Ancelotti, el DT de James, explica su filosofía

El técnico del Bayern Múnich revela su secreto para que futbolistas como el colombiano James Rodríguez lo respeten.

Carlo Ancelotti / Especial para El Espectador
16 de julio de 2017 - 02:26 p. m.
James Rodríguez junto a su técnico en el Bayern Múnich, Carlo Ancelotti. / AFP
James Rodríguez junto a su técnico en el Bayern Múnich, Carlo Ancelotti. / AFP

Cuando era pequeño y vivía en una granja del norte de Italia, ¿imaginé alguna vez que sería líder de una industria global multimillonaria? Claro que no. Lo único que quería hacer era jugar al fútbol. Ahora, al mirar atrás, veo que éramos pobres pero felices y que mi familia me enseñó los rudimentos de muchas lecciones... Cosas como respeto y lealtad, el valor del dinero y el trabajo abnegado, la importancia de la familia… todas estas semillas fueron plantadas en mí a una edad temprana, y crecieron y florecieron cuando tuve el privilegio de dedicarme profesionalmente al fútbol, primero como jugador y después como entrenador.

Liderazgo tranquilo es una colección de reflexiones sobre mi experiencia en el fútbol, que reflejan mi filosofía sobre lo que hace falta para ser un líder. Estas lecciones pueden, por extensión, aplicarse a otras profesiones; hay similitudes entre líderes en todos los campos, sea en el fútbol o en el mundo empresarial, y creo fervientemente en importar conocimientos de otras áreas, dado que he exportado mi propia experiencia a París, Londres, Madrid y ahora Múnich.

Un enfoque “tranquilo” del liderazgo podría parecer a algunos un método blando, quizás incluso débil, pero no es eso lo que significa para mí, y tampoco para todo aquel que haya jugado conmigo o para mí. La clase de tranquilidad de que hablo es una fuerza. Hay poder y autoridad en ser tranquilo y mesurado, en dar confianza y en tomar decisiones fríamente, en utilizar la influencia y la persuasión y en ser profesional en nuestros enfoques. Cuando vemos a Vito Corleone en El Padrino, ¿vemos a un hombre débil y tranquilo o vemos a un hombre poderoso y sereno que domina la situación?

Mi enfoque se basa en la idea de que un líder no debería tener ninguna necesidad de discursear, despotricar ni mandar con mano de hierro, sino que su poder debería sobreentenderse. Debería estar claro como el agua quién es el jefe y su autoridad debe derivar del respeto y la confianza, no del miedo. Creo que me he ganado el respeto que me muestran, en parte por mi eficaz trayectoria profesional, ya que he conquistado trofeos para mis clubes, pero quizá sea más importante el hecho de que respeto a quienes trabajan conmigo. Estas personas confían en que haré lo que sea justo y necesario, al igual que yo confío en que ellas cumplirán con el papel que tienen.

Mi método de liderar es parte de mi forma de ser; es cierto en lo que se refiere a mi carácter y es un elemento esencial de mi personalidad. El liderazgo puede aprenderse pero no imitarse. Es posible observar a otros grandes líderes en el cumplimiento de su trabajo, pero si nuestra inclinación natural es ser tranquilos, mesurados y responsables de los demás, es poco sensato que pretendamos ser otros.

El “método tranquilo” ha estado conmigo desde mi infancia, gracias a mi padre, y en el fútbol desde que fui capitán de la Roma, cuando todavía era jugador, y prosiguió cuando fiché por el Milan, donde los jugadores me miraban como a uno de los líderes en el vestuario, y luego durante el tiempo que entrené, no sólo a ese club sino también a otros equipos, como el Chelsea, el París Saint-Germain y el Real Madrid. Es el mismo método que he llevado conmigo al Bayern de Múnich y es exactamente el mismo método que sabe que adquiere cualquiera que me contrate.

Cuando me fui de Madrid, en mayo de 2015, decidí que era el momento perfecto, por un lado, para solucionar una dolencia del cuello que arrastraba desde hacía tiempo y que cada vez me limitaba más, y, por otro, para tomarme un año sabático. Así pude pasar más tiempo con mi mujer, Mariann —nos habíamos casado el año anterior, poco después de que el Madrid ganara la Liga de Campeones—, en nuestra casa de Vancouver. Luego esperé a ver qué puestos estaban disponibles para la siguiente temporada, porque tenía muy claro que quería volver a trabajar. Cuando has sido jugador, el mejor empleo del mundo es dirigir un club de fútbol, y he tenido la suerte de entrenar a equipos campeones de algunas de las mayores ciudades de Europa.

Sabía que habría presiones en diferentes momentos de mi año sabático para que empezara en un nuevo club, conforme se estuviera acabando el contrato de otros entrenadores de clubes europeos. Los medios de comunicación me relacionaron con el Liverpool FC, pero aunque hubiera sido un gran honor dirigir ese club y me sintiera halagado por que pensaran en mí, lo cierto es que no hubo nada y no me desagradó que no me eligieran. Jürgen Klopp es perfecto para ellos. Aunque el descanso y el alejamiento del juego me sentaron bien, cuando se presenta una oportunidad tan grande como trabajar con el Bayern de Múnich, es imposible rechazarla. Pienso tener la racha de éxitos más larga de mi carrera.

Las relaciones personales forman los cimientos de todo lo que hago como líder; relaciones con los que están por encima de mí, con el equipo que me apoya y, lo más importante, con los jugadores. Sin jugadores no hay juego, al igual que sin personas y sin un producto no hay transacción. Los miles de personas que llenan los estadios, los millones que ven los partidos en casa, no pagan por verme a mí o a Pep Guardiola o a sir Alex Ferguson en la banda; quieren ver a los jugadores, la magia que son capaces de generar. Trabajar con estos deportistas, cuidarlos y ayudarles a desarrollarse y a madurar, crear confianza y lealtad, compartir los éxitos y recuperarnos juntos de las decepciones, eso es para mí el eje, el corazón de mi trabajo. Por eso me levanto todas las mañanas para ir a trabajar con una sonrisa en la cara.

De niños empezamos a jugar porque nos enamoramos del juego. Cuando empecé a jugar como profesional, no podía creer la suerte que tenía de que me pagaran por hacer algo que me gustaba. A veces, en algún momento del camino, la presión y las dificultades dentro y fuera del campo pueden hacer que la pasión disminuya o muera. Es responsabilidad mía ayudar a los jugadores a seguir enamorados. Si consigo tener éxito en esto, entonces soy feliz.

* Fragmento cortesía de Ediciones Urano. La obra se consigue en las principales librerías del país.

Por Carlo Ancelotti / Especial para El Espectador

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