El renacer de Juan Fernando Quintero

“Tranquila mamá, que vamos pa‘delante. Cuando sea más grande le voy a dar todo”, le prometió Juan Fernando Quintero a Lina Paniagua cuando apenas era un niño. Desde muy pequeño, a Juan Fernando le tocó asumir la responsabilidad de ser la cabeza del hogar, pues su padre fue a prestar servicio militar y desapareció cuando él iba a cumplir tres años y por eso cuando comenzó a recibir pago por el fútbol, con su salario mantenía a su mamá y a su hermano menor, Mateo. 

 

Y aunque Juan Fernando era una de las promesas del fútbol antioqueño y lo consentían los directivos del Envigado, porque sabían la joya que era, hubo muchos obstáculos en su proceso de consolidación como futbolista, que fueron a su vez los que le terminaron formando su carácter. 

A los 15 años fue parte de los microciclos de preparación de la selección colombiana Sub-17 para un Suramericano. A cada convocatoria iba con la ilusión de ponerse la tricolor y representar a su país, no obstante, le causó mucha sorpresa no integrar la lista final de convocados para ese torneo. La respuesta que le dieron algunos miembros del cuerpo técnico, que lideraba Eduardo Lara, fue que era muy pequeño y debía hacerse algún tratamiento para crecer, pues con esa estatura sería difícil triunfar en el fútbol.

 

Aunque esa decisión lo desmotivó y siguió con su proceso de formación en el Envigado, al poco tiempo debutó como profesional en el primer equipo del cuadro naranja. Poco a poco fue demostrando su talento. Pero el 14 de diciembre de 2010 viviría uno de los días más difíciles de su corta carrera. Se disputaba el partido por la promoción ante el Deportivo Pasto, y faltaban seis minutos para el final, cuando recibió una fuerte entrada del defensor Germán Mera que le provocó una fractura de peroné. El antioqueño salió llorando en una camilla de la cancha, no sólo por el dolor, sino porque se perdía la oportunidad de integrar la selección nacional para un Suramericano Sub-20. 

 

Al recuperarse regresó igual de fuerte, se destacó en el Envigado, pasó al Atlético Nacional y al poco tiempo fue transferido al Pescara de Italia. En la Serie A llamó la atención de varios clubes europeos y por eso el Porto lo adquirió por más de 20 millones de euros. 

Fue uno de los 23 convocados por José Pékerman para jugar con la selección colombiana el Mundial de Brasil 2014. En el segundo partido de la fase de grupos, ante Costa de Marfíl, ingresó en el segundo tiempo y marcó el segundo gol de la tricolor, que terminó siendo el que le dio el triunfo 2-1 y la clasificación a la segunda fase de la Copa del Mundo. 

 

Se llegó a decir que sería como un James Rodríguez, su trayectoria parecida, su amistad y su estilo de juego avalaban esa comparación. Pero como se dice popularmente, se mareó, sus prioridades pasaron a ser otras y el crack Quintero desapareció del mundo futbolístico. 

 

El Porto intentó prestarlo al Stade Rennais, pero en Francia tampoco logró renacer. Por eso tuvo que volver a sus orígenes, a Medellín, al fútbol colombiano, a estar rodeado de su gente, para volver a motivarse y a sentir el fútbol de la misma manera que lo hacía de niño en las canchas de Envigado.

 

“Juan Fernando está obligado a marcar diferencia en Colombia, porque él es un jugador de un nivel superior”, mencionó un allegado al volante, quien comentó que “el gran objetivo de él es regresar a su nivel, volver a integrar la selección colombiana y jugar el Mundial de Rusia”. Y, claramente, el problema de Quintero no es la falta de talento, lo tiene y de sobra. Será fundamental la concentración y la disciplina. 

 

En varios episodios de su vida ha demostrado que se ha sabido levantar de las caídas y este es un buen momento para volverlo a hacer. En el Medellín, equipo del que dice ser hincha, le están dando todo para que lo logre. En el primer partido de la Liga Águila fue la figura en el triunfo 2-1 del DIM ante Millonarios, en El Campín. La magia está de regreso.

