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Luis Bedoya querido y criticado

Como presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, el bogotano tuvo muchas críticas, pero también grandes satisfacciones.

Olga Lucía Barona Torres
09 de noviembre de 2015 - 02:56 p. m.
Luis Bedoya, expresidente de Colfútbol. Foto: Luis Ángel
Luis Bedoya, expresidente de Colfútbol. Foto: Luis Ángel

Su primer contacto con el fútbol fue de niño. Sí, como casi todos los pequeños, Luis Bedoya Giraldo también jugó bola de trapo en la calle, en un barrio de Pereira a donde se fue a vivir con su mamá Ligia y sus hermanos menores Orlando y Jaime Andrés. Él es de Bogotá y es rolo hasta los tuétanos. Nació en la Clínica Palermo y se crió en Chapinero.

“Sí, yo jugaba en la calle, pero era más bien tronquito. Lo hacía de volante o marcador. Sin ser bueno, tenía buen estado físico, porque practicaba también patinaje y voleibol”, recuerda el hoy expresidente de la Federación Colombiana de Fútbol, que este lunes presentó su renuncia.

Mientras adelantaba sus estudios de economía, primero en la Central de Bogotá y luego en la Católica de Pereira, Luis Bedoya se jugó la vida como vendedor de ropa deportiva, de mesero y también trabajó en una comercializadora de frutas y en una constructora, en el departamento de contabilidad.

Su segundo y más claro acercamiento con el fútbol llegó en 1986 cuando Pereira fue sede del Suramericano Sub 20 y fue contratado para apoyar al comité organizador. Su trabajo gustó mucho y por eso León Londoño y Jorge Correa se lo llevaron para la Dimayor en febrero de 1987 para coordinar los derechos de trasmisión de los partidos por parte de las emisoras y para acreditar a la prensa en general. Y en 1989 ya era el secretario de la entidad, a la que en 2002 finalmente llegó a la presidencia.

El gran salto como el máximo responsable de la Federación Colombiana de Fútbol lo dio en 2006. Fueron nueve años y cuatro meses, en los que ha tenido que soportar una verdadera lluvia de críticas, como cuando en 2009 no se clasificó al Mundial de Sudáfrica o cuando al comienzo el proceso a Brasil 2014, tuvo que sacar del camino a Hernán Darío Gómez por aquel bochornoso incidente de maltrato a una mujer. Y tras el inesperado nombramiento de Leonel Álvarez, luego lo sacó cuando apenas llevaba tres partidos.

“El proceso con Leonel vale la pena explicarlo porque sí recibimos críticas muy duras. La gente no entendía cómo sacamos a un técnico que había ganado un partido, empatado uno y perdido otro. Desde esa fría estadística, pues no se merecía ese cambio, pero su salida no sólo obedeció a eso sino a que nos dimos cuenta que todo lo que habíamos avanzado se empezó a perder. No fue sólo por los partidos sino por lo que nosotros veíamos en los entrenamientos, en las concentraciones, el ambiente al interior de la selección era insostenible. Y ahí tocaba tomar decisiones inmediatas”, explica pausadamente el dirigente de 56 años.

Y ahí apareció entonces el ángel salvador, el técnico argentino José Pékerman, a quien Bedoya concretó tras varias conversaciones. Con el tiquete a Brasil en el bolsillo, el presidente de Colfútbol pasa sus días gloriosos, eso sí, con poco tiempo para festejar, porque una vez se clasificó, él ya estaba pensando en el sorteo y en darle a la selección todas las garantías necesarias para —como él mismo lo dice— para hacer el mejor Mundial de la historia de Colombia, y lo logró.

Con el pasar de los días, dice, ha aprendido a volverse inmune a las críticas. “Inmune, no sordo”, aclara. “Uno tiene que a aprender a aislarse pero no de una manera que uno no oiga lo que está ocurriendo, porque ahí sí uno se estaría engañando; pero hay que tener el equilibrio suficiente, porque las críticas a veces pueden estar desviadas o sesgadas”, reflexiona.

Luis Bedoya admite que sintió un alivio muy grande cuando se concretó el cupo a Brasil y que tras el partido contra Ecuador hasta lloró, pero que en la dirigencia y con el grado de responsabilidad que recae en sus hombros, no puede tomarse mucho tiempo para las celebraciones. “Así es mi temperamento, es mi manera de pensar y de sentir el deber cumplido; es que lo que viene también tiene que ser muy bueno. Yo soy muy estricto conmigo mismo; las cosas se deben hacer bien o sencillamente no se hacen”, describe Bedoya, quien confiesa que cuando joven su mejor estrategia para conquistar a la mujeres fue aprender a bailar. “La única arma es ser muy buen bailarín. El que no tenga pinta ni platica, tiene que bailar y conversar muy bien”, bromea.

Además del éxito deportivo, que es por el que todos juzgan a Bedoya, él puede hoy sacar pecho y decir que las finanzas de la Federación están saneadas, que su entidad está bien estructurada desde el punto de vista administrativo y de las relaciones internacionales, y gracias a esa bonanza, logró entregarles a las selecciones una sede deportiva al nivel de las mejores del mundo.

Por Olga Lucía Barona Torres

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