Juan Carlos Sarnari y una tarde de fútbol y asado

A propósito del Día Internacional del Migrante recordamos al exdelantero de Santa Fe que se radicó en Colombia luego de su retiro, que montó un restaurante en Bogotá y desde entonces lleva más de 40 años en nuestro país. Esta anécdota, de hace seis años, resume la personalidad del argentino campeón con el cuadro cardenal en 1975 y quien fue adoptado por estas tierras y sus gentes.

18 de diciembre de 2020 - 07:00 p. m.
El argentino (segundo de derecha a izquierda) fue campeón con Santa Fe en 1975. /El Espectador
El argentino (segundo de derecha a izquierda) fue campeón con Santa Fe en 1975. /El Espectador
Foto: El Espectador

Juan Carlos Sarnari saluda con un gentil “cómo le va”, da la mano con firmeza e invita a sentarse a su lado. No dice más hasta que se le escapa un “y comenzó esto”. El fútbol lo suelta, y se relaja, y empieza a hablar de la pelota, pero no tanto del partido que está viendo, sino de sus comienzos, de cómo un día Norberto Menéndez lo bautizó como El Nene por el rostro de niño que tenía cuando debutó en River Plate en 1959. “Es que me decía: ‘nene, dámela, nene pasala, nene tal cosa’ y así quedé”.

El gol de Diego Godín lo pone en alerta y lo aleja de su relato. Y entonces empieza a intercalar el análisis de lo que pasa en una pantalla gigante que hace las veces de televisor y lo que fue su carrera, de un padre talentoso con la pelota, pero que no pudo ser profesional por otro padre, italiano este, al que solo le importaba trabajar y trabajar. “Y le decía: ‘deve lavorare’. Nunca lo vi jugar, pero sí me contó que mi abuelo, un hombre severo que llegó a Argentina para escapar de la crisis en Italia, no lo dejó”.

La inopia privó a la gente de Firmat, un pueblo en la provincia de Santa Fe, de un jugador que quizá era único, pero que con la experiencia de lo vivido apoyó a su hijo, Juan Carlos, para que personificara el sueño que nunca fue. “Mi padre me llevaba a todo lado, hablaba con los ojeadores, me acompañaba a los encuentros. Era vivir a través de mí”. Sarnari hace una pausa y cambia el tema para resaltar la presión que ejerce Real Madrid, en lo retrasado que está Atlético y suelta un “se los quieren comer vivos”.

Termina el primer tiempo de la final de la Champions League de la temporada 2013-2014 y Juan Carlos se levanta, camina hacia el balcón de una casa en Chía donde está reunido con unos amigos y come un poco de carne, la misma que vende en su restaurante Estancia Chica, al norte de Bogotá, un corte fino al que llama Colita de Cuadril y que viene siendo una pieza sin hueso que sale de la parte trasera baja de la res. Muy suave, jugosa. “Tenés que probar. Está en su punto, bueno, en el punto que me gusta a mí”.

Empieza el segundo periodo y Juan Carlos se acuerda de Santa Fe, del título de 1975, de cómo fue famoso durante 37 años hasta que el cuadro cardenal volvió a ser campeón en 2012. “Gracias a eso perduramos tanto, porque estábamos presentes en la mente de los más grandes como los últimos ganadores”. A Sarnari le ofrecen una cerveza y con un ademán muy elegante dice que no sin pronunciar una palabra. Ahora se enfoca en la manera de atacar y defender del equipo de Diego Simeone. “El Cholo es inteligente, vas a ver cómo no se lo deja empatar”.

El Nene vuelve atrás y enseguida recuerda a la selección de su país que fue al Mundial de Suecia 1958, la nómina que tenía nueve futbolistas de River Plate y que creía que su superioridad bastaría para ser campeones del mundo.

“Los alemanes, sobre todo los checos, nos dieron un repaso. Y nos dimos cuenta, me incluyo, que no éramos tan buenos, y que se necesitaba un recambio en los equipos locales. Y así fue que debuté en la primera a los 17 años”. Faltan tres minutos para que termine el duelo en Lisboa y cuando Juan Carlos se prepara para levantarse de su silla y seguir comiendo, aparece Sergio Ramos y con un cabezazo, que fue más un latigazo, empató todo en el 93′.

Sarnari grita goooool como una reacción en cadena a la euforia de los demás y se gira, y fascinado abre los ojos como dos lunas llenas para exclamar “viste lo que saltó este tipo”.

Nadie come, nadie bebe. Todo el mundo permanece en sus lugares a la espera del desenlace. Alguien suelta una pregunta: “Sarnari, ¿quién gana?” a lo que él responde “¡qué sé yo! Esto es una cosa de locos”. Antes de que finalice el primer tiempo extra, Juan Carlos elogia a Simeone y rememora que a él como entrenador no le fue nada bien, que lo echaron de todo lado y que por la necesidad tuvo que ponerse a vender carros.

“No te vendía ni uno. Era muy malo para convencer a la gente”, dice lacónicamente. Ya en el segundo periodo vienen los goles de Gareth Bale, el festejo de unos, el silencio de El Nene. Ocho minutos y Marcelo aumenta la cuenta, dos más y Cristiano Ronaldo cierra todo de penalti. Real Madrid es campeón de la Champions.

“Qué mala suerte la de Simeone. Buen tipo, trabajador, muy inteligente. Segundos, te digo, fue algo de segundos”. Sarnari deja su puesto, el más centrado hacia la pantalla, y sale otra vez al balcón para comer, por fin, con tranquilidad.

Su mujer fuma y toma lo que a lo lejos parece, por el color ámbar, un trago de whisky. Ya no se habla más de fútbol, sí de comida, de cortes de carne, del asado argentino, de su restaurante que se hizo famoso por el día que fue a comer Carlos Menem, en ese entonces presidente de Argentina, en una visita oficial a Colombia. “No dejé entrar a nadie, ni periodistas ni fotógrafos. Me habían dicho que eran 20 personas y llegaron como 70. Estaban, además, César Gaviria, los cancilleres Vitela y Noemí Sanín, y otras personas que ya ni recuerdo”.

Son las 7:00 p.m., y Sarnari se siente cansado, no habla más por un buen rato y de repente se despide de todas las personas con un adiós colectivo. Eso sí, antes de bajar unas escaleras angostas voltea la vista y con una calma idílica dice: “qué buen asado, qué buen partido de fútbol”.

Por: Camilo Amaya- @CamiloGAmaya

*Texto publicado en julio de 2020

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