Ante el terrorismo, abrazo de gol

En el hogar de la Policía Nacional de Colombia el terrorismo se hizo notar con un bombazo. En el estadio, el fútbol le entregó un bálsamo al pueblo colombiano que ha sabido sobrevivir entre guerras.

Farouk Caballero - @faroukcaballero*
20 de enero de 2019 - 01:26 a. m.
Los jugadores de Millonarios celebran con los policías su primer gol frente al América.  / Millos FC
Los jugadores de Millonarios celebran con los policías su primer gol frente al América. / Millos FC

El fútbol jamás ha sido solo fútbol. Cuando los violentos intentaron masacrarlo, el fútbol respondió apegado a su tradición: el balón. Le pasó a Hitler en 1942 ante los jugadores del Dinamo y del Lokomotiv de Kiev, quienes le demostraron al astro-húngaro que sus máquinas humanas de exterminio no servían de nada ante la dignidad de los futbolistas rusos. Hitler y sus bestias salieron derrotados. Los rusos, con talento y goles, humillaron a los alemanes y hondearon la bandera de la esperanza mundial.  

Aun en esta época, en la que los empresarios-mercenarios del fútbol quieren que los jugadores sean máquinas, la humanidad de los verdaderos protagonistas se impone por goleada. Hacer rodar un balón en un día de luto nacional, como el pasado jueves 17 de enero de 2019, es en sí mismo un acto de valentía incontrovertible. Y así fue. A pocas horas de que el terrorismo volviera a aparecer en la capital colombiana, el balón rodó. Santa Fe y Nacional jugaron para erradicar ochenta kilos de pentolita y sembrar paz futbolera.  

Diez kilómetros, quizá el número con más misticismo dentro del fútbol, separan al Estadio El Campín de la Escuela de Cadetes General Santander. En el hogar de la Policía Nacional de Colombia el terrorismo se hizo notar con un bombazo. En el estadio, el fútbol le entregó un bálsamo al pueblo colombiano que ha sabido sobrevivir entre guerras desde el desembarco de los españoles.

El fútbol pensó muy rápido y, de primera, le contestó al horror. Volvió la horrible noche, pero el fútbol trajo el amanecer. Con las heridas sangrantes por la solidaridad con los policías brutalmente asesinados, los jugadores volvieron al campo el viernes 18 de enero. Millonarios enfrentó al América en el último partido de la primera fase del Torneo FOX Sports. El partido pasó a la historia como el más amistoso de los amistosos. La verdad a nadie le importó el marcador. Las alineaciones, la crónica y los goles fueron una sola anécdota. Lo realmente importante lo hizo el fútbol solidario que esta vez se vistió de defensa central uruguayo. Al minuto 25, Matías de Los Santos pateó un tiro libre y fue gol. Cobró mal, pegó en la barrera, pero eso no importaría.

El número 24 de Millonarios inmortalizó su celebración. Con las pulsaciones al límite, la solidaridad se le escurrió por los poros después del gol. Matías de Los Santos corrió a celebrar con un abrazo que quedó en la memoria del fútbol colombiano para la eternidad. El uruguayo fue a la tribuna occidental y abrazó a un par de policías, quienes con dolor en el alma porque el terrorismo había matado a 21 compañeros y herido a otros 68, estaban erguidos cumpliendo con su deber.

Los autores materiales de este abrazo fueron, en principio, el uruguayo y tres policías. Ellos hicieron olvidar por un instante el sufrimiento inhumano del terrorismo. Luego, se sumaron seis jugadores más de Millonarios, así se completó, otra vez y como lo demanda la tradición futbolera, el número que identifica las gestas del fútbol: 10. Diez seres humanos se abrazaron, pero en sus brazos estábamos representados millones. Todos los futboleros y no futboleros que rechazamos con vehemencia el terrorismo estuvimos en los brazos de Matías de Los Santos y de los tres policías.

El Campín vibró con los gestos de humanidad que afloran con un gol. Antes, en 2001, el turno había sido para el Metropolitano de Barranquilla. A causa de la guerra el país se desangraba y el fútbol abrazó a la Policía Nacional. En Colombia la guerra estaba prendida y en la Copa América la solidaridad de Argentina no se hizo presente, pero el resto de Nuestra América dijo presente para contestarle a los fusiles con la fortaleza del balón.

Así se hizo, la Selección absoluta de Colombia ganó su único título serio, pero el recuerdo imborrable fue el gesto de Freddy El Totono Grisales aquel 11 de julio de 2001. El volante colombiano le hizo gol al hoy técnico de La Vinotinto, Rafael Dudamel. Pocos recuerdan cómo fue el tanto, pero nadie olvida la celebración. Totono le pidió el casco a un policía que vigilaba las tribunas. Se lo puso y abrió los brazos ante su gente. John El Choronta Restrepo lo abrazó y la imagen quedó para siempre en la retina futbolera nacional.

Totono, con casco y amor patrio, abrazó a la Policía Nacional. Catorce años después le resumió su acto a la periodista Catalina Hoyos, quien publicó lo que Grisales le contó en el portal futbolred.com. El volante calidoso dijo: “el pueblo colombiano estaba sumido en muchos problemas a nivel de la guerrilla. Por eso, después de hacer ese gol, tuve la oportunidad de ponerme ese casco de la policía para mandarle un mensaje a toda esa gente que estaba en la selva, sobre todo a esos policías que estaban luchando y al mundo, para que vieran que nuestro país no era solo violencia. Fue un orgullo hacer ese homenaje”.   

Sin embargo, hay que precisar que hubo otro tiempo, hubo un tiempo doloroso para América Latina. Décadas atrás, el fútbol lamentablemente sirvió de combustión para detonar la guerra, por ejemplo, entre Honduras y El Salvador en 1969. Allí, el seminal periodista polaco Ryszard Kapuściński retrató con palabras la crueldad que se vivió en los estadios del continente durante las masacres que las dictaduras esparcieron: “En toda Latinoamérica, los estadios cumplen esta doble función: en tiempos de paz sirven como terreno de juego, y en tiempos de crisis se convierten en campos de concentración”.

Ante esta realidad, el mismo fútbol hizo un radical cambio de frente y ya no le aporta nada a la guerra. Los abrazos del Totono y de Matías de Los Santos marcaron una nueva época. Hoy el fútbol se juega pese a los violentos. Hoy el fútbol le da un abrazo de gol a las víctimas para decirles que las acompaña en el dolor. También se dirige a las familias que sufren, las levanta y las invita a ver rodar el balón que jamás se detendrá.

El fútbol no le da la espalda a las víctimas del horror. El fútbol se mantiene de pie ante la intención cobarde del terrorismo de doblegar a los pueblos. La pelota siempre rodará, porque las guerras hoy en día se disputan en las canchas, sin muertos y sin heridos, quizá algún lesionado, pero por el riesgo del deporte de contacto y no por balas y bombas.

*Periodista y profesor de la Universidad del Norte.

Por Farouk Caballero - @faroukcaballero*

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