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Jorge Bava aterrizó en Bogotá en marzo, cargado de preguntas y con la misión de tomar las riendas de Independiente Santa Fe a mitad de camino. Tres meses después, el uruguayo de 41 años se transformó en el arquitecto de la décima estrella cardenal, un título que no solo devuelve al león al primer plano del fútbol colombiano, sino que reactiva la ilusión de una hinchada que llevaba nueve años esperando volver a festejar.
Cuando Bava llegó, Santa Fe no estaba en crisis. Al contrario: el equipo se había estabilizado gracias a Francisco López y Rufay Zapata, que habían logrado cinco victorias en siete partidos. Eso hizo que el reto fuera aún mayor: no se trataba de rescatar a un plantel hundido, sino de sostener y potenciar lo que ya estaba funcionando. “Generalmente, uno llega cuando el equipo anda mal, pero acá me tocó asumir en un momento positivo. El reto era no desordenar lo bueno que había y, con tiempo, sumar nuestra idea”, contó el DT en la previa de la final.
El arranque no fue sencillo: las primeras fechas bajo su mando trajeron dudas y resultados irregulares. Pero Bava mantuvo la calma y apeló a lo que conocía bien: el trabajo diario y la unión del grupo. Exarquero que debutó en 1998 y pasó por once clubes en seis países, Bava entendía mejor que nadie la importancia de hacer sentir cómodos a los jugadores. En vez de imponer un estilo rígido, prefirió potenciar lo que tenía. “Demoramos un poco en estabilizarnos, pero los muchachos fueron entendiendo. Era venir y jugar, casi sin tiempo para entrenar”, relató.
Bava encontró en Santa Fe un plantel maduro y curtido. Hombres como Andrés Mosquera, Daniel Torres, Elvis Perlaza y, sobre todo, Hugo Rodallega, se convirtieron en la columna vertebral del equipo. Pero no todo dependió de ellos: “Lo más lindo es que hubo muchos que pusieron el pecho en distintos momentos. Eso habla bien del grupo”, destacó el DT.
El recorrido no fue fácil. En los cuadrangulares, Santa Fe tuvo que eliminar a pesos pesados como Millonarios, Nacional y Once Caldas. Partidos de tensión, lesiones, sanciones y poco margen de error. Pero el león sacó la garra que define su historia. “Este Santa Fe representa lo que es el club: garra, corazón, entrega, pero también fútbol”, dijo Bava.
La final fue el broche de oro. Tras un 0-0 en la ida, Santa Fe venció 2-1 a Independiente Medellín en el Atanasio Girardot. Rodallega, jugando lesionado, marcó el gol decisivo y se consagró máximo artillero del torneo, mientras el equipo levantaba la copa en un estadio hostil. “El secreto fue la convicción de ellos, el día a día. Ganar es difícil, volver a ganar lo es aún más”, resumió el técnico tras el pitazo final.
Bava no se olvidó de nadie: agradeció a todo el staff, a Pablo Peirano, quien armó parte del plantel; a López, Rufay Zapata y hasta a los juveniles que comenzaron a entrenar con el primer equipo. En sus palabras se notó algo más profundo: la construcción de un proyecto que va más allá del resultado inmediato.
Con este título, Santa Fe suma diez estrellas y vuelve a la Copa Libertadores. Es el equipo bogotano más ganador de la última década y, aunque ha vivido altibajos institucionales, se mantiene entre los grandes del país. Para Bava, el reto ahora es sostener el nivel: “Ya estamos pensando en el próximo semestre, pero primero había que ganar esto. Lo que viene es igual de duro”.
En un club grande, nada se detiene. El campeonato siguiente arranca en menos de un mes. El contrato de Bava va hasta diciembre, pero él mismo se ilusiona con quedarse más tiempo: “Uno sueña con estar mucho tiempo, creando bases para el futuro. Pero esto es fútbol, nunca se sabe”.
Lo cierto es que, en solo tres meses, Jorge Bava logró algo que parecía improbable: unir a un vestuario, hacer crecer al equipo bajo presión y devolverle al león su esencia más valiosa: la resiliencia.
Un equipo que, entre altibajos, lesiones y dudas, volvió a levantarse para conquistar la décima estrella y, sobre todo, recuperar algo que nunca debió perder: la fe de Santa Fe.
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