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El partido entre Cali y Júnior fue tan rápido, en el inicio, que apenas pasados 10 minutos de juego los arqueros Camilo Vargas y Sebastián Viera ya eran protagonistas, ya les habían quemado las manos y habían salido con éxito de situaciones de peligro en contra. De un lado Nicolás Benedetti acelerando, del otro Luis Díaz. Ambos jóvenes, ambos con un cambio de velocidad más, con la capacidad de cambiar un partido con una gambeta, un remate o una jugada.
Y Díaz y Benedetti lo cambiaron, cada uno a su manera. El primero con un acto de inocencia y una patada a Juan Camilo Angulo que le significó la tarjeta roja. El segundo con la capacidad de jugar para los demás, de tomar el equipo y llevarlo hacia adelante, de organizarlo si es necesario. Y gracias a un remate de él, cuando el club barranquillero estaba resguardado con un hombre menos, llegó el único tanto del encuentro.
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Viera no pudo controlar el balón, que le rebotó contra el pecho y, muy vivo, muy activo en el instante, Miguel Murillo la mandó al fondo de la red. Celebración a rabiar de todos los jugadores verdes y de Gerardo Pelusso, el DT que movió sus fichas para no perder puntos en casa.
Para su fortuna, el diferente, Benedetti le ayudó a solucionar lo que hubiera sido algo imperdonable: empatar contra un rival con 10 hombres. Angulo, que también debió haber sido expulsado como Díaz en su momento (después lo echaron en el tiempo de reposición) manchó una excelente noche por no saber controlar su temperamento, por dejarse llevar por la calentura de la cabeza.
Buena victoria del Cali (junto al Bucaramanga fueron los únicos locales que ganaron) en un encuentro que tuvo todos los elementos del fútbol: jugadas de peligro, atajadas, lujos, un gol y hasta puños y empujones que al final por poco opacan el que fue, como se anticipó, el clásico de la séptima fecha de la Liga Águila.