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De Germán González se ha dicho tanto, que al final han sido pocos los que se han atrevido a defenderlo, así con unos solos le baste y sobre al técnico bogotano para callar tantas voces en contra: los resultados.
Al entrenador de Santa Fe que le criticaron de defensivo en el subtítulo del Apertura 2005, ahora le acusan de ser demasiado ofensivo y descuidado en marca. También le cuestionaron en su momento no ponerse el buzo de DT ante la salida de Hernán Darío Gómez y más de uno se opuso al nombramiento de Basílico luego de la salida intempestiva de Rubén Israel.
Está claro que no hay punto medio para él. Es blanco o negro, día o noche, y hasta la devoción religiosa que profesa a través de sus palabras ha sido motivo de cuestionamientos, los cuales así sean en su mayoría de carácter personal, él prefiere dejarlos en el campo netamente laboral, al entender que “el trabajo que uno hace puede que le guste a unos, a otros no tanto, pero mientras se haga con amor y entrega, nuestro Señor siempre lo recompensará”.
Por eso se siente bendecido al dirigir el equipo de sus amores y encontrar respuesta de un grupo que se repuso de muchas cosas, hasta de una derrota de escritorio, aquella por la demanda del Medellín... “Les dije a los muchachos que lo que uno gana en la cancha a punta de esfuerzo es sagrado, el grupo así lo entendió y asimiló, no se dejó llevar por esa adversidad y antes se esforzó más por lograr la clasificación, que gracias a Dios se consiguió”.
Elogios sobran hacia sus dirigidos, pero González quiso resaltar tres puntos clave sobre los cuales ha edificado la campaña: “Humildad, porque siempre se han mantenido los pies sobre la tierra; capacidad, que se ha demostrado a lo largo del torneo para resolver juegos complicados, y un profesionalismo que se ve en los entrenamientos y se refleja en los partidos”.
De ahí que no le sorprenda que los albirrojos hayan sumado 14 de los últimos 18 puntos, ni mucho menos el invicto de siete jornadas, pero rechaza de tajo que la producción se haya incrementado por el cambio de módulo, motivado por una simple razón, la lesión de Ómar Pérez, el único enganche del plantel.
Ante la ausencia del 10 argentino, Santa Fe pasó de un 4-3-1-2 al 4-4-2, modificación que para Basílico “demuestra que esto es un equipo en el que cualquier jugador debe estar preparado para responder y darle una mano al colectivo, porque acá no ganan o pierden uno o dos, ganamos, empatamos y perdemos todos”.
Un esfuerzo conjunto en el que espera mayor participación y, sobre todo, mejor disposición por parte de la afición que sigue siendo la gran ausente en el Nemesio. Y quiso invitarla por medio de una experiencia personal: “Cuando salí del equipo hace tres años no dejé de venir al estadio como hincha, y así perdiera, al domingo siguiente estaba fiel y firme, porque yo quiero estos colores y siempre los he apoyado en las buenas y en las malas”.
El intento de persuasión no se detuvo ahí y buscó otra razón para cambiar la apatía por el respaldo masivo en las gradas, ya que vivió en carne propia, como “la semana pasada en Pasto la afición fue en gran número al estadio para alentar a su equipo, pero sobre todo, a hacer sentir mal al rival, pero a veces acá (en El Campín) los hinchas vienen es a presionarnos y en lugar de una voz de aliento, todo se convierte en insulto y así no debe ser”.
Para el técnico, entonces, El Campín debe ser una caldera roja y blanca este miércoles, en busca de otro objetivo, la Copa Colombia, que está a dos goles de quedarse en Bogotá, reconociendo de antemano que “será muy brava la final, porque Pasto es fuerte y llega con la tranquilidad de un gol de ventaja, pero vamos a tratar de darle una gran satisfacción a la gente porque se lo merece”.
Cero rencor y menos prevención la de González, tal cual lo demostró en ese abrazo emotivo con Luis Manuel Seijas tras el gol del venezolano al Cali y a quien llevó a la titular cuando la necesidad así lo obligó y no porque la prensa o afición lo reclamaran.
Otra a favor del bogotano, el mismo que entre menos le creen, más resultados ofrece, y que hasta el momento sigue saliéndose con la suya.