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Le da lo mismo si el gol es en una final de la Copa Libertadores frente a un equipo grande del continente, en la definición de una fase importante de un torneo local o en un encuentro de escasa trascendencia de los varios que debe haber disputado con las 16 camisetas que ha vestido a lo largo de su carrera. A la hora de la celebración, para José Pepe Sand no hay término medio. De su boca, el grito siempre saldrá de manera airada, desde el alma. Esto es parte de la identidad de este argentino de 37 años que ha marcado 231 goles en su carrera, el último con la camiseta del Deportivo Cali en el triunfo 2-0 ante Millonarios. Aunque fue de penal, la emoción fue la misma, la expresión también: mostrando los dientes, con rabia. El primero de muchos, pues es un jugador experimentado y en el que confía mucho el técnico Gerardo Pelusso.
Comenzó en el fútbol desde niño en el Club Barrio Norte de Bella Vista, en Corrientes. Raúl, su papá, era el presidente. Quiso seguir los pasos de él y por eso su primera posición fue la de arquero. Sin embargo, fue su madre, Amancia del Carmen, la que le recomendó a los 11 años que saliera de la portería y se convirtiera en delantero, por aquello de la posición desagradecida, en la que un error puede transformar el heroísmo en una tragedia.
Hacer goles es lo más difícil en el fútbol, pero él lo hacía seguido, sin esforzarse mucho, con la naturalidad que genera el talento. Cuando su padre vio que tenía con qué llegar a un club grande, lo llevó a probarse en River Plate. Fue en 1993 cuando le dieron la oportunidad de ser observado para quedarse en el equipo de la banda cruzada. Hacía frío en Buenos Aires, el partido era parejo y disputado en la mitad del campo, hasta que le quedó un balón al borde del área y con un derechazo envió la pelota al fondo de la red. Su equipo ganó 1-0 y las puertas del club millonario se le abrieron.
José, nacido en 1980, pasó a formar parte de la categoría 79, es decir, era uno de los menores del plantel. Aunque eso le dio susto a su padre porque la diferencia de edad podría afectarlo, su hijo no puso atención y en el primer juego que disputó marcó cuatro tantos. Su camino siguió, creció y con el paso del tiempo se convirtió en el goleador histórico de las inferiores de River.
Le auguraron mucho éxito en el equipo profesional, los socios lo pedían para que debutara, sin embargo, la dirigencia lo prestó a Colón de Santa Fe, con el objetivo de que se estrenara allá y regresara a River con mayor experiencia. No le fue bien y, por ende, se opacó todo lo que hizo. Tanto que pasó a jugar a la B. Independiente Rivadavia y Defensores de Belgrano fueron sus equipos en esos años de sacrificio. Aprendió a darle la espalda al arco, a proteger mejor la pelota con su cuerpo, a aprovechar su humanidad, sacarle provecho y así desconcertar al rival. Y ahora esa es una de sus grandes virtudes. Veinte goles en una temporada le dieron la opción de volver al equipo en el que se formó.
Sin posibilidades de lucirse en River, pasó por Banfield y luego a Colón, hasta que hizo parte de un plantel histórico para Lanús, el que consiguió el título en el Apertura 2007. Teniendo como máximo referente a Gabriel Batistuta, Pepe Sand comenzó por fin a cosechar lo que sembró con tanto esfuerzo en los años anteriores. Fue el máximo anotador del Apertura 2008 y el Clausura 2009 y pasó a ser uno de los máximos ídolos de Lanús.
Aunque siempre ha preferido el bajo perfil y no le gusta ser el centro de atracción, aprendió a convivir siendo el más querido. Claro que su camino no fue sencillo. Vivió momentos duros, como la muerte de una hija, recién nacida. Sintió que no podía más, pero se recuperó, por el bien de sí mismo, de los suyos, de la vida misma. Atravesó una mala temporada con Racing de Avellaneda, club al que llegó en 2012 con la idea de brillar y terminó viviendo una pesadilla. Tanto así que tuvo que acudir a ayuda psicológica.
Le costó volver. Lo intentó en Tigre, en Boca Unidos, hasta en Argentinos Juniors. No tuvo éxito. Así que mejoró su físico y se apoyó en el amor de su familia. Hasta que en 2015, con la camiseta de Aldosivi, regresó. Doce goles en 30 partidos le dieron la oportunidad de volver a Lanús, porque así lo quiso el fútbol, porque así lo buscó él.
De la mano de Jorge Almirón, actual técnico de Atlético Nacional, festejó tres títulos: el torneo local, la Copa Bicentenario y la Supercopa Argentina. Fue máximo goleador de la Copa Libertadores 2017 y, aunque se veía más cerca del retiro que de la oportunidad de jugar en el exterior, llegó al Deportivo Cali en enero de este año como uno de los mejores refuerzos de la Liga Águila. Tardó cinco partidos en gritar su primer gol. Como siempre lo hizo, no dejó de creer, y aunque lo llegaron a criticar por no anotar, ya se destapó con el equipo azucarero, club en el que espera cerrar el ciclo de una carrera exitosa en la que la moraleja, como en la vida misma, es sencilla: no hay recompensa sin sacrificio.