Las enseñanzas de las derrotas de Millonarios
El equipo embajador ha perdido sus dos últimos partidos, sin embargo, sigue bien ubicado de cara a las finales de la Liga Águila. ¿Pero qué está pasando? Análisis.
Redacción Deportes
Seguramente Millonarios va a clasificar a las finales del torneo porque con 31 puntos y tres partidos por delante tiene altas probabilidades de que así sea, pero las derrotas consecutivas ente Envigado y Cortuluá de las últimas dos fechas desnudaron la realidad del equipo. La era de Rubén Israel ha desarrollado un conjunto sólido en defensa que a punta de esfuerzo saca adelante los partidos. Pero se ha vuelto predecible y los rivales que lo estudian ya saben cómo hacerle daño.
Y todo el dilema empieza por la creación. Ni Jonathan Estrada ni David Macalister Silva son líderes en la cancha. Son talentosos y saben asociarse para sacar al equipo, pero les falta el genio que resuelve los partidos con el pase justo o la jugada clave, como lo demostró Mayer Candelo ante Cortuluá. A sus 39 años, le bastaron dos momentos para cambiar la historia del partido. Y la diferencia es la precisión en la entrega, la ubicación en la cancha, la lectura del juego.
Con 29 años, 11 de ellos en el fútbol profesional, David Macalister Silva es un volante mixto con criterio para encarar a sus rivales, sacrificio a la hora de la marca y movimientos que demuestran su habilidad para resolver en espacios cortos. Pero en momentos se va del juego, desaparece o se le ve desconectado. Ha demostrado que es un jugador con capacidad de gol pero no el que enhebra los hilos del medio campo. Es más el complemento de un líder, que tampoco es Jonathan Estrada.
A su vez el antioqueño, ya por sus 33 años, a pesar de su largo recorrido nacional e internacional, no ha logrado ser el insustituible del equipo. Por el contrario, se le advierte en descenso. Impreciso en sus entregas, con centros sin destino, amarrando demasiado el balón sin poderse soltar la marca, con exceso de taquitos y florituras. En los tiros libres, otra de sus cualidades, ya lo está sustituyendo el central Henao. Ha venido perdiendo protagonismo y eso se nota en la estructura del equipo.
Con vacíos en la funcionalidad de Silva y Estrada, a Millonarios se le advierte limitado para llegar al arco contrario. Robayo aporta su despliegue físico de siempre y su entrega por la divisa, pero cuando se desordena, también lo hace el equipo. Y Elkin Blanco, que siempre tiene el raspador al día, queda condicionado a pegar más de la cuenta. Pero el asunto pasa básicamente porque hay demasiada labor defensiva por escasez de manejo en la línea medular.
Si a estos factores se suma el bajón de los laterales Lewis Ochoa y Deiver Machado, piezas claves por los costados, el equipo queda maniatado. Con otro hecho inocultable. Millonarios no tiene una delantera de miedo. Se destaca Rangel en los balones que van por lo alto porque a ras de piso es muy limitado, y Maxi Núñez que se limita a tirar centros, muchos de ellos bien hechos, pero hasta ahí. En esas condiciones, aunque ha remontado partidos, le da mucha brega cuando entra en desventaja.
En esas condiciones, si se mira a la banca las soluciones no abundan pero causan interrogantes. Yulián Mejía, con 26 años, y recorrido por Envigado, Tigre, Medellín, Tolima y Nacional, o definitivamente no dio lo suficiente y lo prueba su recurrente suplencia en grandes equipos, o algo falta para que florezca todo su talento. Se le ven chispazos, buena media distancia, pero no ha tenido un partido completo en Millonarios. ¿Será que es suficiente? ¿No tiene como sentar a Silva o Estrada?
Algo similar pasa con Rafael Carrascal. Cuando jugaba en Alianza Petrolera era el mago del equipo, el que manejaba los hilos, el hombre clave de la media cancha. Varios equipos quisieron tenerlo en sus filas y finalmente Millonarios se quedó con la opción. Se le vio la capacidad de entrada, su claridad para el pase corto y largo, pero cayó a la banca. La pregunta de los hinchas es: ¿Es más jugador que Robayo y Blanco? ¿Y si lo es por qué no juega desde el primer minuto?
