El enigma de Alberto Gamero
Con la decisión de seguir peleando en Copa Libertadores y Liga BetPlay, el equipo embajador recibe al líder del grupo con la necesidad de ganar para mantener opciones de avanzar al menos a la Copa Sudamericana.
Veinte años casi ininterrumpidos lleva dirigiendo Alberto Gamero. Antes jugó fútbol profesional durante dos décadas y se preparó para ser entrenador después de que colgó los guayos. Por eso sabe bien cómo afrontar los retos que se presentan a diario en un club grande o chico, pues con unos y otros ha disfrutado de la victoria y sufrido con la derrota.
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Veinte años casi ininterrumpidos lleva dirigiendo Alberto Gamero. Antes jugó fútbol profesional durante dos décadas y se preparó para ser entrenador después de que colgó los guayos. Por eso sabe bien cómo afrontar los retos que se presentan a diario en un club grande o chico, pues con unos y otros ha disfrutado de la victoria y sufrido con la derrota.
A Millonarios llegó en diciembre de 2019 para cumplir un sueño, pues desde que se convirtió en entrenador se propuso sentarse en el banquillo norte de El Campín y salir campeón como lo hizo también cuando era futbolista y lucía la camiseta azul, la única con la que ganó un título vestido de cortos. No era un momento sencillo para el club, que acababa de licenciar a Jorge Luis Pinto y tenía dificultades económicas.
Él estaba bien en el Tolima, pero incluso al dueño, Gabriel Camargo, le había advertido que si Millonarios le hacía un ofrecimiento, él se iba. Y nada tenía que ver la plata en el asunto. Su familia vivía en Bogotá y él sentía un estrecho lazo con el club embajador.
Su primera temporada no fue sencilla. Marcado por la pandemia, 2020 fue un año de muchas dificultades para armar una buena nómina y, sobre todo, implementar los conceptos y el estilo de juego que traía al lado de sus colaboradores más cercanos: Orlando Rojas, Diego Rojas y Ricardo “Pitirri” Salazar. No clasificó a las finales y en cambio ganó la “liguilla de eliminados”, un torneo de consolación a fin de año que terminó siendo la base de las siguientes campañas.
De ahí en adelante su gestión comenzó a dar resultados. Fue finalista en el primer semestre de 2021 y terminó segundo en la reclasificación del año, por lo que logró cupo a fase previa de la Copa Libertadores. En 2022 ganó la Copa Colombia, peleó ambos torneos y fue primero en el acumulado del año. En 2023 por fin ganó la Liga, la del primer semestre. También fue protagonista en el torneo siguiente y quedó subcampeón de la Copa local. Y arrancando 2024 levantó el trofeo de la Superliga, al vencer a Junior.
Pero más allá de los resultados, de la mano de Gamero, Millonarios recuperó el prestigio que había perdido, se consolidó económicamente gracias a la venta de jugadores y las buenas taquillas, y volvió a ser respetado. El proceso fue reconocido por propios y extraños. El famoso Ballet Azul volvió a sonar. De los años oscuros del “arroz con huevo”, en los que la institución estuvo a punto de desaparecer y duró 24 años sin ganar un título, no queda nada. Hoy el club goza de buena salud.
Sin embargo, ser protagonista no le basta a buena parte de su exigente hinchada, que este semestre ha criticado, algunas veces con razón, al entrenador samario de 60 años, a los directivos y a los jugadores. Millonarios perdió cinco partidos consecutivos en la fase Todos contra Todos de la Liga BetPlay y completó siete juegos sin ganar. Después logró seis triunfos en línea para clasificar agónicamente a los cuadrangulares semifinales.
En Copa Libertadores empató 1-1 con Flamengo en casa y luego cayó en sus visitas a Bolívar de Bolivia (3-2) y Palestino de Chile (3-1), aunque lo que indignó a sus seguidores no fueron las derrotas, sino el pobre nivel futbolístico del equipo, evidentemente afectado por el trajín de tantos partidos claves y las pocas variantes en una nómina corta.
Esa ha sido, tal vez, la gran falla de Gamero y los directivos. No reforzaron el plantel para el doble compromiso y han sufrido para cumplir con decoro en ambos torneos. A decir verdad, si se concentraba en la Liga local, y sin Nacional y América en los cuadrangulares, podría dar la pelea. En la Libertadores ni siquiera con sus mejores hombres en buen momento físico y futbolístico podría jugarles de tú a tú a los grandes del continente.
“Vamos a pelear ambos torneos hasta que tengamos opciones”, dice Gamero con insistencia. Y es el mensaje que replican sus jugadores: “Para eso trabajamos, para poder responder en ambos frentes, más allá del desgaste”, admite el defensa costarricense Juan Pablo Vargas. Por eso, Millonarios enfrentará este miércoles a Bolívar, desde las 9:00 p.m., por ESPN, con el objetivo de ganar para seguir con opciones matemáticas de avanzar a la siguiente ronda o al menos de acceder al repechaje de la Copa Sudamericana como tercero del grupo.
Para lograrlo no podrá contar con dos de sus volantes creativos, David Mackalister Silva y Daniel Cataño, ambos lesionados. Por eso apelará a sus otras figuras: el arquero Álvaro Montero, Juan Pablo Vargas, al creativo Daniel Ruiz y al goleador Leonardo Castro, en romance con la red por estos días. Bolívar es líder del Grupo E, con nueve puntos, seguido de Flamengo con cuatro. Palestino tiene tres y Millonarios apenas una unidad.
El conjunto embajador viene de caer 2-1 con el Junior de Barranquilla en la primera jornada de los cuadrangulares semifinales de la Liga, pero se aferran al apoyo de su público para tratar de conseguir los tres puntos. El dilema, no obstante, continúa. ¿Vale la pena seguirles apostando a los dos frentes y reventar al equipo o llegó la hora de decidirse por uno?
Es relativo eso de que los clubes grandes deben prepararse para pelear todo. Eso aplica para equipos verdaderamente poderosos, con recursos e infraestructura para hacerlo. No es cuestión de ser conformistas, sino realistas. Millonarios no tiene ropa para brillar en la Libertadores, así sus hinchas sientan que sí. De hecho, como ya ha ocurrido, tampoco hay garantía de que si se dedica de lleno a la Liga vaya a llegar a la final.
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