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Antes de ser locutor ejercía como mecánico industrial, profesión de la que se había graduado en Medellín. Lo primero que grabó, en calidad de prueba, fueron tres noticias. En Cartagena, el dueño de radio Fuentes, Rafael Fuentes, las escuchó por sugerencia de Alberto Reinoso, y cuando tuvo ante sus ojos a quien con el tiempo se convertiría en un leyenda de la radio deportiva en Colombia le dijo: “Quiero que sepa que usted no es mecánico, usted es locutor gústele o no”. Y allí comenzaría una exitosa carrera radial presentando boleros.
Con esa anécdota contada al programa Mi banda Sonora de Caracol Radio, Édgar Perea Arias recordó en una entrevista para esa casa periodística a la que estuvo vinculado durante 18 años, que Fuentes le ofreció un sueldo de $1.500 mensuales para que se retirara de la empresa donde soñaba ser el jefe de mecánicos y devengaba $600. Ante el ofrecimiento, Perea preguntó: “¿Un locutor se gana toda esa plata? Y renunció a la mecánica. En 1961 narró, para esa emisora, su primer partido de béisbol.
Desde entonces, pasaron más de 50 años a lo largo de los cuales le dio la vuelta al mundo narrando partidos de fútbol, de béisbol y peleas de boxeo; sus tres grandes pasiones junto a su Júnior de Barranquilla. Era un narrador polifacético: estuvo en ocho campeonatos mundiales de fútbol, tres Juegos Olímpicos, catorce series mundiales, un Tour de Francia y en todos las peleas mundialistas de Antonio Cervantes, “Kid Pambelé”.
Chocoano de nacimiento, cuando tenía apenas cinco años su madre, con quien vivía, falleció a principios de la década de los 40 y su padre decidió buscarlo para llevárselo a Cartagena, donde trabajada, para después radicarse varios años después en Barranquilla, de donde solo salía por asuntos del oficio de narrador. “Amo a esa ciudad, allí me formé y allí tengo a mi gente”, comentaba.
Perea se casó dos veces, primero con Celia y después con Angélica, a quien conoció en un banco. Como dato curioso, a ambas las conquistó con la canción Chiquitita del grupo sueco Abba -que hizo furor a finales de los años 70- y, claro, con su encanto personal.
Para Hernán Peláez Restrepo, icono de la radio deportiva en Colombia, “Édgar Perea fue el Romelio Martínez, después hicieron el estadio Metropolitano y fue otra cosa. Pero yo creo que el Romelio era una olla de presión para los visitantes y él empujaba al Júnior. Y Édgar no solo dominaba la sintonía sino que el estadio era un eco permanente, era el conductor, fue el hombre que popularizó aquello de ‘Junior tu papá’ y era el defensor a ultranza del Júnior. Es más, alguna vez fue encargado él, en compañía del Caimán Sánchez y del brasileño Mariño Rodríguez de Oliveira, como un cuerpo técnico del Júnior de Barranquilla”.
Reconocía ser “el peor crítico del Júnior”, porque era el que más duro le daba al equipo “de frente”, y hasta directivos del Júnior alguna vez lo boicotearon y hasta le pidieron alcalde que vetara su ingreso al estadio Romelio Martínez, un petición rechazada por el gobernante de turno en defensa del derecho al trabajo.
“Yo trabajé con mucho locutores deportivos y todos en su estilo muy buenos. Pero Édgar tenía una condición especial: era emotivo, pasional, era de un colombianismo llevado al máximo y un hombre que contagiaba con ese entusiasmo y remataba sus narraciones con la frase ‘Colombia mi patria querida’”, cuenta Peláez, uno de sus mejores amigos y compañero de cabina por muchos años.
Su intensidad en las narraciones hacía sentir a los colombianos como si estuvieran en el propio estadio. Su personalidad arrasadora lo convirtió en un ícono, en el narrador con mayor audiencia en el país. Y ese mismo sello lo hizo hacer cosas exuberantes como aquel histórico día en que llegó al estadio Metropolitano de Barranquilla en helicóptero y bajo de él como todo un rey, vestido de blanco de pies a cabeza.
En la década del 80, sus intensas peleas con sus colegas Jaime Ortiz Alvear y Óscar Rentería en el exitoso programa La Polémica, de Caracol, lo llevaron a un punto alto de su carrera, pero también a tres sanciones del Ministerio de Comunicaciones por sus palabras desmedidas y de grueso calibre. Y después de su romance con la hinchada barranquillera, tuvo que soportar que lo tildaran de traicionero por venirse a la capital a narrar el fútbol de los equipos bogotanos.
Las más históricas narraciones aún las tenemos retumbando en nuestras cabezas: el 5 a 0 de Colombia sobre Argentina, en el estadio Monumental, y el gol de Freddy Rincón en el empate ante la selección de Alemania en el Mundial de Italia 90.
El bicho de la política también lo picó. En 1998 fue senador de la República, con 75 mil sufragios, lo que significó en ese entonces ser el segundo más votado. Pero allí se vio frustrado, porque no pudo sacar adelante su iniciativa de crear el Ministerio del Deporte y se fue por la puerta de atrás, pues le quitaron la investidura por seguir dando sus opiniones en radio. Su camino político lo cerró luego siendo embajador en Sudáfrica.
En los últimos días estaba trabajando en un programa de televisión en el canal Claro y tenía un espacio en Colmundo Radio.
Anoche, la voz del Campeón se silenció a sus 81 años. Pero aquí, en el alma y el corazón, quedará marcada una frase para la eternidad: “Sigan siendo felices, Édgar les dice”.