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La eterna rivalidad entre el estado de São Paulo y su vecino Río de Janeiro tiene hoy un capítulo aparte. Porque el segundo, en su templo más sagrado, en el estadio Maracaná, recibe a dos de los equipos paulistas más tradicionales para definir al nuevo campeón de la Copa Libertadores. Hay mucho en juego y una conjunción de talentos que coincidirán por última vez en tiempo y espacio en el torneo de clubes más importante del continente. Los scouts del fútbol europeo ya tienen todo el trabajo hecho. Primero porque las dos sensaciones del título de Brasil en el Mundial de sub 17 de 2019 estarán esta vez desde polos opuestos: Gabriel Verón (Palmeiras) y Kaio Jorge (Santos). En la cancha también estarán Danilo, Gabriel Menino, Patrick de Paul y Sandry, todos jóvenes entre los 18 y 21 años que dentro de no mucho podrán ser la espina dorsal de la selección de Brasil.
La leyenda urbana de las calles de la ciudad de Santos dice que el club tiene un don sacramental para convertir el caos en luz. Pasó con la generación de Robinho que rozó la gloria continental con el subtítulo continental en 2003, se repitió después en 2011 con aquella comitiva liderada por Neymar, que sí levantó la Copa Libertadores, y se volvió a calcar ahora con el grupo que lideran Marinho y el venezolano Yeferson Soteldo, un hombre que llega hoy con una historia bien particular.
Hace tres meses se oficializó su fichaje con el Al Hilal, el club más poderoso de Arabia Saudita, que acordó pagar US$7 millones por él. Y el tiquete a los miles de riales, al lujo y a la tranquilidad. Pero la hinchada del club saltó, se manifestó e hicieron cambiar al venezolano de 1,60 metros de humanidad de opinión. El fichaje se cayó.
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¿Cuál es la turbulencia de la que viene Santos? En octubre, el club estaba en ruinas y ya se hablaba de un descenso a segunda división. En un escándalo digno de una serie de Netflix, José Carlos Peres, el presidente del club, fue destituido por irregularidades en el manejo de las cuentas. El técnico Jesualdo Ferreira también terminó fuera, sobre todo cargando el equipaje que dejó su predecesor Jorge Sampaoli, a quien no le tembló la voz para revelar el pésimo manejo dirigencial del equipo.
Además había deudas por todos los frentes. La FIFA apretó y dijo que corregían o vendrían más sanciones, pues ya no tenían permiso ni siquiera para fichar jugadores. Y la llegada de Robinho remató todo: se anunció su regreso con mucha ilusión, pero el brasileño fue condenado en Italia a nueve años de prisión por violencia sexual. Todo se dañó. “Santos está al borde del precipicio”, fueron las palabras de Orlando Rollo, presidente en ejercicio del club. Esa es la magia del desorden del Santos, que Cuca, con su habitual camiseta de la Virgen María, aprovechó para poner al conjunto paulista a 90 minutos de la máxima gloria continental.
Por los lados del Palmeiras también hubo cambios recientes, que lograron levantar al club gracias a los talentos que llegaron de la cantera: Gabriel Verón, Patrick de Paula, Gabriel Menino y Danilo. Y, sobre todo, con el aterrizaje del DT portugués Abel Ferreira, un estratega, contrario a lo que se vio en la vuelta ante River Plate, ofensivo. Porque en ese partido, en el que cayeron 2-0 y aprovecharon la ventaja de la ida de 3-0, fue un papelón a nivel táctico, de orden y actitud en el que el VAR, que se demoró un total de 15 minutos solucionando las polémicas, sostuvo el marcador que Palmeiras no iba a conseguir dentro del terreno de juego. El cuadro por el que recientemente pasaron Gabriel Jesús, Yerry Mina y Miguel Borja ganó cinco de sus seis partidos de la fase de grupos -empató el otro- y en octavos y cuartos de final fue terriblemente superior a Delfín y Libertad, respectivamente.
Un equipo que busca su segundo título de Copa Libertadores, tras el conseguido en 1999. Que luego de descender dos veces y quebrarse económicamente se convirtió en uno de los equipos más sólidos de Brasil, pues fue campeón nacional en 2016 y 2018, construyó un estadio de alta categoría e hizo buenas relaciones con sus patrocinadores. Palmeiras es un club bien manejado, que quiere cerrar este nuevo comienzo con un título de Copa Libertadores.
Pero detrás está la historia que mete miedo del Santos, que buscará su cuarto título de este certamen. Fue el primer equipo brasileño en ganarlo, gracias a las exhibiciones de Pelé en 1962 y 1963, y luego de Neymar en 2011, su trampolín final al Barcelona.
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Por un frente, la oportunidad para sellar esa regeneración del Palmeiras para ratificarse como un verdadero gigante del continente. Y, por el otro, el caos cinematográfico del Santos que de repente se tradujo en luz. En luz de Libertadores en un Maracaná sin sus 80.000 almas.