Alexis García: “Me preocupa más el ser humano que el futbolista”

El chocoano de 58 años está sorprendiendo con el Deportivo Pasto, que luego de la primera fase de los cuadrangulares es líder del grupo A, por encima de Millonarios. Su camino de formador.

Luís Guillermo Montenegro
20 de mayo de 2019 - 02:19 a. m.
Alexis García, técnico del Deportivo Pasto.  /  Andrés Torres - El Espectador
Alexis García, técnico del Deportivo Pasto. / Andrés Torres - El Espectador

Fue Eduardo, su hermano, quien le inculcó el amor por el fútbol. Aunque no había con qué comer, ni mucho menos con qué comprar balones, guayos y canilleras, Alexis García aprendió a jugar en las polvorientas canchas de Quibdó (Chocó). No importaban sus pies descalzos ni su ropa desgastada, el talento era más fuerte que las adversidades. “Mi hermano fue un mentor en el que encontré la inspiración para hacer lo que más me gusta”, recuerda el hoy técnico del Deportivo Pasto, que luego de la primera fase de los cuadrangulares finales de la Liga Águila es líder del grupo A, con los mismos puntos que Millonarios (7).

Su papá, que murió cuando él apenas tenía siete años, lo llevaba al estadio, cuando ya vivían en Medellín. No obstante, no le gustaba que su hijo jugara fútbol y se enojaba por eso. Prefería que el tiempo que le invertía al balón se lo dedicara a algo más productivo, como el estudio, “pero cuando uno tiene un sueño y lucha por él, no se lo quita ni el papá”, asegura.

Le tocó ser rebelde y se ganó muchos correazos. Pero no había nada que le hiciera abandonar el fútbol, mucho menos cuando su padre murió y este deporte fue el refugio, además del sueño de poder aportar de alguna manera en su familia. Fue difícil crecer sin su papá, porque era el sustento económico de la casa, así que las carencias crecieron por miles. Él era el de las normas, y eso se necesita por más rebelde que uno sea. Además, era la seguridad. El vacío que dejó fue grandísimo. Alexis solo tenía siete años.

Lo que más recuerda de él es su férrea disciplina. Ceferino decía que la gente que logra triunfar lo hace gracias a la disciplina y la responsabilidad. Despreciaba el talento y decía que siendo disciplinado se podría lograr lo que uno quisiera. Y esa huella fue quedando en la mente de Alexis, en la del joven que soñó con jugar, luego triunfó en el fútbol y ahora es un destacado entrenador del balompié nacional.

Es como un padre para sus dirigidos. Pero es la cabeza que exige y castiga. “Soy un padre que les da la confianza de encontrar en mí a un amigo y la seguridad de que si hacen caso les va a ir bien. Uno solo piensa en el bienestar de ellos y en un objetivo. En mi vida siempre he sido derecho con ellos y por eso tengo la autoridad para educar”, explica.

Alexis es un formador que se preocupa por el ser humano más que por el futbolista, por la persona más que por el personaje. Va al corazón del jugador y toma decisiones siempre pensando en el bienestar de las personas y no de los jugadores. Justamente ahí está su éxito, sobre todo en equipos en los que no hay grandes presiones y se tiene la tranquilidad de trabajar a su manera y a su ritmo.

¿Qué sería de Alexis García sin el fútbol?, se le preguntó en una entrevista con este diario. “Eso es como el cuerpo humano sin el corazón. Para mí el balón es un corazón adicional en mi cuerpo, en mi vida. En el fútbol he desempeñado casi todos los papeles. He sido jugador, directivo, entrenador, cazatalentos, mánager y periodista. No me veo fuera del fútbol nunca”, afirmó.

De no haber sido futbolista le hubiera gustado ser abogado. De hecho, tras terminar el bachillerato se presentó en la Universidad Nacional y en la de Antioquia y en ambas pasó; sin embargo, el deporte lo motivó más. Claro que ese don de defender al débil y querer estar al servicio de los demás lo llevó a ser uno de los mejores volantes ofensivos que ha tenido Colombia y ahora un promisorio entrenador, que aunque no ha ganado nada y en sus oportunidades con equipos grandes ha fracasado, sueña con seguir los pasos de Francisco Maturana, su gran maestro, quien le enseñó la importancia del diálogo y de dar claros los mensajes.

Por Luís Guillermo Montenegro

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