Falcao García: No echo de menos el anonimato

Falcao García, delantero colombiano. Foto: EFE

Bronceado por el sol veraniego, con el pelo tan liso que parece planchado, barba de tres días, bermudas y zapatillas deportivas, Radamel Falcao García (Santa Marta, Colombia, 1986) atiende a las preguntas con los ojos abiertos, como si absorbiera el tiempo para articular un discurso pausado, con una voz de bajos decibeles que para nada transmite su fiereza sobre el césped. Ahí no deja balón huérfano de remate, ocasión para lamentarse. Es el delantero centro al que los aficionados veneran.

Se marcharon el curso anterior Sergio Agüero y Diego Forlán a cambio de sus goles, cifrados en 40 millones de euros. Respondió a lo grande, con 24 dianas en la Liga y pichichi en la Europa League (12), torneo que le volvió a coronar —lo conquistó hace dos años con Porto— en la final con dos redes sobre Athletic de Bilbao. Hoy (5:00 p.m., hora colombiana), en el debut liguero contra Levante, el colombiano empezará otra temporada cargado de expectativas.

¿Entiende que se le juzgue por el dinero que costó?
Sí. Es lógico. Se me demandan goles porque fui una inversión muy grande. Pero trato de aislarme porque no hay nadie que me exija más que yo.

¿Ni siquiera Simeone?
Es muy fogoso en su profesión. No deja fuera el más mínimo detalle y vive cada partido como si fuera el último. Estoy seguro de que en su casa es igual; todo lo hace con pasión. A mí, como tantos otros técnicos, me pide que ayude para entorpecer la salida de la pelota rival. Es algo a lo que ya me he acostumbrado.

¿Disfruta con esa función?
Ya me adapté.

Parece que cuando acaba los partidos le haya pasado un tren por encima. Da la sensación de que hasta cojea.
No tengo la impresión de cojear. Pero sí que siento el cansancio por el desgaste. En cada jugada trato de ganar los duelos personales. Asumo que todas las pelotas son importantes y así las disputo.

¿El delantero debe ser egoísta?
Creo que sí. Tiene que tener siempre la predisposición de anotar, de pensar en el gol. Se hace por satisfacción personal. Pero en determinados momentos tomo decisiones que son para el beneficio del grupo y sacrifico mis intereses personales. Los objetivos del grupo priman. Cuando recibo el balón en mitad de cancha, no pienso en la portería rival; si estoy cerca del área, sí.

¿Piensa mucho sobre los desaciertos?
Reflexiono tras los partidos en lo que pude haber hecho y no hice, sobre todo si no he resuelto bien.

¿Cómo prefiere definir?
Mmm, no. Todas las definiciones tienen su valor. No siempre quiero hacerlos igual. Hay que darle con lo que sea.

Aunque brilla en los cabezazos.
Sí, creo que tengo uno de los mejores remates de cabeza de la Liga. Hice muchos goles así. Es un poco de técnica, de timing. Es una suerte que he perfeccionado con los años. Me viene de mi padre, que cuando jugaba remataba muy bien, y de mi madre, que me tiraba la pelota al aire y yo se la devolvía con la cabeza. Era una forma de entretenerme.

Debió ocurrir de muy niño, pues a los 13 ya debutaba en la B de su país con Fair Play.
Sí, pero entonces no tenía la repercusión de ahora. Jugaba por diversión. En cierto modo perdí parte de mi infancia para lograr esta vida.

¿Cuándo pasó de ser Falcao al delantero y embajador de Colombia?
Creo que al ganar la primera Europa League. Es lógico porque las sociedades necesitan íconos y referentes. Aunque a veces hay que tener cuidado porque se desvirtúan las imágenes. De mi país, por ejemplo, se dice que exporta cocaína, pero en el fondo no se conoce cómo es la vida y las riquezas que tiene. Molesta, pero de España también llegaba lo de Eta. No es una única realidad.

¿No es excesiva esa responsabilidad que recae sobre los futbolistas?
No lo sé. Pero es bueno que tu país se sienta orgulloso de tus éxitos. Yo me siento cómodo con este papel. No echo de menos el anonimato. Me gusta y disfruto lo que vivo.

¿Dio todo por el balón?
Siempre lo he amado, por más que hubo momentos difíciles. Incluso pensé en desistir, sobre todo cuando estaba en Argentina y vivía solo. Pero traté de que el esfuerzo hecho y que todo lo que me había perdido valiera la pena. Al fútbol se juega con el corazón, con todos los sentidos.

¿Como los niños?
Yo de niño, según cuentan mis padres, jugaba en la calle descalzo y me sangraban los pies, pero al día siguiente volvía a jugar. Siempre he tenido un espíritu aficionado grande. Nunca me saciaba de la pelota.

¿Y ahora?
Uno se convierte en un profesional y es diferente ese hambre de querer jugar todos los días con los amigos. Aunque el deseo de competir los domingos existe. Pero los entrenamientos y demás es un tipo de vivencia diferente de cuando era niño, con los amigos, sin consigna, sólo para jugar. Ese fútbol de calle, ese amor, es lo más lindo.

¿Le ha hablado a la pelota?
A veces le hablo, sí. Antes de ejecutar un penalti o una falta. Pero son pocas. Con quien hablo mucho es con mi padre. Me dice las cosas buenas y malas de un partido.

Pero él no le ve como Falcao, sino como su hijo. ¿Le reprende?
Me corrige, pero, con la distancia, no tanto. Soy un buen chico.

¿Nunca se ha ido de parranda?
Hay momentos para todo. Cuando he podido, no me he perdido esas cosas.

Pero usted es muy creyente. Al ganar la Europa League dijo: “Subí a mi habitación del hotel, me arrodillé y di gracias a Dios”.
Trato de llevar una vida guiada por la palabra de Dios, por la Biblia, y ponerla en práctica en las diferentes áreas de mi vida. Llevar una vida de la mano de Jesús te ayuda a saber qué cosas están bien y qué no, a darle valor. Somos seres espirituales y el alma también hay que alimentarla.

¿Por eso no discute en el campo?
Me desgasto y entro en un juego del que no saco nada.

¿Conforme con los fichajes?
Están subiéndole un escalón al equipo y generando bastante competencia. Eso sólo puede ser bueno.

Usted tiene poca, ¿no?
Se debe revalidar cada día lo logrado, porque hay gente que quiere tu puesto.