Millonarios, de una campaña ganadora a la eliminación

De cómo el experimentado director técnico Jorge Luis Pinto terminó aceptando las razones del fracaso del equipo en 2019. Con responsabilidad compartida con los dirigentes, se desmanteló un proceso deportivo que terminó costando caro.

Redacción deportes
24 de octubre de 2019 - 11:57 p. m.
Jorge Luis Pinto, técnico de Millonarios. / Óscar Pérez
Jorge Luis Pinto, técnico de Millonarios. / Óscar Pérez

Hace algunas semanas, cuando empezaba a advertirse el bajón deportivo de Millonarios, su técnico, Jorge Luis Pinto, encaró a los periodistas diciéndoles que ellos no eran técnicos y que él había dirigido varios Mundiales. Pero no necesitaban ser técnicos ni tampoco periodistas para que los aficionados se dieran cuenta de la realidad: el equipo demostraba flagrantes errores en la cancha. El miércoles, al final del clásico con Santa Fe, que terminó con la aparatosa derrota del conjunto albiazul por 4 a 2, Pinto terminó reconociendo la verdadera razón de la debacle: desajustaron el plantel y por eso hoy él es el primer responsable.

“Yo pienso que cometí un error y lo acepté: desbaraté lo que estaba bien y eso me ha dado duro en la consciencia. Un equipo que había hecho un promedio que no lo había hecho nunca, que tenía virtudes y defectos, buenos jugadores, lo desbaratamos y ahí nos equivocamos”, admitió en rueda de prensa. Pero en el presente torneo ya no hay tiempo para dar marcha atrás. En menos de dos meses el equipo demostró las enormes falencias de su nómina, derrochó puntos importantes, y cuando todos lo daban como finalista, apenas sumó uno de 18 puntos disputados, perdió los ahorros del año y está eliminado.

Sin embargo, la ruptura del proceso empezó desde que Pinto tomó las riendas del equipo. El primero en marcharse fue Andrés Cadavid, baluarte de la estrella 15 en diciembre de 2017. A pesar de sus vacíos futbolísticos -todos los tienen-, su liderazgo para sacar al equipo desde la defensa no fue reemplazado. Como si fuera poco, también los directivos, y Pinto aceptándolo, dejaron ir al uruguayo Matías de Los Santos. En reemplazo de los dos centrales, el equipo inicialmente quedó en manos de dos juveniles con futuro, pero sin suficiente experiencia para enfrentar los difíciles retos de la liga: Jair Rambal y Breiner Paz.

Como complemento, llegó el barranquillero Luis Payares, que después de una larga convalecencia entró a la titular sin alcanzar un mínimo de seguridad en la línea posterior. Pero el problema fue mayor con los dos aparentes refuerzos que aparecieron a última hora para llenar los vacíos: Deivy Balanta, que había sido suplente en Júnior y que demostró un escaso nivel futbolístico. Y con él, José Luis Moreno, que después de una lesión era suplente en Once Caldas. Ambos permanecen hoy en el equipo con opción de compra, pero la pregunta que se hacen los aficionados es si constituyen una buena apuesta de cara al futuro.

En contraste, los laterales han sido un dolor de cabeza permanente. Quizás el jugador más resistido por la afición es Felipe Banguero, pero ahí continúa con enormes vacíos en defensa y precariedades para terminar las jugadas de ataque. Su reemplazo, Ómar Bertel, también de la casa, pero sin que todavía se pueda afirmar que sea la solución. Del lado contrario, el canterano Andrés Felipe Román terminó ganándole la posición a Jair Palacios, que tampoco alcanzó un nivel mínimo en defensa y ataque. En síntesis, entre unos y otros, el equipo mostró mucha debilidad para resistir a delanteros hábiles y en múltiples ocasiones demostró su impotencia.

En la mitad de la cancha  también el equipo se vio desbaratado. John Duque, que había sido uno de los líderes del campeón de 2017, fue cayendo en su rendimiento y se transformó en el habitual expulsado o el destinatario de las tarjetas amarillas. Y lo que es más crítico, Pinto no le encontró el socio ideal. A ratos fue César Carrillo y por momentos Felipe Jaramillo. Pero el primero perdió continuidad y de ser el volante con varios goles de media distancia se fue opacando, mientras el segundo soportó una lesión, pero regresó a la línea medular sin la misma consistencia. Entre ellos estuvo otro canterano Stiven Vega, cuya incidencia está por verse.

