George Weah, el futbolista que llegó a ser presidente

El ganador del Balón de Oro en 1995, cuando era jugador del Milán, ganó las elecciones y es el primer mandatario en Liberia.

Camilo Amaya
11 de marzo de 2018 - 01:00 p. m.
George Weah, el pasado martes en la mesa de votación que le adjudicaron. / AFP
George Weah, el pasado martes en la mesa de votación que le adjudicaron. / AFP
Foto: AFP - ISSOUF SANOGO

George Weah camina en medio de cuatro guardaespaldas enormes, con rostros ajados, con gafas de sol para contener sus miradas desafiantes y que van empujando con sus brazos sin medir la fuerza, sin importarles nada. “Es el protocolo de seguridad al que me tengo que ajustar”, dice el exfutbolista liberiano, el que en 1995 ganó el Balón de Oro por esa combinación de talento y fuerza armónica que profesó con el Milán de la década. Ya no le piden autógrafos, le gritan que acabe con la violencia, una palabra enraizada en todo aquel que nace en una tierra sin oportunidades, en donde se viola y se mata por nada, donde el ser humano se ha convertido en lo más virulento para su especie. (Esta sería la camiseta alternativa de Colombia en Rusia 2018)

Las guerras civiles (1989-1996 y 1999- 2003) desgarraron a una nación que siempre figura en los listados de la Unesco como una de las más pobres del continente (el ingreso de una persona es, aproximadamente, de cuatro dólares diarios). “Crecí en una casa de ideas liberales, sin recursos, como todas. Mi papá, un militante, me inculcó que siempre debía trabajar por mi país. Y eso es lo que he tratado de hacer toda mi vida”, dice el hombre que disputó dos Copas de África y que aprendió a jugar al fútbol con una naranja que pateaba descalzo por las calles de Monrovia, una ciudad polvorienta y desgastada con el tiempo, donde el orden lo dictaminan las balas, donde el silencio es el reflejo del miedo a las represalias.

“Erradicar el temor. A eso hay que apostarle. Y a la educación como la salida a todos nuestros problemas”, dice Weah, como si ese fuera su deber sagrado y el único camino para terminar con un ciclo eterno de una nación sinónimo de miseria. Ese es su discurso político: sencillo, práctico y concreto, el que ha mutado desde 2005 cuando se postuló por primera vez a la Presidencia de Liberia y fue derrotado por Ellen Johnson Sirleaf, una matrona africana que estuvo en el poder durante dos períodos y que dejó un legado de paz y de nepotismo, además del Premio Nobel de la Paz en 2011.

En 2017, luego de que Johnson ya no se pudiera postular por ser inconstitucional, más de dos millones de liberianos votaron para conocer al sucesor de la primera mujer presidente en África. De los 20 candidatos, dos tomaron fuerza entre la población: Weah y su imagen de gran futbolista, y Prince Johnson, un señor de la guerra, el militante que tuvo la frialdad de torturar y asesinar ante las cámaras a Samuel Doe, el primer mandatario elegido por votación en ese país y quien camufló su dictadura detrás de las banderas de la democracia. (Las jugadas más polémicas en eliminatorias y mundiales)

“No queremos más de lo mismo. Vamos a apostar por el cambio; vamos por Weah”, dijo un votante que llegó hasta el mismo puesto donde depositó su papeleta el ex jugador de Manchester City, Chelsea, París Saint Germain, Mónaco, entre otros grandes clubes de Europa. Hoy, luego de ganar con el 61.5% de los votos, Weah ha sentando un precedente, pues es el primer deportista de alto rendimiento en llegar a la presidencia de una nación.

Aunque la esperanza de vida ha aumentado (pasó de 56 a 62 años) y el PIB creció 248 % en los últimos 12 años (de 604 a 2.101 millones de dólares), el sendero para exterminar la pobreza, la desigualdad, el hambre y el miedo es largo. “Tengo la visión, la nueva visión para Liberia”. La gente se cansó de panfletos regados por las ciudades con promesas de mejores hospitales, de más comida y educación gratuita. Se cansó de la corrupción. Por eso, la gran mayoría del pueblo se la jugó por el hombre de traje y corbata, el futbolista que logró ser presidente y que podría seguir haciendo historia para su país, esta vez sin la necesidad de tocar un balón.

El fútbol y la política

No es la primera vez, ni será la última, en la que un atleta de alto rendimiento se vincula a la actividad política. Sócrates, el futbolista brasileño, fue gran artífice del regreso de la democracia a su nación en 1985. “La democracia de Corinthians”, el lema de quien creía que todo el mundo debía hablar, opinar, para que la voluntad de la mayoría fuera escuchada. En la tierra de los pentacampeones del mundo, Romario y Bebeto materializaron esto llegando a ser funcionarios (el primero fue elegido senador en 2014, mientras que el segundo va por otro período en la Asamblea Legislativa de Río). También están los que no necesitaron el apoyo del pueblo en las urnas para lograr hechos heroicos, como Didier Drogba, quien paró la guerra civil de Costa de Marfil tras la clasificación a la Copa del Mundo de Alemania 2006. Y para no ir tan lejos, en Colombia otro referente del balompié, Willington Ortiz, fue elegido como representante a la Cámara entre 2002 y 2006. Lo cierto es que estas figuras deportivas siguen siendo íconos de rectitud y de oportunidades, de éxitos que pueden trascender en la política de países en los que el crudo pasado todavía se empeña en hacer acto de presencia.

@CamiloGAmaya

Por Camilo Amaya

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