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No tiene demasiado brillo Santa Fe. Tampoco le interesa. En la primera fecha, tomó el liderato del cuadrangular B con una victoria parca, austera, tal vez inmerecida, frente al Boyacá Chicó, que sacó muy poco premio, al menos para lo que hizo y propuso, aquella noche en El Campín. Sin embargo, todo ello no parece importar demasiado. La séptima estrella, el sueño potencial, la posibilidad de romper la sequía de 37 años, no será recordada por si el equipo jugó bien, o mal.
Frente a Equidad, en la segunda jornada, los de Wilson Gutiérrez propusieron un encuentro igual de opaco, centrado en la especulación. Los aseguradores, que tampoco son moneda de oro, respondieron tomando la iniciativa, al menos a su manera: sin elaboración, confiándole más al empuje que al fútbol.
Opciones repartidas, en todo caso: un pelotazo de Bedoya que pasó cerca; centros sin un mejor destinatario; un cabezazo que, en el otro arco, exigió a Camilo Vargas. Disparos sin fortuna.
Negocio para los cardenales, en todo caso, que sumaban en el reducto de los de Alexis García, y mantenían la primera posición, compartida con Itagüí, que había vencido en Tunja. Incómodo para Equidad, que debía ganar para que el valioso empate conseguido en Ditaires, en la primera fecha, rindiera mejores frutos.
Cómodo en el contragolpe, Santa Fe arrancó la etapa complementaria atacando, llevando peligro al arco defendido por Carlos Bejarano. Los rojos no previeron el error de su propio arquero, que soltó la pelota que mandaría a guardar Dahwling Leudo.
La mínima diferencia anticipaba, por lo menos en teoría, un libreto conocido y no menos agradable para los de García: defender el resultado, pescar en la contra. No contaban con el tino del boliviano Diego Cabrera, que en estos días anda con mística (marcó también en el primer partido) y que logró el empate tras un centro (Jonathan Copete) que Óscar Rodas bajó con certeza.
Los verdes acusaron recibo y volvieron a golpear casi de inmediato, tras otro estupendo centro (Stalin Motta) que Freddy Hinestroza aprovechó con un latigazo de zurda, demasiado lejano para el estirón del bogotano Vargas. Paradoja o ironía, el encuentro soso del primer acto pasaba a ser un entretenido toma y dame.
Entonces Edwin Cardona (que entró por Rodas), esta vez dedicado fundamentalmente a jugar, sacó de la galera un pase quirúrgico para Cabrera, que apenas la tocó frente a Bejarano. El 2-2 en la feria de fogonazos, y el paisaje que parecía más colorido.
Despojados del pudor, la modorra o la timidez, ambos conjuntos decidieron lastimar, todo lo contrario al protocolo de especulación del primer acto. En esa medida, Ómar Pérez sacó un balón de la meta, luego de una mala definición de Leudo, y Vargas debió lanzarse para impedir otro doblete, el de Hinestroza, que no paró de inquietar desde la izquierda.
A poco de final, Gutiérrez (todavía desde la tribuna y acaso también comprendiendo la fragilidad de su defensa) movió las fichas, y decidió reemplazar a Cabrera por Héctor Salgado. García optó por que entrara Mario Gómez, y llamó al banquillo a Stalin Motta. Dos intenciones patentes en el tramo final del duelo, con Equidad volcada al ataque, a veces atropelladamente.
Santa Fe estaba a gusto, como en el 1-1. Pudo ganarlo con una réplica en el tercer minuto de adición (fueron cuatro), que el joven Juan Roa casi convierte en gol. Pero el resultado era bueno para los cardenales, que siguen como líderes de su grupo y hasta ahora cumplen, aun sin jugar bien. Mal para Equidad, que no supo cuidar las diferencias ni triunfar en casa.