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Nacido en Santa Marta, en 1928, Carlos Arango Medina fue el primer futbolista colombiano al que con suficiencia le cupo el apelativo de ‘Maestro’. A sus 18 años, cuando ni siquiera se había iniciado el balompié profesional, Arango fue convocado a la selección de Colombia que participó en los V Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1946, que se celebraron en Barranquilla y que le dieron al país su primera medalla de oro internacional, en fútbol masculino.
Junto a jugadores como Julio ‘Chonto’ Gaviria, Rigoberto García, Fulgencio Berdugo o Gabino Granados, uno de los artífices de esa victoria fue Carlos Arango, que incluso anotó el gol de la victoria ante Panamá 2-1, con un remate de cabeza. Cuando llegó el fútbol profesional, el hábil delantero samario integró el Deportes Caldas de Manizales. Con esa divisa entró vestido de gala a la historia porque se consagró campeón de 1950.
Jugó en el Caldas hasta 1951. Luego pasó por Samarios, que después tomaría el nombre de Unión Magdalena, y ese mismo año pasó a las filas de Atlético Nacional de Medellín. Para la temporada de 1952, Carlos Arango se sumó a la nómina de Independiente Santa Fe, donde primero jugó dos años. Volvió a consagrarse en el Medellín en 1955, celebrando la primera estrella del equipo paisa. Más tarde jugó en Cúcuta, retornó a Santa Fe y fue al Magdalena, con suficientes goles en todos los equipos.
Ya había vestido los colores de la selección de Colombia en la Copa América de 1947 y volvió a hacerlo en 1957. Ese mismo año participó en las eliminatorias para el Mundial de Suecia de 1958, que se disputaron contra Uruguay y Paraguay. El técnico fue el médico Gabriel Ochoa Uribe y ya se perfilaba el combinado que sumó, entre otros, a Efraín ‘El Caimán’ Sánchez, Marcos Coll, Delio ‘Maravilla’ Gamboa, Ricardo ‘Pibe’ Díaz, Jaime ‘Manco’ Gutiérrez o Francisco ‘Cobo’ Zuluaga.
En la Copa América de ese año, 1957, en Perú, pasó un hecho insólito. Inicialmente, se decidió que la selección del Valle, que orientaba el húngaro Jorge Orth, acudiera al suramericano, pero después del debut con aplastante derrota a manos de Argentina por 8-2, se hizo una convocatoria de emergencia para sustituir al primer combinado, y en algo cambió el panorama. Con Carlos Arango en la cancha y gol suyo, se le ganó a Uruguay 1-0. Luego fueron derrotas con Chile, Brasil y Perú. La otra victoria fue contra Ecuador.
El equipo terminó quinto, con cuatro puntos, y el campeón fue Argentina, que en esa ocasión le dio al mundo uno de sus equipos históricos conocidos como los ‘Carasucias’, que bajo la conducción del mundialista Guillermo Stabile, vio aparecer, entre otros, a Ómar Orestes Corbatta, Pedro Dellacha, Humberto Maschio, Antonio Roma, Ómar Sivori o Federico Vairo. Ese tiempo de selección lo pasó mientras jugaba en Santa Fe y por eso hizo parte del equipo cardenal que alcanzó su segunda estrella, en 1958.
Terminando la década de los 50, Carlos Arango tuvo su primera incursión internacional. Fue al Morelia de México, pero en 1960 volvió al Unión de Santa Marta. Un año después pasó a Millonarios, donde se convirtió en uno de los jugadores de otro de los equipos memorables de la institución. El que conquistó varias estrellas con la conducción técnica de Gabriel Ochoa Uribe. No participó en el título de 1964, pero sí en los de 1961, 62 y 63. Las estadísticas dicen que su paso por Millonarios se sintetiza en 87 partidos y 26 goles.
Después de Millonarios, ‘El Maestro’ se fue a jugar a Venezuela. Fueron cuatro años con la divisa del Litoral FC. Allá se despidió del fútbol activo, pero en la memoria de las generaciones de esos tiempos quedó siempre la imagen de un goleador auténtico que también deslumbró con la tricolor. De hecho, aunque finalmente no intervino en el Mundial de Chile 1962, sí hizo parte del equipo que logró la clasificación. Una nota en su memoria del portal Eje 21 dice que fue apartado del equipo porque quiso armar sindicato.
Carlos Arango falleció en Los Ángeles, Estados Unidos, en agosto de 2014 sin suficientes registros periodísticos para reconocer lo que le dio al fútbol colombiano. Sus hermanos también jugaron fútbol, y uno de sus sobrinos, el volante Alfredo Arango, también con creces pudo llevar el apelativo de ‘Maestro’, honrando también el ADN futbolístico de su familia samaria.