En los últimos partidos en los que ha entrado, se le aprecia seguro en el control del balón y la entrega, pero como si la banca le pesara. A veces lento, a veces inseguro. Un craso error suyo determinó la derrota frente a Envigado. Existe una ventaja con él, apenas tiene 23 años, pero necesita confianza, continuidad, y si sus colegas de primera línea están teniendo baches, es hora de que aparezca y demuestre por qué fue una de las revelaciones de los últimos torneos.
El pasado enero, cuando empezó la temporada, aparecieron 12 contrataciones. Hoy el balance no es el mejor. De los nuevos, apenas dos son titulares, Estrada y Carlos Henao. Henry Rojas empezó bien y ahora entra a terminar algunos partidos. Yulián Mejía y Rafael Carrascal, lo dicho. Talentosos pero en la banca. Héctor Quiñonez, lo mismo, suplente. Óscar Barreto no volvió a aparecer. Cristian Ovelar se fue. Carlos y David Valencia, no se sabe. Y Andrés Escobar, en espera.
Así las cosas, el equipo es el mismo que recibió Israel a mediados de 2015. Vikonis en el arco, Lewis y Deiver por los costados, Andrés Cadavid con Henao. Blanco, Robayo y Silva con Estrada y Núñez con Rangel. Jonathan Agudelo borrado, Gabriel Diaz borrado, Mario González borrado y pocas caras nuevas de la cantera. El único Stiven Vega, con apenas 18 años, sin duda el de mayor proyección y, hoy por hoy, la apuesta del club para aportar al fútbol profesional.
En síntesis, las derrotas ante Envigado y Cortuluá son importantes porque muestran verdades. Aterrizan a la afición que con su habitual triunfalismo se ilusiona más de la cuenta. Obligan a la crítica que es necesaria en la construcción de todo equipo. Y sobre todo, demuestran a los estrategas del club, que hay que seguir buscando refuerzos.
Seguramente Millonarios va a clasificar a las finales del torneo porque con 31 puntos y tres partidos por delante tiene altas probabilidades de que así sea, pero las derrotas consecutivas ente Envigado y Cortuluá de las últimas dos fechas desnudaron la realidad del equipo. La era de Rubén Israel ha desarrollado un conjunto sólido en defensa que a punta de esfuerzo saca adelante los partidos. Pero se ha vuelto predecible y los rivales que lo estudian ya saben cómo hacerle daño.
Y todo el dilema empieza por la creación. Ni Jonathan Estrada ni David Macalister Silva son líderes en la cancha. Son talentosos y saben asociarse para sacar al equipo, pero les falta el genio que resuelve los partidos con el pase justo o la jugada clave, como lo demostró Mayer Candelo ante Cortuluá. A sus 39 años, le bastaron dos momentos para cambiar la historia del partido. Y la diferencia es la precisión en la entrega, la ubicación en la cancha, la lectura del juego.
Con 29 años, 11 de ellos en el fútbol profesional, David Macalister Silva es un volante mixto con criterio para encarar a sus rivales, sacrificio a la hora de la marca y movimientos que demuestran su habilidad para resolver en espacios cortos. Pero en momentos se va del juego, desaparece o se le ve desconectado. Ha demostrado que es un jugador con capacidad de gol pero no el que enhebra los hilos del medio campo. Es más el complemento de un líder, que tampoco es Jonathan Estrada.
A su vez el antioqueño, ya por sus 33 años, a pesar de su largo recorrido nacional e internacional, no ha logrado ser el insustituible del equipo. Por el contrario, se le advierte en descenso. Impreciso en sus entregas, con centros sin destino, amarrando demasiado el balón sin poderse soltar la marca, con exceso de taquitos y florituras. En los tiros libres, otra de sus cualidades, ya lo está sustituyendo el central Henao. Ha venido perdiendo protagonismo y eso se nota en la estructura del equipo.