En cuanto a los creativos, el eje fue David Macallister Silva, pero poco a poco se fue quedando solo en la difícil tarea de poner a los delanteros en posición de gol. Su principal socio en el primer torneo de 2019, Cristian Marrugo, se fue al final de la temporada y ninguno de los que quedaron logró aportar lo que hizo el volante cartagenero. Santiago Montoya volvió a lesionarse de gravedad; Juan David Pérez, tuvo un desempeño de altibajos, lo que lo convirtió en el habitual reemplazo en medio de los partidos; Hansel Zapata, que llegó de Equidad, arrancó como titular y tuvo algunos juegos con buen desempeño, pero fue perdiendo protagonismo.

Con ellos, volvieron dos jugadores al plantel. Juan Camilo Salazar, que se había ido a San Lorenzo en Argentina como un interesante prospecto, pero regresó sin continuidad,  muy lejos de su nivel e improvisado en la línea medular.  Y Óscar Barreto que retornó de Rio Ave de Portugal, pero tampoco dio la talla para ser tenido en cuenta salvo algunos pasajes de distintos encuentros. A ratos se coló en la nómina Elíser Quiñones, pero demostró que al menos en Millonarios no pasó de ser un eventual emergente. En general, al medio campo del equipo albiazul se le vio carente de ideas, referenciado por los rivales, improductivo.

El otro desequilibrio fue la delantera. Primero se fue a Querétaro de México Ayron del Valle, ariete clave en el título de 2017, y después partió el paraguayo Roberto Ovelar que, a pesar de sus altibajos, tácticamente tuvo significativos aportes en el primer torneo de 2018. En su reemplazo apareció el costarricense José Guillermo Ortiz, que comenzó sorprendiendo a todos con seis goles en tres partidos y se fue opacando. Regresó de Portugal Cristian Arango, sin mayores aportes; y con él alternó Fabián González Lasso, que inicialmente tuvo una delicada enfermedad, pero no logró revalidar con goles lo que había aportado en el primer torneo de 2019.

A todo lo anterior se suma el dilema del arco. El internacional venezolano Wuilker Faríñez, que fue prenda de garantía en el primer torneo de 2019, entró en una ambigua situación. Primero se dijo que se iba del equipo, pero después firmó contrato. Entre sus ausencias por estas razones y las propias de su condición de seleccionado en su país, obligaron a Millonarios a buscar un segundo arquero. Ese fue Jefferson Martínez, procedente de Envigado, que en términos generales mostró condiciones, pero se vio sacrificado por el flojo desempeño de la defensa. Al final, entre los dos encajaron 27 goles en contra, un crítico registro a la hora de los balances.

Ahora bien, entre tantas dificultades, suplentes y retrocesos, el técnico Pinto tuvo errores garrafales. El mayor de ellos, el pasado 4 de septiembre, cuando se fue a jugarle al Unión Magdalena en Santa Marta con un equipo de emergentes y perdió 2 a 1. No solo despilfarró la oportunidad de sumar tres puntos que terminó necesitando, sino que ese fue el punto de partida de la mala racha que lo llevó a quedar fuera de las finales. En adelante, se le vino la noche. Perdió con Cúcuta, Tolima, América, Júnior, y Santa Fe, y escasamente ganó un punto de local ante Patriotas. Contra todos los pronósticos, perdió el rumbo y salió del sitial de los privilegiados.

La lección hoy se traduce en la eliminación de las finales y la pérdida de todo lo que se había sumado en el año, pues seguramente el cupo que tenía asegurado a la Copa Libertadores de América terminará también perdiéndose. Este 23 de octubre fue el puntillazo cuando no solo terminó goleado ante sus parciales por su rival de plaza por 4 a 2, sino porque su técnico Jorge Luis Pinto, añorando el pasado reciente, terminó aceptando lo que no puede volver a hacerse: “el equipo ganó y tuvo promedio de puntos altísimos y lo desbaratamos: se fueron jugadores que mal o bien rendían y tenían aporte táctico más productivo”.

Solo resta agregar que la primera responsabilidad es de Jorge Luis Pinto, pero también cabe mucha culpa a los dirigentes, empezando por su presidente, Enrique Camacho, empecinados en armar un equipo barato y creyendo que todo lo podía resolver la sapiencia de un entrenador con más de 40 años de experiencia y varios mundiales. Por supuesto a Norberto Peluffo que sigue dando pasos en falso en la tarea de conseguir jugadores para el primer equipo, y obviamente a la plantilla de jugadores que, entre sus aportes y limitaciones, no supieron dimensionar lo que significa jugar en un equipo histórico con una enorme afición y 15 títulos de la liga.

 

Por Redacción deportes

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