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Con Alberto Gamero designado como DT, Santiago empezó a luchar contra la lentitud desesperante con la que la rodilla y los ligamentos empiezan a recobrar movilidad, y a ser fuertes como antes. “Me entró un poco de ansiedad porque él ya me conocía de Tolima y quería que me tuviera en sus planes”. Pero no era tiempo de hablar de fútbol, mucho menos cuando el amague de derrumbe, como había pasado antes, era latente (279 días alejado de la competencia por molestias previas). Entonces Montoya, mitigando uno que otro dolor, aprendió a caminar de nuevo, cojeando un poco, dejó las muletas y cuando sintió comodidad, y no hubo temor, empezó a trotar. Dos jornadas de fortalecimiento y de pesas diarias, en algunas ocasiones hasta tres, generaron confianza. “Fui más serio que en otras oportunidades, porque el temor de un fin era grande. Me cuidé no solo con el ejercicio, sino en la alimentación, siendo riguroso en las terapias”. De hecho, cuando empezó la cuarentena por el COVID-19 y se vislumbró que el fútbol profesional colombiano estaría suspendido un largo rato, Montoya, a diferencia del resto de jugadores, vio algo positivo en la pausa: más tiempo para él y su rodilla izquierda. “No es por ser egoísta, porque entiendo todo lo que ha generado este virus, pero en mi caso se puede decir que me ha beneficiado”.
Por el retorno a la normalidad
Hace un mes Santiago está trabajando a la par de sus compañeros vía Zoom. Su fortaleza, la entrega absoluta y el compromiso con su profesión lo tienen en un punto en el que se siente listo para tocar la pelota. “Compré un pequeño gimnasio para no quedarme solo con las indicaciones de los fisioterapeutas, sino ir más allá. Eso sí, siendo prudente, pero exigente, porque uno siente cuando el cuerpo va cediendo”. Y ahora, cuando ya hay una fecha estipulada para el regreso a los entrenamientos de los equipos profesionales, Santiago está a la espera de que le digan “venga, Montoya, métase a hacer este trabajo” o “Montoya, enganche y patee al arco”. Viene un punto en el que probará si en los giros, tan naturales en su manera de jugar, la rodilla aguantará la carga, el peso corporal sumado a la velocidad. Incluso en los enganches y en los cambios de dirección.
“Es el instante clave para decirle al profe Gamero que estoy listo para ayudarle a Millonarios en el siguiente torneo. No sabés las ganas que tengo de jugar”. Por ahora, mientras disfruta de su paternidad, de las trasnochadas y de cambiar pañales, una experiencia que siempre quiso, el volante de 28 años está seguro de que la vuelta de la Liga será lo más beneficioso no solo para las personas que viven de este deporte, sino para una sociedad que en momentos de crisis quizás encuentre un resguardo en los partidos, en los goles, en las emociones, en el nuevo fútbol de tribunas vacías, de festejos a la distancia y sin la energía que viene del aficionado y que muchas veces recarga. “Ojalá podamos dar una mano para que la gente se desestrese un poco, para que se distraiga y tenga un respiro para afrontar lo que viene más adelante”.