“Tranquila mamá, que vamos pa‘delante. Cuando sea más grande le voy a dar todo”, le prometió Juan Fernando Quintero a Lina Paniagua cuando apenas era un niño. Desde muy pequeño, a Juan Fernando le tocó asumir la responsabilidad de ser la cabeza del hogar, pues su padre fue a prestar servicio militar y desapareció cuando él iba a cumplir tres años y por eso cuando comenzó a recibir pago por el fútbol, con su salario mantenía a su mamá y a su hermano menor, Mateo. 

 

Y aunque Juan Fernando era una de las promesas del fútbol antioqueño y lo consentían los directivos del Envigado, porque sabían la joya que era, hubo muchos obstáculos en su proceso de consolidación como futbolista, que fueron a su vez los que le terminaron formando su carácter. 

A los 15 años fue parte de los microciclos de preparación de la selección colombiana Sub-17 para un Suramericano. A cada convocatoria iba con la ilusión de ponerse la tricolor y representar a su país, no obstante, le causó mucha sorpresa no integrar la lista final de convocados para ese torneo. La respuesta que le dieron algunos miembros del cuerpo técnico, que lideraba Eduardo Lara, fue que era muy pequeño y debía hacerse algún tratamiento para crecer, pues con esa estatura sería difícil triunfar en el fútbol.

 

Aunque esa decisión lo desmotivó y siguió con su proceso de formación en el Envigado, al poco tiempo debutó como profesional en el primer equipo del cuadro naranja. Poco a poco fue demostrando su talento. Pero el 14 de diciembre de 2010 viviría uno de los días más difíciles de su corta carrera. Se disputaba el partido por la promoción ante el Deportivo Pasto, y faltaban seis minutos para el final, cuando recibió una fuerte entrada del defensor Germán Mera que le provocó una fractura de peroné. El antioqueño salió llorando en una camilla de la cancha, no sólo por el dolor, sino porque se perdía la oportunidad de integrar la selección nacional para un Suramericano Sub-20. 

 

Al recuperarse regresó igual de fuerte, se destacó en el Envigado, pasó al Atlético Nacional y al poco tiempo fue transferido al Pescara de Italia. En la Serie A llamó la atención de varios clubes europeos y por eso el Porto lo adquirió por más de 20 millones de euros. 

Fue uno de los 23 convocados por José Pékerman para jugar con la selección colombiana el Mundial de Brasil 2014. En el segundo partido de la fase de grupos, ante Costa de Marfíl, ingresó en el segundo tiempo y marcó el segundo gol de la tricolor, que terminó siendo el que le dio el triunfo 2-1 y la clasificación a la segunda fase de la Copa del Mundo. 

 

Se llegó a decir que sería como un James Rodríguez, su trayectoria parecida, su amistad y su estilo de juego avalaban esa comparación. Pero como se dice popularmente, se mareó, sus prioridades pasaron a ser otras y el crack Quintero desapareció del mundo futbolístico. 

 

El Porto intentó prestarlo al Stade Rennais, pero en Francia tampoco logró renacer. Por eso tuvo que volver a sus orígenes, a Medellín, al fútbol colombiano, a estar rodeado de su gente, para volver a motivarse y a sentir el fútbol de la misma manera que lo hacía de niño en las canchas de Envigado.

 

“Juan Fernando está obligado a marcar diferencia en Colombia, porque él es un jugador de un nivel superior”, mencionó un allegado al volante, quien comentó que “el gran objetivo de él es regresar a su nivel, volver a integrar la selección colombiana y jugar el Mundial de Rusia”. Y, claramente, el problema de Quintero no es la falta de talento, lo tiene y de sobra. Será fundamental la concentración y la disciplina. 

 

En varios episodios de su vida ha demostrado que se ha sabido levantar de las caídas y este es un buen momento para volverlo a hacer. En el Medellín, equipo del que dice ser hincha, le están dando todo para que lo logre. En el primer partido de la Liga Águila fue la figura en el triunfo 2-1 del DIM ante Millonarios, en El Campín. La magia está de regreso.