El silencio valiente de Miguel Ángel Russo

El DT de Millonarios nunca habló de su enfermedad. Y hoy, luego de ser operado de la vejiga, demuestra que a veces es prudente luchar en solitario.

Thomas Blanco Lineros- @thomblalin
01 de febrero de 2018 - 12:34 p. m.
Miguel Ángel Russo junto a Carlos Castro, su oncólogo. / Cortesía
Miguel Ángel Russo junto a Carlos Castro, su oncólogo. / Cortesía

Callar en momentos de dolor es sinónimo de virtud. Todos vivimos nuestra propia lucha: única e irrepetible. En silencio, pero con bulla en la conciencia. Una contienda que pasa inadvertida con el caparazón que nos ponemos cada mañana, esa cortina de humo que desvía la atención y evita poner al desnudo nuestras penas y fragilidades.

Es el caso de Miguel Ángel Russo, quien hace un año escuchó una palabra que ningún ser humano quiere escuchar y que parte la vida de cualquiera en dos: cáncer. Su vejiga, el órgano escogido por el azar, el destino, el de arriba, llámenlo como quieran. Ante las cruces de la vida siempre habrá una disyuntiva: quedarse con el “por qué a mí” o enfocarse en el “para qué”. El entrenador de Millonarios se quedó con lo segundo. Por sus nietos, sus hijos, sus jugadores y su hinchada, que hoy lo trata como un segundo padre.

El 23 de diciembre de 2016, el argentino asumió las riendas del club embajador, tras la intempestiva salida de Diego Cocca, quien abandonó el barco justo antes de zarpar. En medio de la tormenta, -hoy bendita- Russo aceptó la propuesta con una plantilla que no conocía y con jugadores que no había pedido, pero de los que sacó la mejor versión de ellos mismos. “Nunca había vivido una final igual ni como jugador ni como entrenador”, dijo con la voz entrecortada en la rueda de prensa mientras cargaba a su nieto tras consagrarse en el torneo local.

Pero el arranque no fue el esperado, los ladridos no se hicieron esperar. Sin embargo, él, en silencio y con la prudencia que enseñan los años, afrontó la situación. Se guardó su enfermedad. Continuó trabajando y dejó que los resultados hablarán por él. Porque callar cuando te insultan es sinónimo de amar. El mismo remedio que el pasado lunes le pidió a toda la gente de Millonarios tras la segunda operación a la que fue sometido en Argentina, su país natal.

“El silencio a veces es bueno. Agradecido con la gente. Agradecido con Carlos Castro, mi oncólogo, que trabajó con la gente de Buenos Aires. Agradecido también con Juan Ignacio Caicedo. Agradecido con los que me atendieron en Bogotá. Esto se cura con amor, nada más (pausa). Y a todos ellos, muchas gracias”, dijo el técnico de 61 años con voz quebrada, rostro pálido, delgado y mirada cansada.

Rendirse nunca fue una opción para Miguel Ángel Russo. Sus palabras, su catarsis. Su boca, más pesada que nunca, el ademán que ningún ser humano puede esconder ante los momentos de adversidad. Un hombre que se ha ganado el respeto de todos sin importar el color de la camiseta. Hoy sienten el dolor de Russo como propio. Eso es sinónimo de compasión.

“Es una persona que me enseñó mucho. Su optimismo me ha impresionado. Uno no deja de aprender en este oficio. En medio de la alegría del título tuvo la prudencia para callar. Tuvo compostura y templanza. A mí me dice: ‘Ahora voy por la Copa Libertadores’. No se está derrotando, está cogiendo fuerza. Un ejemplo de que el cáncer no es un punto final”, le dijo a El Espectador Carlos José Castro, su oncólogo y confidente en este período.

Levantar la copa de la Liga Águila 2017 II fue la inyección anímica que necesitaba el argentino para seguir luchando por su vida. “Creo que ese triunfo le dio mucha emoción. Liberó endorfinas y eso le ayudó. Es algo que no se puede cuantificar, pero le dio fuerzas físicas y espirituales. A mí me resulta interesante verlo a él hablar del amor. Algo que significa tanto y que hoy parece valer tan poco. Puedo decir que él lo lleva dentro”, confiesa el doctor que se autodenomina como el “hincha que más títulos ha ganado”, porque es simpatizante del equipo que triunfe. “Soy del América, del Júnior, de Millos, hasta del Tolima, del que gane”, agrega entre risas.

Y los jugadores albiazules también están ahí para tenderle una mano a su entrenador. “Cada día está mejor. Su llegada nos ha dado mucha alegría, esperamos darle triunfos como agradecimiento”, señaló Juan Guillermo Domínguez. "Sabemos la clase de persona que es y estamos para apoyarlo", dijo Christian Huérfano.

“Y se compuso en él una cara de convaleciente para celebrar la escampada”, una de las frases de Gabriel García Márquez en su novela Cien años de soledad. El Realismo Mágico que atestiguará en carne y hueso muy pronto el argentino. El aguacero está consumado, lo peor ha terminado. Porque dolor es sinónimo de humano.

Fuerza Russo. 

Thomas Blanco Lineros- @thomblalin

Por Thomas Blanco Lineros- @thomblalin

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