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                                                                                                                              Carlos “el Pibe” Valderrama: para siempre el 10

                                                                                                                              Creció, como muchos, en las míticas canchas empedradas y polvorientas, pero fue y será siempre único en el fútbol y la vida. Este jueves cumple 60 años.

                                                                                                                              Andrés Osorio Guillott

                                                                                                                              Coordinador newsletters
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                                                                                                                              El padre del Pibe Valderrama, Jaricho, le criticó mucho la falta de potencia en la pegada. Era una característica transversal en una familia de futbolistas que dejó un legado en el balompié del Caribe, de Santa Marta, para ser más exactos. Carlos, que además tenía los pies torcidos, nunca se destacó por rematar fuerte y de media distancia. Lo hizo por ser preciso, que no necesariamente tiene que ser un antónimo del disparo contundente. Se destacó por buscar siempre el pase y no su gol. Pensaba siempre antes de jugar. Era una sincronía entre el jugador atlético y el genio matemático.

                                                                                                                              Mientras El Pibe tejía su sueño de jugar al fútbol en la cancha de La Castellana, en el barrio Pescaíto de Santa Marta, en los estadios de Colombia se destacaban jugadores como Delio Maravilla Gamboa, Efraín el Caimán Sánchez, Marco Tulio Coll y Francisco Cobo Zuluaga. Y mientras El Pibe jugaba con la camiseta roja de las rifas y las pantalonetas de los colores que se pudieran, en esa misma cancha de su aldea fueron surgiendo Alfredo Maestro Arango, Antony de Ávila y Alberto Gamero.

                                                                                                                              Puede leer: Ximena Restrepo Gaviria, en dos tiempos

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                                                                                                                              Muchas veces vistió la camiseta por fuera de la pantaloneta y las medias debajo de las rodillas. Y a eso se suma su frondoso y llamativo cabello rubio y rizado. Una imagen que ya era distintiva y poco ortodoxa. Era la imagen de un hombre rebelde, que no se salía del molde por ego sino por convicción. No era el 10 del cabello corto y los botines perfectos. Era un 10 para siempre, destinado a serlo porque su liderazgo le impedía pasar desapercibido. Quizá se quedó corto Maturana cuando dijo hace poco que Valderrama “era el perfume de la selección” en la década de 1990.

                                                                                                                              Fue, es y será la inspiración de muchos. Fue, por ejemplo, el ídolo de David Beckham, uno de los mejores volantes de Inglaterra a principios de los 2000. Ese galáctico de Real Madrid tiene la última camiseta que vistió como profesional El Pibe, quien, a su vez, tiene la primera que utilizó el británico. Es la inspiración y el referente de la generación venidera del balompié nacional. El 10 de nuestro presente, James Rodríguez, lo tiene como ídolo, y entrar en el debate de quién es mejor es asistir al equívoco de comparar a dos futbolistas que han dejado su impronta desde sus tiempos y circunstancias.

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                                                                                                                              Carlos "El Pibe" Valderrama, ídolo de la selección de Colombia en la década de 1990. Ilustración: William Botía Suárez

                                                                                                                              El padre del Pibe Valderrama, Jaricho, le criticó mucho la falta de potencia en la pegada. Era una característica transversal en una familia de futbolistas que dejó un legado en el balompié del Caribe, de Santa Marta, para ser más exactos. Carlos, que además tenía los pies torcidos, nunca se destacó por rematar fuerte y de media distancia. Lo hizo por ser preciso, que no necesariamente tiene que ser un antónimo del disparo contundente. Se destacó por buscar siempre el pase y no su gol. Pensaba siempre antes de jugar. Era una sincronía entre el jugador atlético y el genio matemático.

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                                                                                                                              Muchas veces vistió la camiseta por fuera de la pantaloneta y las medias debajo de las rodillas. Y a eso se suma su frondoso y llamativo cabello rubio y rizado. Una imagen que ya era distintiva y poco ortodoxa. Era la imagen de un hombre rebelde, que no se salía del molde por ego sino por convicción. No era el 10 del cabello corto y los botines perfectos. Era un 10 para siempre, destinado a serlo porque su liderazgo le impedía pasar desapercibido. Quizá se quedó corto Maturana cuando dijo hace poco que Valderrama “era el perfume de la selección” en la década de 1990.

                                                                                                                              Fue, es y será la inspiración de muchos. Fue, por ejemplo, el ídolo de David Beckham, uno de los mejores volantes de Inglaterra a principios de los 2000. Ese galáctico de Real Madrid tiene la última camiseta que vistió como profesional El Pibe, quien, a su vez, tiene la primera que utilizó el británico. Es la inspiración y el referente de la generación venidera del balompié nacional. El 10 de nuestro presente, James Rodríguez, lo tiene como ídolo, y entrar en el debate de quién es mejor es asistir al equívoco de comparar a dos futbolistas que han dejado su impronta desde sus tiempos y circunstancias.

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