que fueron puestos los que ocupan puestos secundarios en el escalafón: hoteles de segunda categoría, encerrados en habitaciones pequeñas, que los llevaron al borde del desespero. Todo mientras los tenistas top estaban en condiciones muy superiores. Al final todos entendieron que los grandes nombres arrastran a los patrocinadores, la televisión y el público en general. Por otra parte, al menos por ahora, el modelo australiano se convierte en la única posibilidad de competir en condiciones seguras y con público en las gradas, un elemento fundamental para que los eventos puedan subsistir económicamente. Eso lo hicieron saber otras voces de tenistas que también estaban confinados, pero entendieron la situación desde otro ángulo.
Pero guardemos las proporciones. Australia es un país que tiene apenas 25 millones de habitantes en su extenso territorio. Llevar a cabo medidas como el distanciamiento físico se hace más fácil en esas condiciones. Sus fronteras aéreas y marítimas están cerradas desde marzo, lo que hace aún más controlable la circulación del virus. Los confinamientos fueron excesivamente estrictos, pero los subsidios otorgados por el gobierno cubrían todas las expectativas de su gente. Las pruebas PCR son gratuitas. Apenas han muerto 909 personas durante la pandemia y el pico más alto de contagio se produjo el 6 de agosto pasado, cuando se registraron 418 casos.
Ya el viernes pasado se jugó en Adelaida (Australia) una exhibición con algunos de los mejores tenistas del mundo con un aforo de 4.000 personas que, sin distanciamiento entre sillas, llenaron el escenario sin vestir mascarillas. Algo similar se verá en el Open.
No hace falta argumentar que por acá la pandemia se ha gestionado de manera distinta, bajo circunstancias diferentes. Por eso no vale la pena ilusionarse. Que la Copa América o los partidos de la selección en Barranquilla tuvieran público en las gradas sería un acto de irresponsabilidad extrema de las autoridades.