Diego Valdés y la importancia de volver a marcar

Luego de un año sin muchas oportunidades en Deportes Tolima, el antioqueño no solo recuperó la confianza en Santa Fe, sino que es el goleador del cuadro cardenal, con cinco tantos.

Camilo Amaya
21 de febrero de 2020 - 03:00 a. m.
El antioqueño marcó dos goles en la victoria de Santa Fe sobre Júnior por 3-1. / José Vargas- El Espectador
El antioqueño marcó dos goles en la victoria de Santa Fe sobre Júnior por 3-1. / José Vargas- El Espectador

Poco se conoce de Diego Valdés antes de que se destacara en Boyacá Chicó. Poco se habla de su efímero paso por Argentina, en Atlético Trinidad, un club pequeño del campeonato Federal A (tercera división) y que en su momento le prometió un salario y unas condiciones que nunca se cumplieron, una vida mínimamente digna que no se hizo realidad por unos cuantos.

De hecho, estando allá, le decomisaron el pasaporte para que no regresara a Colombia y durante un mes de afanes Diego estuvo buscando su salida por todos lados. También jugó en Venezuela, en Metropolitanos, donde aprendió a valorar las pequeñas cosas en medio de la escasez, donde, más allá de crecer en la cancha, lo hizo como persona.

Diego comenzó en el fútbol en el Club Restrepo Naranjo de Sabaneta y a los trece años Fernando Jiménez lo llevó a Independiente Medellín. Hizo todas sus categorías inferiores en el cuadro poderoso, incluso conformó la nómina que salió campeona en 2009 con Leonel Álvarez, un equipo que sumó 56 puntos de 78 posibles (rendimiento del 71,7 %), con Aldo Bobadilla en el arco (hoy actual DT del conjunto paisa), con Jackson Martínez siendo goleador (con 18 tantos) y con John Choronta Restrepo como figura en el medio campo. Inclusive hay una foto en la que Diego, que en ese entonces jugaba para cumplir la regla que exigía la Dimayor de alinear un juvenil en cada encuentro, está al lado de Martínez con un uniforme más grande que su humanidad y llevando el número 27.

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Diego tuvo que irse lejos, a Tunja, para construir un nombre. Lo llevó John Jaime Gómez, le presentó a Eduardo Pimentel y después de un par de charlas hubo acuerdo. Y para que el desamparo de la soledad no fuera severo, Diego le propuso a su novia, Verónica Arango, que se fuera con él. “Me dio duro porque era muy activa en Medellín, tenía mi trabajo y mis cosas. Pero los dos entendimos que era la manera de salvar una relación que en ese entonces llevaba siete años”. Quizás el letargo de la capital boyacense disminuyó la vida social, pero eso ayudó a que Diego se concentrara más en su trabajo, que salieran de cuando en cuando a comer en El Corral y que el resto del tiempo fuera un ejercicio de paciencia, de compartir más el uno con el otro.

Valdés empezó a resaltar con sus goles, sobre todo con los dos que le hizo a Atlético Nacional en el Atanasio Girardot el 30 de septiembre de 2018, cuando su apellido se coló en la punta de la tabla de máximos anotadores entre figuras ya consagradas como Germán Ezequiel Cano, Dayro Moreno y Marco Pérez. “Lo llamaron de Tolima y nos fuimos para Ibagué. Curiosamente la vida social mejoró, nos encantó la ciudad, pero Diego jugaba poco. Quizá sea la vez en la que lo he visto más pensativo, porque no entendíamos qué pasaba, y especulábamos con el ‘qué hubiera pasado si’, porque tuvo ofertas de muchos equipos, pero al final se decidió por Tolima”.

Esa falta de regularidad lo hizo más exigente con él mismo (de 35 partidos como titular con Boyacá Chicó sumó once con el cuadro pijao), a revisar los videos una y otra vez de lo que había hecho mal, de lo que salía bien para tratar de repetirlo y a recriminarse cuando se obnubilaba en la cancha, con una dureza muy suya. “Me tocó hacer las veces de psicóloga. Y siempre ser positiva porque uno tiene que transmitir buena energía así en el fondo no te sientas bien. Y decirle ‘pa’ lante, pues, que eso ya pasó’, y no dejarlo desmoronar”.

La verdadera oportunidad

Aunque Diego ya sabía del interés de Santa Fe en diciembre del año pasado, prefirió ser prudente, quizá cauteloso, y no contó nada hasta que la contratación estuviera cerrada. De hecho, la familia y Verónica creyeron que su destino sería otro (tenía todo listo para ir a Pasto), pero una demora con unos documentos truncó todo. El 31 de diciembre, en su casa en Envigado, por la Loma del Escobero, Valdez arrojó la noticia. “Nos dijo a las 8:00 p.m. Y claro, la alegría de venir a Bogotá, de tener la oportunidad en un club grande de la capital. No hubo tiempo de asimilar nada porque fue tan rápido todo que el 2 de enero ya estaba concentrando para el torneo amistoso”, dice Verónica.

Foto: José Vargas

En tiempo récord ella tuvo que encargarse de la mudanza, empacar todo en Ibagué y recibirlo en Bogotá, y de sorprenderse cuando llegó al nuevo apartamento, pues lo vio de un tamaño miniatura. “Le dije a Diego que no podíamos vivir ahí, que tocaba buscar otro espacio en el que nos sintiéramos cómodos, sobre todo yo, que paso mucho tiempo en casa. Por fortuna, mi mamá me dio una mano, porque él ya estaba con el equipo en pretemporada y no era mucho lo que podía hacer”.

Por ahora, por lo apretado del calendario, ha sido poco lo que han conocido de Bogotá. Sin embargo, volver a ser titular (lleva cinco goles con el cuadro cardenal) significa tener las mismas sensaciones de antes, en no añorar épocas mejores sino en construir una nueva. “Está contento y si él es feliz todos los somos. Se lo merece por la dedicación que tiene en su trabajo que, al fin de cuentas, es su vida misma, la de nosotros también. Necesitaba una oportunidad como esta y no la está desaprovechando”.

Camilo Amaya @CamiloGAmaya

Por Camilo Amaya

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