América de Cali y “Aquel 19”: Hace 41 años ganó su primera estrella

Con el bolero de Alberto Beltrán, el protagonismo del doctor Gabriel Ochoa y de jugadores como Aurelio José Pascuttini, Juan Manuel Battaglia, Alfonso Cañón, Jorge Ramón ‘La fiera’ Cáceres, entre otros, recordamos el primer título de América de Cali, ad portas de una nueva final, la que disputará este domingo 20 de diciembre ante Santa Fe, que precisamente fue subcampeón en 1979.

Andrés Osorio Guillott
19 de diciembre de 2020 - 06:25 p. m.
Bajo la dirección técnica de Gabriel Ochoa Uribe América ganó su primer título, en 1979.
Bajo la dirección técnica de Gabriel Ochoa Uribe América ganó su primer título, en 1979.
Foto: El Espectador

“Fechas hay en la vida que nunca podemos jamás olvidar. Esa, lo sabes, alma mía, la llevaré prendida en mi ser como ayer”, dice la canción de Alberto Beltrán que se convirtió en el referente de la primera estrella de América de Cali.

Desde “Aquel 19” esa canción no se volvió a cantar igual. Y la historia del club ‘Escarlata’ tampoco volvió a sonar de la misma manera. La entonación de un bolero, la armonía con las maracas y los trombones hinchan los pulmones y engrandecen la voz para devolverle a su interior las chispas que antaño surgieron por ver de frente la gloria.

América contaba ese 19 de diciembre de 1979 con Carlos Alfredo Gay en el arco, en la línea de cuatro estaba Hugo ‘Pitillo’ Valencia, Aurelio José Pascuttini, Luis Eduardo Reyes y Gabriel Chaparro; en el medio y en la parte ofensiva estaban Juan Caicedo, Gerardo González Aquino, Juan Manuel Battaglia, Alfonso Cañón, Victor Lugo y Jorge Ramón ‘La fiera’ Cáceres.

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El líder de la manada era Gabriel Ochoa. Desde un año antes había tomado la batuta de América por un pacto con ‘Pepito’ Sangiovanni, vicepresidente en 1978 y presidente de América en 1979. Ochoa llegó queriendo olvidar su trago amargo con Millonarios y sus derrotas con el fútbol en general como director técnico. Los retos eran devolverse su fe, otorgarle al cuadro caleño su primera estrella y darle fin al rumor que llevaba como nombre ‘la maldición del garabato’ y que le hizo a creer fácilmente a un país con una ferviente creencia al catolicismo que el problema del equipo rojo era llevar a un diablo en su escudo.

Ochoa extrajo de su experiencia como arquero la visión para atraer guardametas y delanteros que simbolizaron su admiración por los otros en las victorias y en las derrotas. De ambos extremos logró el equilibrio ideal para las hazañas que empezarían Aquel 19.

A la plantilla de los ‘Diablos rojos’ llegaron en 1979 el argentino Carlos Alfredo Gay, figura del campeonato del 79 y Alfonso Cañón, el legendario delantero de Independiente Santa Fe que estaba a punto de retirarse, pero que como se cuenta en el reciente libro Gabriel Ochoa Uribe: el técnico más grande de todos los tiempos, aceptó jugar en un club que ese año le daría la razón de no haber abandonado el fútbol, pues las glorias que obtuvo en Bogotá se reinventaron en esa oportunidad en el estadio Pascual Guerrero ante más de 30.000 personas.

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Son los momentos más lindos que he pasado porque hubo muchas situaciones. Necesitábamos ganar para ser campeones. Nos llenamos de mente positiva y entramos a un estadio lleno. Antes de que se acabara el partido veíamos ambulancias, a gente que sacaban de las tribunas”, afirmó Gerardo González Aquino.

Así como en la estrella 14 de 2019, en Aquel 19 la hinchada no resistió la sensación de la gloria e invadió la cancha después del minuto 90. Los goles de Alfonso Cañón y Víctor Lugo presagiaron los corazones latiendo a ritmos desenfrenados, los puños sudados y en alto, los abrazos que rasgaban camisetas, las ambulancias que recogieron a los infartados, los cánticos que anulaban por completo las pocas palabras que se intercambiaban en la cancha. Ambos goles significaron la algarabía, el fin de un mito, el apagón de ‘La mechita’ y ese apodo que al ‘Profe’ Ochoa no le gustaba porque subestimaba el poderío de la institución.

Como muchos días de ese 1979, la plantilla oró antes de dirigirse a la cancha. No fueron a la Basílica de Buga como lo pudieron hacer en otras ocasiones, pero leyeron en cabeza de Caicedo un pasaje de la Biblia que los llenó de fe y de fortaleza espiritual para poder calmar la ansiedad, las manos sudorosas y los gestos inquietos.

Para Aurelio José Pascuttini, defensa central y capitán del cuadro que le dio la primera estrella a América, el 19 de diciembre tiene un significado especial que se empezó a dibujar en 1971 cuando quedó campeón con Rosario Central, equipo que lo vio surgir y del cual es hincha. Ocho años después, en esa misma fecha, levantó el trofeo que mostró a la tribuna de oriental y que exhibió con la hidalguía de haber hecho parte de un plantel que logró lo que muchos humanos ansían y que pocos obtienen: la eternidad.

Los jugadores hablan de Ochoa como una persona autoritaria, de un tono de voz fuerte, de palabras inclementes y de un carácter que no negociaba. Un temple así era necesario en un club que él mismo definió como indisciplinado cuando llegó a comandarlo como director técnico en 1979. Fue siempre controversial con los árbitros, con sus jugadores fue estricto y meticuloso, pues los detalles le hacían ver a quién debía dejar en el club y a quienes debía abandonar por su estado físico y su compromiso con los resultados, con la obra que puede hacerse en un equipo de fútbol.

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Las Libertadores que no fueron, el pentacampeonato, el fin de una creencia. Todo se inició con Ochoa y sus pupilos, con sus jugadores que no olvidan su disciplina y que siguen sus pasos en la técnica y en la táctica.

Aquel 19 pasó de ser canción y de ser una fecha en el calendario a un mito, a un nuevo relato literario del fútbol colombiano, a una serie de anécdotas que van desde los fallecidos que no soportaron el paroxismo de la hazaña hasta los jugadores que celebraron de la mano de su hinchada en una cancha teñida de rojo, atiborrada de camisetas, cojines y gritos que coreaban la palabra más añorada por los futboleros: “campeón”.

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Humarsa(21900)22 de diciembre de 2020 - 06:06 a. m.
Pues hombre, tenemos que felicitar a Andres Osorio Guillot, por esta remembranza que nos relata cómo se rompió la maldicion de Benjamín Urrea apodado"Garabato" en desacuerdo con la decisiones tomadas se fue de rodillas hasta la sede donde gritó" America nunca serás campeón". Llego Ochoa Uribe, se leyó la Biblia y los puso a celebrar con alborozo. Por ahora reflexionemos con hondaestereo.com
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