John Velásquez, un refuerzo hecho en casa

Además de haber sido el artífice de la séptima estrella de Independiente Santa Fe, esa que colgó el 15 de junio de 2012, después de 37 años de espera, Wilson Gutiérrez es el responsable de otras decisiones que varias temporadas después siguen dando buenos frutos.

Poco antes de dejar el equipo profesional, a comienzos de 2014, el técnico bogotano decidió darles la oportunidad a varios jóvenes para que entrenaran con el plantel, entre quienes estaba John Jairo Velásquez Turga, hoy una de las figuras del Santa Fe líder del cuadrangular B, invicto durante 13 jornadas y candidato al título de la Liga Águila.

“Cuando yo tenía la sub-20 del club, él venía en el equipo sub-17 y ya lo había visto, lo seguía. Me gustaba como jugaba y, sobre todo, la personalidad que tenía. Ya después busqué el momento adecuado para que comenzara a entrenar con nosotros, eso le iba a servir mucho para su formación”, recuerda Gutiérrez, por estos días líder en la Liga de El Salvador con el Alianza, que le lleva nueve puntos de ventaja a su más inmediato perseguidor.

Son días felices para el DT, porque su rojazo bogotano también está embalado gracias en buena medida al aporte de Velásquez. “De él destaco su talento y su sacrificio. Es una realidad para el club y un hombre con un amor gigante por la institución”.

Como creció en el barrio Tintalito, en la localidad de Keneddy, John comenzó practicando microfútbol. Los fines de semana se la pasaba jugando en las canchas de cemento de la Super Siete o en las de baldosa del coliseo Cayetano Cañizares, hasta que sus padres, Jairo y Miriam, lo inscribieron en la escuela Colombia Fútbol Club.

Duró muy poco allí, porque un veedor de Santa Fe le ofreció jugar para el club cardenal en los torneos de Liga y no pagar mensualidad, como la mayoría de los niños de la academia.

Y estaba ya en el plantel juvenil cuando Gutiérrez lo llamó. Y aunque Wilson se fue un par de meses después, Gustavo Costas, quien lo reemplazó, lo puso a debutar en la Copa Águila.

Entre 2014 y 2015 jugó poco, pero fue partícipe de una etapa gloriosa del club, llena de títulos y celebraciones, aunque lo que él quería era jugar.

“Después se fue a préstamo a Llaneros y a Patriotas. Eso no es fácil, pero allá logró jugar más y destacarse. Adquirió madurez y se hizo más fuerte mentalmente”, explica Gutiérrez sobre la experiencia que le ayudó a Velásquez a convertirse en un jugador más completo.

Y con más de 50 partidos profesionales encima y 20 goles anotados, este año regresó a Santa Fe. Fue uno de los pocos destacados en los primeros ocho meses, bajo el comando de Guillermo Sanguinetti, Gerardo Bedoya y Patricio Camps, y ahora es ficha clave del esquema de Hárold Rivera, “por su desequilibrio atacando, así como por su disciplina táctica y gran actitud”, advierte el técnico.

Para Velásquez, santafereño de corazón, la meta es pelear el título y colgarle la décima estrella al escudo. Lo quiere hacer para dedicárselo a su hija Ana Sofía y a una hinchada que ya lo trata como ídolo, como uno de los “culpables” de la impresionante e histórica recuperación cardenal.

Además de haber sido el artífice de la séptima estrella de Independiente Santa Fe, esa que colgó el 15 de junio de 2012, después de 37 años de espera, Wilson Gutiérrez es el responsable de otras decisiones que varias temporadas después siguen dando buenos frutos.

Poco antes de dejar el equipo profesional, a comienzos de 2014, el técnico bogotano decidió darles la oportunidad a varios jóvenes para que entrenaran con el plantel, entre quienes estaba John Jairo Velásquez Turga, hoy una de las figuras del Santa Fe líder del cuadrangular B, invicto durante 13 jornadas y candidato al título de la Liga Águila.

“Cuando yo tenía la sub-20 del club, él venía en el equipo sub-17 y ya lo había visto, lo seguía. Me gustaba como jugaba y, sobre todo, la personalidad que tenía. Ya después busqué el momento adecuado para que comenzara a entrenar con nosotros, eso le iba a servir mucho para su formación”, recuerda Gutiérrez, por estos días líder en la Liga de El Salvador con el Alianza, que le lleva nueve puntos de ventaja a su más inmediato perseguidor.

Son días felices para el DT, porque su rojazo bogotano también está embalado gracias en buena medida al aporte de Velásquez. “De él destaco su talento y su sacrificio. Es una realidad para el club y un hombre con un amor gigante por la institución”.

Como creció en el barrio Tintalito, en la localidad de Keneddy, John comenzó practicando microfútbol. Los fines de semana se la pasaba jugando en las canchas de cemento de la Super Siete o en las de baldosa del coliseo Cayetano Cañizares, hasta que sus padres, Jairo y Miriam, lo inscribieron en la escuela Colombia Fútbol Club.

Duró muy poco allí, porque un veedor de Santa Fe le ofreció jugar para el club cardenal en los torneos de Liga y no pagar mensualidad, como la mayoría de los niños de la academia.

Y estaba ya en el plantel juvenil cuando Gutiérrez lo llamó. Y aunque Wilson se fue un par de meses después, Gustavo Costas, quien lo reemplazó, lo puso a debutar en la Copa Águila.

Entre 2014 y 2015 jugó poco, pero fue partícipe de una etapa gloriosa del club, llena de títulos y celebraciones, aunque lo que él quería era jugar.

“Después se fue a préstamo a Llaneros y a Patriotas. Eso no es fácil, pero allá logró jugar más y destacarse. Adquirió madurez y se hizo más fuerte mentalmente”, explica Gutiérrez sobre la experiencia que le ayudó a Velásquez a convertirse en un jugador más completo.

Y con más de 50 partidos profesionales encima y 20 goles anotados, este año regresó a Santa Fe. Fue uno de los pocos destacados en los primeros ocho meses, bajo el comando de Guillermo Sanguinetti, Gerardo Bedoya y Patricio Camps, y ahora es ficha clave del esquema de Hárold Rivera, “por su desequilibrio atacando, así como por su disciplina táctica y gran actitud”, advierte el técnico.

Para Velásquez, santafereño de corazón, la meta es pelear el título y colgarle la décima estrella al escudo. Lo quiere hacer para dedicárselo a su hija Ana Sofía y a una hinchada que ya lo trata como ídolo, como uno de los “culpables” de la impresionante e histórica recuperación cardenal.