Las dos caras de Leandro Castellanos

Después de 10 meses sin jugar por una lesión de tendón de Aquiles y vivir a la distancia el comienzo de la crisis deportiva del equipo cardenal, el capitán albirrojo ahora está cerca del récord de imbatibilidad de minutos en el fútbol colombiano. El cuadro bogotano lucha por clasificar a las finales de la Liga Águila y este domingo enfrenta al Unión Magdalena, en El Campín (5:00 p.m.).

Luis Guillermo Montenegro Silva
20 de octubre de 2019 - 02:00 a. m.
Las dos caras de Leandro Castellanos

Aquiles, el guerrero griego, fue abatido por el troyano Asteropeo en la guerra de Troya y la manera de hacerlo fue clavándole una flecha en el tobillo, que, según los relatos de la mitología, era la única parte vulnerable de su cuerpo. Por esto, al tendón calcáneo, que une los huesos de la planta del pie con el músculo posterior, lo llamaron el tendón de Aquiles, en homenaje a este personaje y reconociendo la vulnerabilidad de esta parte del cuerpo humano. Para los deportistas de alto rendimiento, una de las lesiones más complicadas es la ruptura de este tendón y los que la han sufrido dicen que en ese momento se siente como un quemón. Debido a que no se regenera, la única manera de recuperarlo es haciendo una cirugía para implantar un injerto, que es extraído del cuerpo del paciente. La recuperación es lenta y volver a la competencia es cuestión de paciencia.

Leandro Castellanos, arquero y capitán de Santa Fe, estaba pasando por uno de los mejores momentos de su carrera. Estaba siendo convocado para la selección colombiana de fútbol y su nivel iba en ascenso, pero el 5 de septiembre de 2018, al minuto 54 del partido entre Santa Fe y Envigado en el estadio El Campín de Bogotá, salió corriendo en busca de una pelota tras el pase del volante Yeison Gordillo, pero cuando apoyó su pie derecho y lo levantó, sintió un profundo dolor que de inmediato lo obligó a tirarse al piso. Como reflejo, sus manos tomaron su pie, como teniéndolo para que no se desprendiera esa parte de su cuerpo.

El médico Rafael Montaña no necesitó muchos estudios para diagnosticar el tipo de lesión, claro que tocó esperar un tiempo prudente para que se desinflamara la zona afectada y ahí sí poder operar. El golpe físico fue fuerte, pero el moral fue aún mayor. Leandro sintió tristeza, ganas de tirar todo lejos, pero fue su familia la que lo motivó a perseverar y a tener la ilusión de regresar más fuerte.

Por la gravedad del caso, la cabeza se llena de basura, de ideas derrotistas que llevan a plantearse la posibilidad de que no hay futuro. Más cuando se es arquero y se tienen 34 años, una edad avanzada en el fútbol. “¿Volveré a mi nivel?”, la gran incógnita, que solo se puede responder con el tiempo y luego de trabajar con intensidad.

Desde el día cero Leandro se visualizó saliendo del túnel del estadio El Campín con el uniforme de Santa Fe y la banda de capitán en su brazo derecho. Debajo de los tres palos y teniendo las espectaculares atajadas a las que acostumbró a la hinchada cardenal. Esto no sería fácil, pero con el apoyo del cuerpo médico del club albirrojo todo se encaminó a eso.

“Nadie quiere tener una lesión de este tipo, pero también de esto he aprendido muchas cosas en mi vida y en mi carrera. El tener la valentía de levantarse de esta situación y de emprender el camino en búsqueda de un buen nivel en el que se pueda demostrar que estamos en capacidad para jugar aún en un equipo grande como Santa Fe”, le dijo Leandro a El Espectador.

De lo peor sacó lo mejor. Tuvo el carácter para sortear la situación, y mientras su equipo vivía una racha negativa de resultados (se fue el técnico Guillermo Sanguinetti y en la etapa de Gerardo Bedoya no se ganó ningún partido), él a la distancia hacía fuerza para que todo mejorara, pero también intentaba aislarse y aprovechar el tiempo en familia, jugar con sus tres hijos y dedicarles tiempo a sus padres, hermanos y esposa.

Cada paso, por corto que fuera, significaba avanzar. “Me aferré a Dios. Él es el que te da las posibilidades en la vida. A mí me ha dado todo. Luego me apoyé en la familia, porque es el motor. Este es un deporte de pasión en el que la gente cuando vas bien te quiere y cuando vas mal te odia, pero la familia siempre está, así ganes, pierdas, empates, estés activo o retirado, lesionado o jugando. La familia siempre va a estar y te va a hacer sentir especial, y eso es lo que te va a fortalecer para asimilar y encarar cada situación tanto en lo laboral como en lo personal”, dice con emoción.

Respecto al no poder hacer nada mientras Santa Fe vivía el comienzo de su reciente crisis deportiva, el nortesantandereano de 35 años explicó que “se sentía impotencia, pero lo único que podía hacer era apoyar a la distancia”.

Del infierno al cielo

“Fue duro, porque uno quisiera aportar a salir en cada mal momento. Luego me tocó vivirlo y el inicio fue muy duro, porque no éramos capaces de sacar un buen resultado jugando bien, regular o mal. Todo estaba en contra, pero tuvimos la valentía de soportar los momentos. Eso habla también del carácter del grupo, de la unión que se hizo y de la sapiencia del que llegó a conducirnos, que fue el profe Hárold Rivera, quien nos entendió y fortaleció en aspectos que él creía que eran vitales, y hoy por hoy estamos en la pelea de ingresar a los cuadrangulares”, explica el capitán del equipo albirrojo.

De esa racha negativa de juegos sin victoria, de esa posibilidad de entrar en puestos de descenso, del fondo del abismo oscuro salió Santa Fe. En gran parte gracias al trabajo defensivo y a las atajadas de Leandro Castellanos, que no saca el balón del fondo de su portería desde hace más de nueve partidos, coincidiendo con el invicto que también suma el cuadro cardenal en las fechas más recientes de la Liga Águila. La última anotación que recibió fue el 25 de agosto pasado, cuando transcurría el minuto 84 en el juego ante Rionegro.

Con esa madurez que dan los años y con la inteligencia que le caracteriza, Leandro dice que “hay que seguir manteniendo la calma, el fútbol te enseña que no eres el más malo cuando pierdes y tampoco el mejor cuando ganas. Hoy en día tengo una racha muy buena, pero eso no es lo más importante ahora. No hemos conseguido el objetivo, y eso hay que tenerlo claro. No podemos perder el hambre ni la ilusión”, finaliza.

Por Luis Guillermo Montenegro Silva

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