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Un hombre de palabra

Al estratega risaraldense le costó implementar su filosofía de trabajo, pero finalmente recogió los frutos.

Redacción Deportiva
17 de diciembre de 2013 - 02:54 a. m.
Intensidad del minuto 1 al 90, una de las claves de Osorio. / EFE
Intensidad del minuto 1 al 90, una de las claves de Osorio. / EFE
Foto: EFE - Luis Eduardo Noriega

Juan Carlos Osorio no es un tipo fácil de entender. Aunque habla clarito y explica metódicamente cada uno de sus conceptos, por momentos parece en fuera de lugar. Y no porque diga barbaridades, sino porque sus ideas son innovadoras y no calan fácilmente en ambientes conservadores como el del fútbol colombiano.

Eso, generalmente, es lo que ocurre con esos personajes diferentes, que van en contra de la corriente y que defienden a muerte sus principios, más que por terquedad, por convicción.

Le pasó cuando llegó al país para dirigir a Millonarios, en 2006, después de haberse formado en Estados Unidos e Inglaterra. Venía con otro chip, con una manera de ver el fútbol que acá no se contemplaba.

Vestido de azul y blanco comenzó a aprender sobre el manejo del balompié criollo y detectó rápidamente que había muchos factores externos que incidían en el funcionamiento de los equipos. Para él, la única verdad del fútbol estaba en la cancha, pero aquí se dio cuenta de todo lo que pasaba fuera de ella.

En Bogotá soltó sus primeras frases célebres: “No pretendo ser entendido, más bien estoy tratando de entender”, decía cuando criticaban su extraños métodos de entrenamiento. Implementó los baños contrastados, el calentamiento activo, que no son otra cosa que métodos de recuperación luego de grandes esfuerzos.

Y comenzó a hablar de los tercios, la zona 14, los desmarques de apoyo, etc., conceptos que hicieron que lo tildaran de “versero”, un calificativo peyorativo para quienes se expresan bien en el ambiente del fútbol.

Por eso su primera experiencia en Colombia no fue exitosa y se tuvo que ir a Estados Unidos, en donde dirigió al Chicago Fire y al New York Red Bull.

Volvió a su tierra y salió campeón con el Once Caldas, antes de irse al Puebla mexicano. Y regresó a Nacional para su consagración definitiva. Con el club verdolaga lleva cinco títulos en año y medio. Pero más allá de eso, logró que su filosofía de juego tuviera aceptación.

Sin embargo, no fue fácil. Intensidad, actitud, solidaridad, verticalidad, amplitud y gestión fueron términos que al principio sus jugadores no comprendieron. “Costó, pero finalmente lo hicimos. Estábamos acostumbrados a ser titulares o suplentes, a pensar más individualmente que en el colectivo”, explica Francisco Nájera, quien defiende la rotación en la plantilla verdolaga, que pretende mantener motivados a todos los integrantes del plantel y darles le mejor utilidad.

“Lo que menos me interesa es que me den la razón. Tengo obligaciones y responsabilidades que cumplir y trato de hacerlo lo mejor posible, con transparencia. La rotación no es sólo un principio de juego, sino de vida. Trabajo con seres humanos y a cualquiera que pertenece a un grupo le gusta sentirse productivo y contribuir a que los objetivos colectivos se cumplan. Hay que saber decirle lo que uno quiere y cumplirle la palabra”, dice Osorio, siempre dispuesto a darles el crédito a sus dirigidos.

“El mayor mérito es de los muchachos y de sus familias. Son excelentes seres humanos y grandes profesionales. Me alegra hacer parte de la historia de un club tan grande como Nacional. Me fortalece tener ahora el reconocimiento de esos hinchas a los que pudimos convencer con nuestro estilo y seguiremos trabajando para terminar de convencerlos a todos”, señala sin rencor, porque considera que “el fútbol, sobre todo en Colombia, es de opiniones”.

El estratega risaraldense de 52 años admite que “las críticas a veces duelen, cuando son malintencionadas. Por eso trato de discriminarlas y aprender de ellas”.

Asegura que parte de su éxito en Nacional se debe a que “aquí me preocupo más por el juego que en otros lados. Mi misión es la gestión deportiva del equipo, porque sé que los otros temas, logísticos, administrativos y económicos”, están en buenas manos.

Pero como hombre de fútbol, Osorio sabe que la gloria es efímera. “Rechacé dos ofertas del fútbol mexicano porque tengo retos importantes acá. La victoria tiene un sabor dulce y siempre se quiere repetir. El año entrante tenemos Copa Libertadores y Sudamericana y vamos a trabajar para conquistarlas, sin descuidar nuestra participación en los torneos locales”, dice, más que desafiante, con la convicción de que va por el camino correcto para hacer realidad sus sueños.

Por Redacción Deportiva

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