Christian Marrugo y una nueva oportunidad en Colombia

Luego de 11 años, el volante vuelve a vestir la camiseta de un club de Bogotá. El cartagenero es uno de los refuerzos de Millonarios en esta temporada. Se estrenó este domingo en el empate 2-2 ante Boyacá Chicó, en El Campín.

Camilo Amaya
23 de julio de 2018 - 04:00 a. m.
Christian Marrugo se estrenó con Millonarios en el empate 2-2 ante Chicó, este domingo en El Campín. / Gustavo Torrijos
Christian Marrugo se estrenó con Millonarios en el empate 2-2 ante Chicó, este domingo en El Campín. / Gustavo Torrijos

Fue conocido en el barrio Las Gaviotas, de Cartagena, como el niño capaz de anticipar la pelota, poner el guante y dejar fuera al rival con una elasticidad de gimnasia. También por ser eficiente con el bate, más no letal. Christian Marrugo, o “El Peluca”, como lo llamaban por su pelo desordenado y esponjoso, practicó béisbol desde siempre. Y desde siempre lo recuerdan andando con los zapatos de este deporte por las calles arenosas, también con la gorra de los Bravos, su equipo en las Grandes Ligas, por el que le gritaba al televisor cuando estaba perdiendo, por el que perdía los estribos y por el que sufría de manera apasionada. En esa época, la novena de Atlanta era la que más figuraba, la que llamaba la atención y por eso Marrugo creó un vínculo especial con el equipo que ganó la Serie Mundial en 1995, tras vencer a los Indios de Cleveland. Tenía 10 años y también practicaba fútbol, solo en el colegio, de manera ocasional y sin tanta vehemencia.

Sin embargo, un amigo que también combinaba ambas disciplinas lo convenció de presentarse a la escuela de fútbol Los Calamares, para mirar opciones, por pura diversión. El día que llegó no lo dejaron jugar porque no tenía la indumentaria y con un “váyase, váyase” lo ahuyentaron. Pero Marrugo, siempre testarudo frente a los desafíos volvió a la semana siguiente y, con rabia por lo sucedido, anotó dos goles. Su virtud con la pelota se convirtió en un vicio y el béisbol, hasta ese momento venerado y aceptado por tradición familiar, quedó a un lado. Su lugar ya no fue la tercera base en un diamante sino el mediocampo de un terreno de fútbol, un espacio en el que tenía la noción diferente, una inteligencia creada a punta de picardía, de querer hacer lo que otros ni se atrevían a intentar.

Le puede interesar: Millonarios no pasó del empate con Boyacá Chicó

A los 14 años ya mostraba ese engaño con el balón que suele ser la herramienta de los talentosos y, sin proponérselo, se fue para el Deportivo Cali, gracias al empresario Luis Felipe Posso, a vivir en una pensión de jugadores, a compartir el sueño con otros iguales a él, a pelear por unos puestos para muchos. Estuvo tres años en las divisiones menores del equipo vallecaucano, pero diferencias, por cosas prometidas que no se cumplieron, lo llevaron a Medellín, al Atlético Nacional, club que le permitió debutar en el profesionalismo, equipo que sirvió de plataforma para que Eduardo Lara lo viera y lo convocara a la selección de Colombia Sub 20, la misma que ganó de manera contundente el suramericano de la categoría en 2005, en la que compartió con Cristian Zapata, Hugo Rodallega, Radamel Falcao García, Abel Aguilar, entre otros jugadores.

Y así como fue cambiando de equipos, como llegó a Santa Fe en 2006 para irse dos años después al Cali, Christian fue perdiendo su acento y cada vez fue más complicado identificarlo con la costa. Y ya no cortó las palabras como lo hacía cuando niño, tampoco apeló a la algarabía típica de su tierra, y se fue convirtiendo en una mezcla de aquí y de allá. Del acento paisa y el tolimense (estuvo en el cuadro pijao cuatro años y en el rojo antioqueño tres), también del bogotano, incluso con expresiones mexicanas gracias a su paso por Pachuca, Veracruz y Puebla. Y conoció otras maneras de entender el juego, de potenciar el suyo, de ser más funcional en la cancha, como cuando Jorge Luis Bernal le dijo en un tono regañón que debía pisar más el área rival. “El viejo tenía razón”, lo único que apuntó cuando dejó de ser solo un asistidor para convertirse en un anotador.

No se quede sin leer: Millonarios presentó su plantel para la nueva temporada

Y, por pasajes, a pesar de ser el más talentoso a donde llegaba, tuvo que cumplir tareas de recuperación, de agresividad, de ser más de oficio y con sacrificio. Y así se fue formando y así jugó con Colombia (10 encuentros oficiales con la mayores), pero así también fue juzgado, pues siempre se le pidió más, se le exigió más adonde llegó. Y aunque muchos dicen que desperdició su talento, que pudo llegar más lejos, él cree que todo lo que ha hecho y lo que ha logrado lo tiene tranquilo. Ahora, con Millonarios, su noveno club, espera aportar ya no tanto con la velocidad de sus piernas, sí con la de su cabeza. Por eso se le ve activo en las prácticas del conjunto que dirige Miguel Ángel Russo, con el liderazgo habitual, tratando de construir una amistad con sus nuevos compañeros, forjando una relación en la cancha con Gabriel Hauche, otro de los que se estrena con el cuadro embajador este semestre.

Con 32 años y la experiencia de haber estado en el exterior, y de haber sido campeón dos veces en nuestro país (en 2005 con Nacional y en 2016 con el Medellín), Marrugo tiene la misión de reforzar una de las líneas más cuestionadas del equipo azul en los últimos años, de convencer a quienes no lo ven como un refuerzo y de seguir divirtiéndose con la pelota como siempre lo ha hecho, como desde el día que se decidió por el fútbol por encima del béisbol.

Por Camilo Amaya

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar