“Nada resulta más atractivo en un hombre que su cortesía, paciencia y tolerancia”, Cicerón.
En los últimos días se han venido presentando actos de violencia en algunas ciudades del país frente a directivos, cuerpos técnicos y jugadores de algunos equipos de fútbol, seguramente por parte de “hinchas” que no están de acuerdo con los resultados deportivos y el manejo. Utilizan la violencia como una manera de protestar, olvidando que ese no es el camino para conseguir los resultados deportivos esperados.
El fútbol no es la vida, por lo tanto hay que entender que es un juego en el que se dan varios resultados: ganar, empatar y perder. Y que luego la cotidianidad de la vida sigue su curso natural.
También es un llamado para que los directivos y dueños de los equipos contribuyan al bienestar de sus fanaticadas conformando equipos sólidos, organizados, que cumplan con las normas laborales a todos los empleados, que están a la altura de lo que desean sus seguidores, porque para muchos su equipo es parte de su vida, les duele y lo apoyarán siempre. Por eso es importante retomar la carnetización de los aficionados como medida de control, para cuando se vuelva a la presencialidad.
El no saber gestionar las emociones nos lleva a cometer actos de intolerancia, como destruir buses, instalaciones deportivas, realizar amenazas verbales y físicas y, lo más delicado, amenazas de muerte por no lograr unos objetivos. Nos llega a gobernar más lo emocional que lo racional.
Olvidamos que los jugadores son seres humanos, con componente cognitivo, emocional, familiar y desempeñan diferentes roles: padres, hijos, esposos, hermanos. Y que a la vez su entorno sufre también las consecuencias de la intolerancia violenta generada por los llamados “hinchas” de los equipos. Es el momento de retomar todo el trabajo integral con las diferentes barras del país para que los aficionados entiendan que primero es la vida que el resultado.
En todas las instituciones educativas, desde preescolar hasta la universidad, hay que enseñar cómo gestionar adecuadamente las emociones, aprender a manejar el triunfo y la derrota, desde sus torneos internos fortalecer la importancia de los valores, entre ellos el de la tolerancia. Los padres de familia insistirles a sus hijos en que no vale la pena perder la vida por el color de una camiseta.
En la medida que practiquemos la empatía emocional y la tolerancia, podremos respetar la diferencia con el otro, viviremos más tranquilos y aceptaremos más fácil los resultados adversos.