“El Trinche” Carlovich: del potrero al mito

De un talento exaltado por referentes del fútbol argentino, el exjugador rosarino falleció el pasado viernes tras estar en coma inducido por un golpe en la cabeza que sufrió durante un atraco. Hizo felices a miles con acciones de las que no quedaron registro y hay quienes dicen que fue mejor que Messi y Maradona, aunque solamente disputó tres partidos en primera división.

Sebastián Arenas - @SebasArenas10
11 de mayo de 2020 - 03:00 a. m.
“El Trinche” Carlovich comenzó su carrera en Rosario Central y se convirtió en ídolo de Central Córdoba. / Archivo particular
“El Trinche” Carlovich comenzó su carrera en Rosario Central y se convirtió en ídolo de Central Córdoba. / Archivo particular

Hijo de un plomero Yugoslavo, Tomás Felipe Carlovich nació el 29 de abril de 1949 en el barrio Belgrano, en Rosario, provincia de Santa Fe (Argentina). Fue el menor de una familia de siete hermanos (cuatro hombres y tres mujeres) y en su humilde infancia, mientras su padre arreglaba cañerías para sostener el hogar que formó con Elvira, confeccionaba pelotas con trapos y era feliz con ellas en sus pies. Sus emociones solo se exaltaban así, con un objeto redondo en su zurda. Nunca quiso más para su vida.

Con las condiciones de crack que se hacían famosas en los potreros en los que jugaba, El Trinche, apodo del que nunca recordó su procedencia, ingresó a las divisiones menores de Rosario Central y debutó en la primera división el 30 de agosto de 1969 en un 0-0 contra Los Andes en cancha de Banfield. Fue su único encuentro en la máxima categoría del fútbol argentino con la camiseta de rayas azules y amarillas. “Jugué un solo partido, en esa época no había un lugar para mí. Era en el final de los 60 y el técnico, Miguel Ignomiriello, prefería otro tipo de jugador”, señaló.

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El modesto Flandria, en la Primera B, se convirtió en el equipo de El Trinche por cuatro meses, antes de pasar al club en el que realizó los más destacados actos de su obra: Central Córdoba. Con la tercera escuadra de Rosario, después de Newell’s y Central, Carlovich desplegó su arte en los barrosos campos del ascenso. “Hoy juega El Trinche”, era una de las frases más repetidas en esa ciudad futbolera cada vez que había partido en el estadio Gabino Sosa. Y él no decepcionaba. “Era mejor que Diego Maradona. Como él no hay”, afirmó uno de los hinchas que lo vio jugar. “Lo que hace Messi y lo que hizo Maradona él lo tenía instalado”, aseguró otro.

El único registro fílmico que quedó de su accionar en el verde césped es un gambeta que aparece en la película Se acabó el curro, de 1983 y dirigida por Carlos Galettini. No obstante, las retinas que se deleitaron con su magia no dudan en poner a El Trinche a la altura de los más grandes. “Cada vez que podía, iba a cancha de Central Córdoba a verlo. Entre jugadores de élite, que todos conocen porque juegan en los mejores equipos del mundo, yo digo que vi uno que tenía todas las cualidades y que fue de lo mejor que he visto”, manifestó en Informe Robinson José Pékerman, extécnico de la selección de Colombia.

En 1973, Carlovich lideró el ascenso de Central Córdoba de la Primera C a la Primera B, categoría que disputó en 1974 previo a su partida a Independiente Rivadavia de Mendoza, región en la que también jugó con Deportivo Maipú. En su estancia en esa provincia, El Trinche, por invitación, conformó el equipo de Andes Talleres de Godoy Cruz para un encuentro amistoso frente al poderoso Milan de Italia, que se encontraba de gira por Suramérica en 1979. Quienes presenciaron ese compromiso, expresan que el rosarino “bailó” a Franco Baresi, quien luego se convertiría en uno de los mejores defensores de la historia y leyenda del cuadro rossonero. “Acá, en este piso, se puede jugar paradito, tocar, meter túneles, como a mí me gusta”, aseveró Carlovich.

“Parecía que la pelota lo llevaba a él. Una pelota inteligente, que disfrutaba de ser bien tratada. Carlovich tenía una enorme facilidad para jugar al fútbol y para entenderlo. Encontró una época muy fea del fútbol argentino, en la que había una locura con el físico”, aseveró César Luis Menotti, estratega campeón del mundo con la selección de Argentina en 1978 y pregonero de ese fútbol de potrero que inundaba las extrañas de El Trinche, a quien alguna vez convocó. Carlovich no asistió porque estaba sumergido en otro de sus amores: la pesca. “Le gustaba más jugar al fútbol que ser profesional. Era un típico rosarino: con gambeta y habilidad. Un grande que no pudo demostrarlo”, lo excusó Menotti.

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El Trinche no jugó con la selección, jugó contra ella. En 1974 La Albiceleste se preparaba para el Mundial de Alemania y se midió en un amistoso ante un combinado rosarino, integrado por cinco futbolistas de Newell’s, cinco de Central, y Carlovich. En el primer tiempo los rosarinos ya iban ganando 3-0 y Vladislao Cap, entonces DT de argentina, le pidió a los colegas rivales, Juan Carlos Montes y Carlos Timoteo Griguol, que sacaran a Tomás Felipe. “Funcionaron muy bien las zurdas de Carlovich, Obberti, Zanabria y Kempes”, reseñó El Gráfico.

El ingenio de Carlovich con la pelota se vio en dos partidos más en primera división, con Colón de Santa Fe en 1977. Jugó el 10 de abril en cancha de Huracán y el 14 de agosto en condición de local contra Ferro, pero en ambos se retiró lesionado. En 1982 volvió a ganar la Primera C con Central Córdoba y en 1986 se retiró con 37 años. Dejó un mito eterno en el balompié por poseer condiciones distintas a las comunes. “Se convirtió en un símbolo de un fútbol romántico que ya prácticamente no existe”, recalcó Jorge Valdano.

A El Trinche no le importaba ser reconocido ni triunfar a nivel mundial. “Jugar en Central Córdoba fue como haber estado en Real Madrid”. No se interesó en relucir sus egos a causa de quienes aseguran que fue el inventor del doble caño o a razón de que Maradona le manifestó: “Vos fuiste mejor que yo”. No se inclinaba por ostentar que, como a Pelé, con quien tuvo oportunidad de jugar en el New York Cosmos, le anularon una expulsión por pedido del público. Quizás nunca supo que durante cuatro años Marcelo Bielsa destinaba sus sábados a verlo jugar. Él solo anhelaba eso, jugar. “Me quisiera disfrazar de nuevo de jugador”, dijo, mientras nacían sus nostálgicas lágrimas.

@SebasArenas10 (sarenas@elespectador.com)

Por Sebastián Arenas - @SebasArenas10

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