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Los penales son el juego de azar dentro del mundo del fútbol. Todos saben que llegar a esa instancia y superarla es de suerte. Dos hombres frente a frente, un balón y una portería. Lograr embocar el esférico dentro de los tres palos es un júbilo, fallar una desazón. El que convierte es un héroe, el que erra queda marcado. Xneyder Guerrero carga esa cruz hoy en Armenia. El jugador del Deportes Quindío falló un penal que no podía fallar. Erró un cobro, que al final fue definitivo para que su equipo quedara eliminado en ese juego de azar frente a Real Santander 4-3 y perdiera la oportunidad de avanzar a la final del primer semestre del torneo de ascenso.
Guerrero no fue el único que falló en la tanda. También lo hicieron Déiner Quiñónez y Héber Rentería por el Quindío, mientras que Daniel Mantilla y Roger Lemus lo hicieron por el Real Santander. Parecía un acuerdo tácito entre ambos equipos: yo erro, tú erras. Real Santander tuvo dos oportunidades para definir la serie, pero prefirieron esperar y sufrir un poco más, como si el hecho de estar allí no fuera suficiente para que el corazón de sus seguidores se detuviera por ese instante en el que el rematador coge impulso y golpea la pelota. No, eso pareció no ser suficiente para los santandereanos.
Mientras que los cuyabros no aprovecharon ese lapso de sus rivales para hacerlos cobrar por esa osadía. Guerrero le pegó sin convicción, como si esos dos fallos de los santandereanos no hubieran sido suficientes para animar el alma. Su disparo salió como imán hacia el cuerpo del arquero Julián Ledesma, quien casi caminó hacia el cobrador y al árbitro Éder Vergara pareció no importarle esa falta a la norma. Ese fallo fue castigado por Jair Ruiz, quien anotó el gol que le dio la clasificación a la final al cuadro que juega en Floridablanca.
Armenia quedó muda. Los 5,000 fanáticos que llegaron al Centenario se tomaron la cabeza. La tristeza era grande y un nudo empezó a formarse en la garganta de muchos. Nuevamente el Quindío se batió como gladiador en el todos contra todos y quedó a un paso de la final. Le faltó un centavo para el peso como hace seis meses le ocurrió frente al América.
El cuadro verde dominó en la ida, no tuvo puntería y fue castigado por perdonar (perdieron 1-0), porque en el deporte los fallos se castigan, como bien lo dice una frase muy conocida: "el que no los hace los ve hacer". Pero esa absolución no solo se vio a lo largo de los 180 minutos de la serie, porque el Quindío logró sacar su casta para empatar un marcador en el que siempre estuvo abajo. Llegaron a Armenia con la ilusión de remontar y aunque Roger Lemus anotó el 2-0 global para los santandereanos, Gustavo Torres y Cristian Mina se encargaron de marcar los tantos para el 2-2.
El último en el suspiro final de la serie cuando la tensión no tenía más allá, cuando los fanáticos no podían pestañear, cuando las uñas en algunos casos no existían. En ese instante apareció un remate cruzado de Mina que obligó a que el corazón retomara por momentos sus latidos por minuto y que la respiración regresara a la normalidad. Pero lo cierto fue que ese gol solo alargó la agonía: al final el corazón de los fanáticos terminó hecho trizas y la respiración se paró en el momento en el que Guerrero remató al cuerpo de Ledesma.
El Quindío se despidió del Torneo Águila y desde ahora tendrá que pensar en lo que se viene para el segundo semestre. En la reclasificación está en los primeros lugares, sin mucha distancia con respecto al Pereira. Esa tabla puede ser la salvación para esos equipos que dominan y no logran hacer valer esos números en las series finales. Puede ser una salida para el cuadro de Armenia del abismo de la B.