¿La violencia en las barras bravas es un tema aislado del fútbol?

Luego del asesinato de un hincha de América de Cali el pasado sábado previo al clásico vallecaucano, se vuelve a hablar de la violencia asociada a este deporte. ¿A qué se atribuye esta problemática? ¿Qué tanto tienen que ver los equipos en esto? ¿Cuáles son las soluciones?

Andrés Osorio Guillott
10 de febrero de 2020 - 03:54 p. m.
Desde hace unos años se habla del barrismo social y de la función que tienen las barras bravas para solucionar desde dentro las problemáticas culturales que los han estigmatizado como vándalos y marginales. / Archivo
Desde hace unos años se habla del barrismo social y de la función que tienen las barras bravas para solucionar desde dentro las problemáticas culturales que los han estigmatizado como vándalos y marginales. / Archivo

La violencia es una problemática que está asociada a todos los ámbitos que componen una nación: a lo político, social, cultural y económico. Los asesinatos y riñas entre barras bravas, que no son un problema que se desligue del fútbol, tienen sus orígenes en lo social y en lo cultural si entendemos que las muertes producto de enfrentamientos por una camiseta de otro club evidencian un vacío relacionado con la educación de niños y adolescentes que pertenecen a estos grupos.

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Parafraseando a Hannah Arendt, filósofa alemana, la violencia es entendida como una herramienta o un medio para dominar al otro o a los otros. El deseo de un fanático porque su equipo y la identidad que este carga en la camiseta prevalezca por encima de los demás lo lleva a pensar que la dominación y el posterior poder del mismo también se expresan cuando en una pelea gana quien logró sobrevivir a los puños, las patadas y las puñaladas.

Que los jóvenes que pertenecen a las barras bravas piensen que asesinar al diferente es un código que le da cierto status y respeto a su grupo es una idea totalitaria que justifica la eliminación de quien es diferente para que permanezca y perdure una sola identidad.

El fútbol tiene su reflexión implícita sobre la democracia. En este, como en muchos otros deportes, el rival es necesario, o mejor que decir rival, el otro es indispensable para el desarrollo del juego. De ser todos iguales se perdería la esencia del juego y no tendría ningún sentido el objetivo de marcar un gol. Llegar a esta idea, a comprender que en el fútbol necesitamos y dependemos del otro es algo que los clubes y las entidades asociadas a este deporte no han querido enseñar con mayor énfasis en Colombia.

A diferencia de las polémicas declaraciones de Jorge Enrique Vélez, presidente de la Dimayor, en las que afirmó que la muerte o muertes de hinchas como el de América que falleció luego de haber sido golpeado y apuñalado por tres seguidores del Deportivo Cali son hechos aislados al fútbol y tienen que ver con seguridad urbana, las causas o razones de este tipo de delitos sí tienen que ver con el fútbol y sí debe ser un tema a trabajar por varias instituciones y entidades en Colombia.

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Inclusive es un tema que también compete al uso del lenguaje por parte de los medios de comunicación y de algunos jugadores. El tema es tan extenso y complejo que este tipo de elementos van legitimimando indirectamente la violencia. Titular o hablar de ganar un clásico a muerte, por poner un ejemplo, ya crea un mensaje agresivo que cala en el inconsciente colectivo de los fanáticos al deporte y los hace pensar o sentir que de cualquier manera el partido se debe ganar, ya sea dentro y fuera de la cancha.

Inclusive Ernesto Lucena, ministro del deporte, afirmó en Noticias Caracol que buscará reunirse con el presidente de la Dimayor, el fiscal general, la ministra del interior y el director de la Policía Nacional para tomar medidas que eviten las muertes de hinchas a causa de la intolerancia por los colores de la camiseta.

Proyectos de índole social como Fútbol en paz, Goles en paz o Goles y territorios de paz han ayudado a disminuir la violencia dentro y fuera de los estadios en Colombia. Una disminución del 59 % de los delitos asociados a las barras bravas se debe a programas como Fútbol en paz, en los que los integrantes de barras de equipos como Millonarios, Nacional, Santa Fe, América, Cali, Junior y demás equipos del fútbol colombiano participan en conjunto en acciones de inclusión e igualdad social.

Ya se había citado anteriormente en un artículo de este diario a Andrés Torres, director del documental “La fortaleza”: “¿por qué matarse por un equipo que es una empresa privada? La lógica que yo le encuentro, que parte de mi experiencia y mi reflexión, es que los muchachos que pertenecen a una barra encuentran una necesidad de identificarse con algo positivo”.

En países como Argentina o España, los clubes de fútbol cuentan con escuelas y proyectos sociales que conllevan a que los jugadores de divisiones menores cuenten con educación integral. Si bien esto no es un tema de barras, sí habla de un interés de esas instituciones por desarrollar actividades y espacios culturales y sociales que están asociados con el deporte, no que desliguen una función de otra.

El fútbol es un deporte de masas, y por ser de masas se convierte en un espacio que tiene una responsabilidad cívica con sus seguidores. Que del fútbol se parta para hablar de racismo, por poner un ejemplo, habla de esa función del deporte por promover mensajes de paz y tolerancia. Aquí de nuevo se ofrece un contraargumento a Vélez para decirle que la violencia o seguridad, como él lo llama, de barras bravas en las ciudades también es un tema que puede trabajarse y que, de hecho, ya se ha trabajado con los equipos al salir a las canchas con camisetas y pancartas que invitan a vivir el fútbol en paz.

Las soluciones, además de los programas de inclusión social que se mencionaron anteriormente, también las ofrecen las mismas barras bravas. Desde hace años se decidió hablar de barrismo social, de manera que los líderes de cada parche, como se le llama a cada subgrupo que compone la barra en general, se han encargado de realizar actividades que no solamente eduque a cada individuo, sino que también ayude a personas de escasos recursos en múltiples ámbitos. Blue Rain, Comandos Azules, La Guardia Albirroja Sur, Los del Sur, El Disturbio Rojo, La Rexistencia y demás barras de los equipos grandes del fútbol colombiano cumplen con jornadas de donación de útiles escolares, de alimentación y de limpieza de parques y zonas públicas en sus respectivas ciudades, además de incluir a los adolescentes en espacios educativos y culturales que ayuden a entender que el fútbol y el carnaval se pueden vivir y disfrutar sin necesidad de ver al otro como una amenaza.

Algunos apelan a decir que “esos muchachos ya no tienen arreglo”, y de nuevo la apuesta, que debe incluir soluciones efectivas para disminuir en el mayor número posible los delitos asociados a las barras bravas, debe ser un asunto de Estado, un trabajo en conjunto que le dé educación y garantías a los niños y adolescentes para que no crezcan sin sus derechos a educación y recreación, para que la violencia no se convierta en su entorno y en su modo de supervivencia, para que el fútbol no sea visto como el promotor de muertes e intolerancia. 

Por Andrés Osorio Guillott

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