Con vacíos en la funcionalidad de Silva y Estrada, a Millonarios se le advierte limitado para llegar al arco contrario. Robayo aporta su despliegue físico de siempre y su entrega por la divisa, pero cuando se desordena, también lo hace el equipo. Y Elkin Blanco, que siempre tiene el raspador al día, queda condicionado a pegar más de la cuenta. Pero el asunto pasa básicamente porque hay demasiada labor defensiva por escasez de manejo en la línea medular.
Si a estos factores se suma el bajón de los laterales Lewis Ochoa y Deiver Machado, piezas claves por los costados, el equipo queda maniatado. Con otro hecho inocultable. Millonarios no tiene una delantera de miedo. Se destaca Rangel en los balones que van por lo alto porque a ras de piso es muy limitado, y Maxi Núñez que se limita a tirar centros, muchos de ellos bien hechos, pero hasta ahí. En esas condiciones, aunque ha remontado partidos, le da mucha brega cuando entra en desventaja.
En esas condiciones, si se mira a la banca las soluciones no abundan pero causan interrogantes. Yulián Mejía, con 26 años, y recorrido por Envigado, Tigre, Medellín, Tolima y Nacional, o definitivamente no dio lo suficiente y lo prueba su recurrente suplencia en grandes equipos, o algo falta para que florezca todo su talento. Se le ven chispazos, buena media distancia, pero no ha tenido un partido completo en Millonarios. ¿Será que es suficiente? ¿No tiene como sentar a Silva o Estrada?
Algo similar pasa con Rafael Carrascal. Cuando jugaba en Alianza Petrolera era el mago del equipo, el que manejaba los hilos, el hombre clave de la media cancha. Varios equipos quisieron tenerlo en sus filas y finalmente Millonarios se quedó con la opción. Se le vio la capacidad de entrada, su claridad para el pase corto y largo, pero cayó a la banca. La pregunta de los hinchas es: ¿Es más jugador que Robayo y Blanco? ¿Y si lo es por qué no juega desde el primer minuto?
En los últimos partidos en los que ha entrado, se le aprecia seguro en el control del balón y la entrega, pero como si la banca le pesara. A veces lento, a veces inseguro. Un craso error suyo determinó la derrota frente a Envigado. Existe una ventaja con él, apenas tiene 23 años, pero necesita confianza, continuidad, y si sus colegas de primera línea están teniendo baches, es hora de que aparezca y demuestre por qué fue una de las revelaciones de los últimos torneos.
El pasado enero, cuando empezó la temporada, aparecieron 12 contrataciones. Hoy el balance no es el mejor. De los nuevos, apenas dos son titulares, Estrada y Carlos Henao. Henry Rojas empezó bien y ahora entra a terminar algunos partidos. Yulián Mejía y Rafael Carrascal, lo dicho. Talentosos pero en la banca. Héctor Quiñonez, lo mismo, suplente. Óscar Barreto no volvió a aparecer. Cristian Ovelar se fue. Carlos y David Valencia, no se sabe. Y Andrés Escobar, en espera.
Así las cosas, el equipo es el mismo que recibió Israel a mediados de 2015. Vikonis en el arco, Lewis y Deiver por los costados, Andrés Cadavid con Henao. Blanco, Robayo y Silva con Estrada y Núñez con Rangel. Jonathan Agudelo borrado, Gabriel Diaz borrado, Mario González borrado y pocas caras nuevas de la cantera. El único Stiven Vega, con apenas 18 años, sin duda el de mayor proyección y, hoy por hoy, la apuesta del club para aportar al fútbol profesional.
En síntesis, las derrotas ante Envigado y Cortuluá son importantes porque muestran verdades. Aterrizan a la afición que con su habitual triunfalismo se ilusiona más de la cuenta. Obligan a la crítica que es necesaria en la construcción de todo equipo. Y sobre todo, demuestran a los estrategas del club, que hay que seguir buscando refuerzos.