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En Brasil quieren que el fútbol pese más que la crisis del COVID-19

Flamengo es uno de los clubes que empezó a entrenar sin importar la situación del segundo país con más muertes por el nuevo coronavirus. Su presidente presiona para que la pelota ruede cuanto antes.

02 de junio de 2020 - 03:49 p. m.
El equipo brasileño es el último ganador de la Copa Libertadores.
El equipo brasileño es el último ganador de la Copa Libertadores.
Foto: AFP

Hace dos semanas Rodolfo Ladim, máximo directivo de Flamengo, se reunió con Jair Bolsonaro, presidente de Brasil. Según medios de ese país, el encuentro no duró más de un par de horas y aunque no hubo declaraciones de lo sucedido, un hecho dio a entender lo que había pasado: al día siguiente, el club más popular de ese país, retomó los entrenamientos en su sede deportiva, la misma donde en febrero de 2019 murieron 10 niños de las divisiones inferiores por un incendio.

De inmediato empezaron los cuestionamientos, los pedidos para que no se realizaran las prácticas sabiendo la situación de Río de Janeiro por el COVID-19, conociendo que el mismo equipo había tenido 38 casos positivos de nuevo coronavirus en su personal, viendo cómo Jorginho, el masajista histórico, falleció a causa del virus.

“Estamos haciendo lo que demanda la ley, y siendo precavidos con las medidas de salubridad”, dijo Ladim un día después de que inspectores del estado fuera a hacer un control sanitario a las instalaciones y no se les permitiera el ingreso. Así comenzaron las protestas de las gentes y una exigencia que terminó con los hinchas de los cuatro clubes más grandes de Sao Paulo marchando por las calles de esa ciudad, no solo en contra de la idea de Bolsonaro de que el fútbol regrese cuanto antes, sino por la manera indolente con la que el primer mandatario a afrontado el virus, por la forma en la que se burla de este mientras el número de fallecidos aumenta.

“Detener las iniciativas fascistas es, por ahora, el único camino. Y eso lo ha entendido el pueblo y los hinchas del fútbol. Lo que pasa con Flamengo es una prueba de ello. Sus colores ahora simbolizan todo lo contrario: negro de luto, rojo de vergüenza”, dijo el periodista Juca Kfouri en su blog. Bolsonaro está utilizando toda su maquinaria para presionar por todos lados y lograr adeptos, dentro de los mismos clubes, que impulsen la vuelta, que haya espectáculo cuanto antes, quizá para tapar el mal manejo que ha dado su gobierno a una crisis que, según expertos de ese país, todavía no está en su pico.

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Pero así como Flamengo se muestra rebelde y tiene que poner a sus empleados a que limpien los grafitis con la palabra “fascista” en las paredes de su sede (Ninho do Urubu), hay otras instituciones quizá más coherentes, más responsables. Es el caso de Corinthians, que se opone a la frase de “El deporte es vida” de Bolsonaro, pues entiende que sin vida no puede haber deporte. “No nos podemos anticipar. Lo que vive el país es crítico y hay que ser prudentes”, dijo Andrés Sánchez, máximo dirigente del conjunto de Sao Paulo.

Si bien la caída en los ingresos es sustancial, todavía se tiene un margen de maniobrabilidad que permite aguantar un poco más. Por eso, con gran sentido, y carácter humanista, Sánchez sigue pregonando que el deporte no puede estar por encima de lo social.

Y mientras Flamengo se vanagloria de ser el equipo con más hinchas en el mundo, la misma sociedad brasileña lo está catalogando como el más irresponsable y testarudo. “Si uno piensa en fútbol en estos momentos queda claro que está muy lejos de la realidad, que está viviendo en otra realidad”, dijo Nelson Mufarrej, presidente de Botafogo, equipo más pequeño de Río de Janeiro y uno de los que se opone a la vuelta.

Ladim sigue convencido que las críticas sólo son el resultado de que Flamengo está haciendo las cosas bien, que se generan con base en la envidia de siempre y que los campeones de la más reciente edición de la Copa Libertadores no pararán en sus entrenamientos así muchos quieran hacer ver que no hay un cuidado por la vida y que deberían dedicarse a pensar antes de actuar. Puede que cueste vivir sin fútbol, pero sobrevivir sin él es más que posible, y puede llegar a ser, en estas épocas, algo necesario.

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Por ahora, la Confederación Brasileña de Fútbol sigue dando indicios de que el torneo se reanudará a finales de junio, y que para esa época se espera que el número de contagio sea nulo en las personas que rodean este deporte. Bolsonaro se apega al modelo del regreso en Alemania, de los pasos y medidas que están tomando en ese país, solo que olvida un factor muy importante: “Allá lo hicieron cuando sintieron que el virus estaba controlado, acá lo quieren hacer a toda costa, y eso puede generar una tragedia mayor”, apuntó el exjugador Walter Casagrande.

Mientras las marchas aumentan, como lo hicieron en su momento para pedir la democracia en la década de los 80, el pueblo se une esta vez para exigir que Brasil y sus cabezas recapaciten, sean más estrictos con todo lo referente a la pandemia, y entiendan que la vida, en estos momentos, no requiere el efecto analgésico que el fútbol puede lograr.

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