El trofeo Jules Rimet, la copa enigmática del fútbol

La copa, que se le dio a los primeros ganadores de los Mundiales, fue escondida para evitar que los nazis la tuvieran en la Segunda Guerra Mundial, robada antes de la Copa del Mundo de Inglaterra y se perdió de las vitrinas de la Federación Brasileña de Fútbol, el último país en levantarla.

Redacción deportes
20 de abril de 2020 - 03:00 p. m.
El trofeo fue llamado por el tercer presidente de la FIFA, el francés Jules Rimet (izqu.). / AFP
El trofeo fue llamado por el tercer presidente de la FIFA, el francés Jules Rimet (izqu.). / AFP

Un trofeo de plata bañado en oro de 14 kilates, con un peso de cuatro kilos y que tomó un año de fabricación. El orfebre Abel Lafleur la llamó La Diosa de la victoria por la imagen de Niké, la diosa de la victoria en la antigua Grecia descendiente del mismo Zeus, pero con el tiempo tomó el nombre de Jules Rimet, el tercer presidente de la FIFA y a quien se le ocurrió que debía existir un torneo de fútbol que reuniera a las mejores selecciones en un solo lugar.

Uruguay, en 1930, fue el primer dueño de la Copa y Pedro Petrone, el delantero de Nacional, el primer hombre en levantarla. “Pesa un montón, pero qué lindo se siente tenerla”, dijo tras la victoria 4-2 sobre Argentina en la final de la Copa del Mundo.

Desde ese instante, la Jules Rimet empezó un viaje de muchas paradas iniciando por la Italia nacionalista de Benito Mussolini y su famosa frase “tenemos que ganarla, es una orden”, hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial y la obsesión de los nazis por tener un botín con un gran valor histórico. De hecho, la Jules Rimet se salvó porque Ottorino Barassi, presidente de la Federación Italiana de Fútbol, la sacó en secreto del banco en la que estaba guardada y la escondió en una caja de zapatos debajo de su cama mientras duró el conflicto.

“Sí, éramos aliados de los alemanes, pero tras la caída de Mussolini gran parte del país fue ocupado y seguramente ellos iban a ir por ella”, diría años después Barassi, que también relató cómo fue vivir esos años a la defensiva y a la espera de que alguien llegara a su hogar, en la Piazza Adriana, en búsqueda de la copa. Incluso, en una visita de unos agentes de la SS, el dirigente deportivo aseguró que no tenía idea de su paradero y, exponiendo su vida, se atrevió a decir que quizá había sido enviada a Milán.

El trofeo estuvo con Barassi hasta 1942, cuando pasó a las manos de Aldo Cevenini, ex jugador de la selección, quien la tuvo en su casa de Bérgamo hasta cuando terminó el conflicto en 1945 y fue devuelta a la FIFA de cara a la Copa del Mundo de Brasil en 1950.

El primer robo fue en Inglaterra

En 1966, los ingleses, hasta comienzos de siglo los grandes inventores de todo, inclusive el fútbol, por fin recibieron la Copa del Mundo. “Regresa a casa”, titularon varios diarios británicos haciendo alusión a que por fin su país era elegido para recibir a las mejores selecciones del momento. Sin embargo, en medio de tanta algarabía, la Jules Rimet fue robada antes de comenzar el torneo cuando la Federación de ese país la exponía en Londres. Los organizadores, para evitar el escándalo, fabricaron una réplica mientras la original era encontrada. 

Para fortuna de todos, un perro llamado Pickles, del escuadrón canino de la policía, la encontró días después entre unos arbustos. Sin embargo, la noticia se filtró y los principales diarios de Europa tuvieron titulares muy similares en sus portadas: “Inglaterra perdió la Copa del Mundo”. Paradójicamente, los ingleses no perderían más que el trofeo, pues se quedaron con el título del campeonato tras vencer en la final 4-2 a la Alemania Federal y levantar el trofeo.

En 1970, con el triunfo de Brasil en el Mundial de México, el trofeo quedó en manos de ese país, pues estaba establecido desde un comienzo que quien ganara tres veces el torneo sería el dueño de la Jules Rimet (1958 y 1962). La Copa, exhibida en el museo de la Federación Brasileña de Fútbol, en Río de Janeiro, fue robada por segunda vez el 19 de diciembre de 1983. La vitrina, de vidrio blindado, tenía un punto débil, de madera, el cual fue aprovechado por cuatro argentinos (Hernández, Pereira, Vieira y Rocha). En su momento, cuando fueron detenidos, los cuatro aseguraron que habían fundido el trofeo para vender el oro y la plata.

Sin embargo, más adelante, la declaración de tres de ellos cambió luego de que uno de los asaltantes apareciera muerto. Hernández, el primero en hablar, confesó que todo había sido un trabajo para un coleccionista italiano, quien pagó 120 mil dólares para tener la Jules Rimet en casa.

Ya en 2014 un señor llamado Carlo di Lorenzo, hijo del supuesto coleccionista que pagó por el hurto, confesó que su padre la tuvo en casa y que la mantuvo escondida durante muchos años. Y después, tras una crisis económica, trató de transformarla en otros objetos para venderlos, algo con lo que no tuvo éxito. Y al final, en 1993, elaboró pines de la fortuna con los metales que quedaban de la Jules Rimet. Di Lorenzo devolvió esos pedazos de oro (su herencia) a Uruguay, los primeros ganadores del trofeo.

Cierto es que mucha personas no creen en esta historia, pues ven en el italiano un oportunista que quiso aprovechar su oportunidad con base en un cuenta no sustentado. Lo cierto es que la Jules Rimet desapareció sin dejar rastro, solo el vestigio de un trofeo que fue de muchos y que, al final, no quedó en manos de nadie.

Por Redacción deportes

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