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En el fútbol no puedes andar por ahí desconociendo tus raíces. Uno en la vida va recogiendo información y a través de ella actúa: como futbolista o como técnico.
Y en ese sentido, Colombia ha tenido una evolución en su forma de jugar gracias a técnicos influyentes que han marcado etapas importantísimas. ¿Por qué la selección de Pékerman juega así? ¿Cómo pudo encontrar un equilibrio entre estética y eficiencia? Todo tiene un por qué. Todo tiene una génesis y un contexto en el que siempre influyó la cultura, el folclor y la alegría.
Antes, incluso durante la época en que clasificamos al Mundial del 62, Colombia no tenía un estilo definido. Las selecciones no sabían a qué jugaban porque las capacitaciones para los técnicos no eran muy comunes. Además los estrategas que después asumieron no supieron interpretar en el campo las virtudes del jugador colombiano. Pero luego vino un argentino que había sido campeón en Argentina y que nos dio una mano grandísima.
Se llamaba Osvaldo Juan Zubeldía. Y con él, me parece, empezamos a tener un orden porque partió de la disciplina. Él se basaba en la defensa, en la táctica, en que sus jugadores debían perseguir a rivales en específico sin importar la parte del campo donde estuvieran. Le gustaban los marcajes individuales. Él no fue seleccionador de Colombia, pero influenció directamente a uno que sí lo fue: su compatriota y discípulo Carlos Salvador Bilardo. Los entrenamientos de ambos se podían definir en un 80% de trabajo físico (y táctico) y 20% de fútbol.
Necesitábamos la tecnificación de personas como Bilardo. Pero no nos sentíamos representados y para mí el fútbol interpreta la cultura de un país que en el caso de nosotros es puro folclor, pura alegría y pura diversión con la pelota. Pero luego apareció un señor llamado Luis Alfonso Marroquín, que sin quererlo fue el estandarte del cambio, del vanguardismo. Él, con ideas revolucionarias en selecciones Antioquia y de Colombia juveniles, logró convencernos de que podíamos ganar con jugadores gozones, con futbolistas que preferían divertirse. Además, profesionalizó a los jugadores: les enseñó a vestirse, a usar los cubiertos, a comportarse ante los medios de comunicación.
Sus formas eran extrañas, pero convincentes. Cuando ya había dirigido a Colombia en un Mundial Sub-20, nos visitó en Buenos Aires antes de ganarle 5-0 a Argentina en el 93. Vestía de gorro y ropa de flores. Nos dijo: “Los fantasmas asustan más de lejos que de cerca”. Ese loco nos puso siempre a pensar y nos invitó a erradicar los complejos de inferioridad ante cualquier rival. Y eso fue súper necesario: él nos dio un estilo y luego apareció Francisco Maturana con su romanticismo para potencializarlo. Maturana fue influenciado por las doctrinas de Zubeldía, Bilardo y de Hugo Gallego (para mí el maestro de la táctica en Colombia), pero Maturana también fue romántico y bohemio en el fútbol.
Nos decía: “El que se divierte es el que gana”. O “como se vive se juega”. O “los equipos juegan como viven”. Él me dirigió en Once Caldas, Nacional y en la Selección. Y su misión, en especial al frente de Colombia, era jugar como vivíamos en Colombia en esa época. Interpretar la idiosincrasia nacional como ya lo había hecho un poco Marroquín. Por eso Maturana marca un boom del fútbol de nuestro país y Nacional empieza a ser la base de la Selección. Nosotros tocábamos el balón todo el tiempo, hacíamos intensidad de juego en espacios reducidos.
Nos importaba el qué, pero más el cómo. Muchos empezaron a copiarnos: me contó Carlo Ancelloti, técnico del Real Madrid, que cuando era dirigido por Arrigo Sachi en el súper Milan de los 90, consiguió grabaciones de Atlético Nacional e invitó a ‘Pacho’ para que le explicara su fórmula. “Maturana se estaba adelantado a los tiempos”, me dijo hace poco Ancelloti en una charla que tuvimos. Maturana influenció a muchos, pero en especial a ‘Bolillo’ Gómez, su mayor discípulo. Y cuando él asumió como seleccionador, continuó con esos principios románticos, pero le dio más rigor. Nos enseñó que no sólo era bonito tener el balón, sino que también había que recuperarlo. Su fórmula era muy coherente con su temperamento, con su carácter fuerte. Él siempre fue un aventajado de la táctica y le aportó muchísimo al fútbol colombiano.
Y los entrenadores de este siglo también fueron sumamente importantes en esta evolución. Eduardo Lara y Reinaldo Rueda hicieron modificar el reglamento para que los equipos incluyeran jugadores Sub-18. Muchos futbolistas se cambiaron la edad para beneficiarse, pero eran riesgos que debíamos tomar. Además, Lara les dio mucha disciplina y empezó a darle importancia a la estatura de los futbolistas. Y Reinaldo les dio información táctica y fundamental que aprendió en Alemania. Ellos dos maduraron a este grupo que vimos enfrentar a Brasil el viernes. Ambos tienen un crédito grande del éxito de estos jugadores. Pero la última etapa de la evolución la marcó la llegada de Pékerman. Sin duda su responsabilidad es la más grande.
¿Cuál es su virtud? Recoger todo lo que habían dejado sus antecesores y administrarlo con la sabiduría de un hombre de su edad. Él se aisló del entorno, se introdujo en su grupo, lo sedujo, lo convenció y potencializó autoestimas. Por eso la interpretación de nuestro fútbol vuelve a ser especial: mantiene los valores del país y aprovecha los conocimientos de todos los que juegan en Europa. Desde que es seleccionador, he hablado varias veces con Pékerman; de hecho nos reunimos en Bogotá días después de que asumiera el cargo. Y lo que uno entiende es que es un técnico moderno, pero que se amolda al estilo histórico de un país.
Él modernizó, por ejemplo, la zona de recuperación. Empezó a usar a jugadores con salida desde el puesto de los volantes de marca. Entonces por eso vemos que a veces los creativos arrancan desde muy atrás, como el caso de James. Por eso ahora los volantes llegan y no como antes que sólo estaban. Relacionémoslo con el tráfico en las ciudades. En otras épocas era más fácil transitar porque había menos trancones y menos carros. Pero hoy en día hay más congestiones, por eso se inventan las circunvalares y otras vías alternativas. Volviendo al fútbol hay que decir que ahora la mitad está muy poblada, entonces los jugadores deben rotar mucho más, los ‘10’ deben moverse por todo el campo o por las circunvalares. Y eso lo hace James Rodríguez estupendamente. La polivalencia cambió los conceptos y hasta el arquero debe ser más de campo.
Todo ha cambiado con este cuerpo técnico. Bilardo hacía marca al hombre, Pékerman hace marca zonal, ataca posiciones. Antes había puestos muy fijos, más obedientes al tablero y al sistema, pero ahora se elabora el juego. Antes se ganaba con fuerza, ahora también con velocidad. Ahora, además, todo es más democrático: con o sin pelota, todos deben participar. Y cuando un defensa quiera atacar, un compañero lo releva.
Todos esos cánones del fútbol moderno los tiene esta Selección Colombia.
Pero más allá de los cambios de conceptos, todos los técnicos mencionados fueron necesarios en su debido momento, fueron revulsivos en sus respectivas épocas. Cada uno aportó y por eso detrás de cada jugada de esta Selección Colombia hay una revelación del pasado. Estos jugadores tienen una base de datos gigante en su subconsciente y deciden en la cancha regidos por ella. El futuro de esta evolución, en ese sentido, es promisorio.