Fútbol y política: el científico del gol

En un año complicado para Colombia, brilló una esperanza en el Deportivo Pereira. Carlos Darwin Quintero puso a soñar a la hinchada pereirana.

Pablo Bedoya Salazar
10 de noviembre de 2019 - 06:29 p. m.
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Durante 2008, Colombia estuvo sumida en un ambiente tenso. Por un lado, fue el año de los golpes contra las FARC que llevaron al grupo guerrillero a uno de los puntos críticos de su historia. Entre ellas, el bombardeo a Raúl Reyes y la Operación Jaque. A la vez, el país vivió uno de los momentos más tensos en las relaciones con Ecuador y Venezuela. Los constantes rifirrafes entre el expresidente Uribe y sus homólogos Rafael Correa y Hugo Chávez hicieron pensar a muchos colombianos que la guerra era algo posible. 2008 también fue el año en que empezaron a conocerse detalles de los falsos positivos.

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Entre esta penumbra de hechos e incertidumbre social, en la región cafetera hubo un ‘científico’ que llevó alegría a la gente de Pereira. No fue Manuel Elkin Patarroyo ni mucho menos Rodolfo Llinás. Este científico trabajaba en las canchas, usaba guayos y se llamaba Carlos Darwin Quintero. Tumaqueño, de 21 años, recién llegado al Torneo Clausura, fue estrella del siempre sufrido, amado y mal administrado Deportivo Pereira.

Carlos Darwin era un crac en todos los sentidos. Un atacante de esos picosos. Chiquito, de buena gambeta y un pique más bravo que el de las empanadas. Además, un joven respetuoso y agradecido. Nunca le negó una foto a la gente que lo reconocía en el popular centro comercial Victoria Plaza. El negrito, como también le decían, maravilló a la hinchada que llenaba el Hernán Ramírez con la esperanza de alejarse del tenebroso descenso.

Con Carlos Darwin liderando un equipo con otros referentes como: Alexis Márquez, Fernando Cárdenas y el uruguayo Juan M. Parodi no solo se salvó la categoría, también se logró avanzar a los soñados cuadrangulares, donde quedó por fuera de la final por tres puntos ante el posterior campeón, América.

La relación con el ‘científico’, apodo que se le dio porque se creía que su nombre era en honor a Charles Darwin, pero luego se confirmó que era en honor a un tío, continuó a pesar de haberse ido al siguiente semestre a suelo mexicano. Muchos dirán que cómo es posible tener de referente, casi ídolo, a un jugador que estuvo ‘apenas’ seis meses en el club. Pero así es, el Pereira es tan sufrido que esos momentos efímeros de felicidad se agradecen y lo más importante, no se olvidan.

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Hoy en día el negrito sigue yendo a Pereira y enviando fuerzas para ver al equipo en la primera división. Toda una hinchada todavía está pendiente de dónde va a jugar el científico para hacerle fuerza, y en especial para esperarlo tal vez en el retiro de su carrera en la ciudad a la que tanto le dio.

Por Pablo Bedoya Salazar

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