Fue el regreso de Luis Figo al Camp Nou, las pancartas de traidor para el jugador del Real Madrid y los objetos arrojados a la cancha cada vez que el portugués se dispuso a cobrar un tiro de esquina. La hincha de Barcelona no le perdonó en su momento su salida para jugar con el rival de siempre; aún hoy no se lo perdonan.
Por eso ese 23 de noviembre de 2002 será recordado por los 16 minutos que duró suspendido el partido, por la no presencia de Ronaldo por una gripe repentina y por lo que al día siguiente todos los diarios españoles calificaron como una vergüenza.
En ese encuentro, correspondiente por la liga local, Santiago Solari, hoy DT del club merengue, fue titular con el equipo que en ese entonces dirigía Vicente del Bosque. A su lado estaban Raúl, Makelele, Esteban Cambiasso e Iker Casillas, entre otros.
En el club blaugrana formaron el arquero argentino Roberto Bonano, su compatriota Juan Román Riquelme, un naciente Xavi y el eterno Carles Puyol. Ese día no hubo goles, sí mucha pierna fuerte, insultos desde las tribunas y muchas botellas vacías con un solo objetivo: la humanidad de Figo.
Esa fue la última vez que un superclásico de España terminó sin goles, hace 17 años (más exactamente 16 años, tres meses y cuatro días), una muestra de que con el paso del tiempo el peso de las nóminas de los clubes más grandes de ese país obligan y generan goles, emociones de un lado y tristeza del otro.