Jhon Lucumí, el defensor que quiso ser delantero

El futbolista caleño del Genk de Bélgica comenzó su carrera como atacante, pero tenía un gran problema: no podía hacer goles.

Camilo Amaya
03 de septiembre de 2018 - 09:04 p. m.
El día de la presentación oficial del jugador de 20 años como refuerzo del Genk de Bélgica.  / Racing Genk
El día de la presentación oficial del jugador de 20 años como refuerzo del Genk de Bélgica. / Racing Genk

Cuando Américo Orbes, un entrenador con nombre de explorador y cosmógrafo italiano del siglo XV, vio por primera vez a Jhon Janer Lucumí en la cancha del barrio Álamos de Cali, le llamaron la atención su contextura física, su manera de moverse rápido a pesar de ser tan grande y la claridad con la que tocaba la pelota y habilitaba a sus compañeros. Eso sí, hubo un detalle que opacó todo lo anterior: jugaba de delantero, pero no marcaba goles.

No pudo hacerlo durante una semana y por eso el entrenador, que por ese entonces iba por toda la capital vallecaucana reclutando jugadores, escudriñando con una lentitud tortuosa para muchos, productiva para él, lanzó una frase a manera de dictamen: “Si quieren que este pelao llegue al profesionalismo hay que ponerlo de central”. Jhon venía de jugar en la escuela del barrio San Luis, después en la de Boca Juniors, pero quería hacer parte de las inferiores del Deportivo Cali. Por eso sus padres, Marino y Lida, aceptaron sin poner más condiciones, con la ilusión de materializar un sueño.

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Pero ahora había otro problema: el Cali no tenía una estructura para los nacidos en 1998 y por eso tuvo que estar durante un tiempo con niños más grandes que él, con más experiencia y recorrido, con gestos y formas mecánicas, mientras él, por ese entonces, era puro instinto. “Mi papá, entendiendo que era necesario crear esa categoría, propuso el proyecto y lo aceptaron. Y Jhon Janer fue pionero”, recuerda Anderson Orbes, hijo de Américo y amigo cercano de la familia Lucumí.

En ese entonces el club verde se la jugaba por las instituciones satélite para hacer el primer filtro y luego seleccionar a jóvenes talentosos y diferentes para su cantera. Jhon se adecuó muy fácil y empezó a destacarse, no sólo en los entrenamientos sino en los partidos de torneos oficiales. Después, en 2011, Américo fue elegido para dirigir a la selección del Valle y, leal a los suyos, se llevó a Lucumí para que hiciera todo el proceso con el equipo departamental. Su temperamento lejos del fútbol era todo lo contrario a la personalidad que mostraba con el balón. Introvertido, más bien resguardado, hablaba poco, se reía de manera tímida y mantenía la mirada fija en un punto cuando se ponía nervioso. Ya en el terreno de juego peleaba, gritaba y braveaba a los rivales cuando era inevitable.

El crecimiento fue tal que no demoró en ser llamado para la selección de Colombia, también para debutar con el Cali gracias a Fernando Pecoso Castro, el hombre que, contrario a que lo otros habían visto, lo puso de lateral derecho en un partido contra Cortuluá el 26 de septiembre de 2015, cuando tenía 17 años. “No sé por qué lo cambió. De más que le vio condiciones para ese puesto, por el manejo de perfil, quizá, o por su velocidad”, dice Anderson. Lo cierto es que no le fue muy bien por la banda y los comentarios destructivos, dirigidos a ser dañinos, por parte de la hinchada en las redes sociales, lo amilanaron, incluso lo desmotivaron. Que quién era ese, que por qué Castro lo ponía por ahí siendo tan joven, que no tenía al recorrido para hacerlo, fueron algunas de las cosas con las que tuvo que lidiar.

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“Nunca lo había visto cabizbajo por algo. Y eso le dio duro, porque la gente es muy cruel”. Ya después vino el diálogo con el caprichoso DT, el convencimiento en los entrenamientos y el regreso a su posición habitual: en todo el centro, mirando el juego desde atrás, empujando al equipo para adelante. En 2017 se consolidó como una de las promesas del fútbol colombiano y en 2018 se adueñó de la titular en Cali (18 partidos para un total de 1.620 minutos).

El 18 de julio, luego de varias horas de negociaciones, de mirar pros y contras y de analizar cada detalle con la familia, Jhon Janer aceptó irse para Europa, más exactamente al Genk de Bélgica, que pagó 2,5 millones de euros por contar con él para la presente temporada, siendo el primero de una generación en estrenarse como profesional y cruzar el Atlántico cuando sus compañeros todavía siguen en la sub-20 del conjunto verde (Juan David Rengifo, Ómar Molina y Jonathan Cuervo son algunos de los que comenzaron con él). “Gracias al profe Pelusso es que Jhon sube su nivel y por él es que empieza a jugar más y a mostrarse, y ahora por eso está en el exterior: por el impulso que le dieron desde acá”, apunta Anderson.

Su rendimiento ha sido tan bueno que Arturo Reyes, que lo conoce muy bien, lo llamó a la selección de Colombia para los duelos amistosos contra Venezuela y Argentina, con el objetivo de que se vaya familiarizando con la dinámica del equipo de mayores, para que conozca y comparta con sus ídolos, para que empiece a materializar lo que alguna vez fue sólo soñar. “Hablé hace poco con la mamá y estaba muy emocionada. En estos días llega a Colombia y quedamos en reunirnos para recordar y disfrutar lo que está viviendo”, concluye el hijo del hombre que tomó la mejor decisión para la vida de Lucumí: decirle que como delantero no servía y que su destino en el fútbol era ser un buen defensor.

Por Camilo Amaya

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