Iba a poner apagaincendios, pero era muy larga, así que apagafuegos quedó mejor para hablar del futuro de esta selección de Colombia. No sé si fue Queiroz, con su billete bien conseguido gracias a lo que llaman contrato blindado. No me interesa, porque apelo al dicho romántico, de que no hace falta quien se va, sino quien vendrá.
Ojalá la Federación, que se mantiene haciendo cuentas y pagando culebras, elija a un técnico de la casa o a un suramericano, a quien al menos se le entienda el hablado. Cuando los jugadores de un club o selección comienzan a cuestionar al técnico por sus decisiones, sea por capricho o conocimiento, aquel está perdido. Dejó de lado su don de mando, y eso pasó con el señor Queiroz.
Ahora bien, lo que resultó funesto en la última y aparatosa caída ante Ecuador fueron los incidentes ocurridos antes del partido. Ese momento previo es para estimular al grupo, es para invocar la solidaridad de juego, es para advertir del compromiso en sí. Después de la derrota y la apaleada pueden y deben sobrevenir reclamos, agarrones, todo lo imaginable, porque a unos jugadores les dolió más la caída. En cambio otros la aceptaron como una circunstancia y nada más.
Sin embargo, el técnico, llámese Queiroz u otro, debe controlar, explicar, calmar y ser un elemento para conseguir una unión en medio del desastre. Eso, por lo visto y conocido, no ocurrió.
Ahora bien, estamos empezando el recorrido por esta larga y conflictiva eliminatoria, y es el momento preciso para dar el timonazo. Tanto Queiroz como los mismos jugadores son culpables, uno por su falta de conocimiento del plantel y otros por la actitud mostrada. Acá nadie se libera de la responsabilidad. Perdieron todos y no ganó ninguno. A no ser que sacar un técnico sea un hecho para aplaudir.
Por lo pronto es preciso conseguir un técnico-psicólogo, que maneje el tablero, pero que sepa además cómo guiar a un grupo de jugadores, dueños de egos y salarios estrambóticos. Una persona capaz de encarar jugador por jugador y averiguar sus deseos, metas y, ante todo, compromiso con la causa, que a la larga es clasificar a Catar 2022.
Sé que la Federación consultará a sus allegados, patrocinadores, expertos en promocionar nombres y fingir por un espíritu nacionalista. Ni Ramón Jesurún ni su séquito de aduladores y parásitos dejarán de buscar cómo llegar al Mundial, no por Colombia, sino por la millonada de dólares que significa estar en Catar.
Así que quien reemplace a Queiroz resultará un simple apagafuegos, que ojalá entienda desde el comienzo que nuestros jugadores se creen y se sienten estrellas, deben bajar de ese falso pedestal y conseguir de ellos un compromiso serio para intentar revertir la situación. Su primera pregunta debe ser: ¿Quieren jugar en la selección? Si la respuesta resulta positiva, entonces sí echar para delante. Es la única forma de apagar este incendio.