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Liberen a Messi, por gratitud

Antonio Casale
01 de septiembre de 2020 - 01:22 a. m.

Los futbolistas son esclavos. Hay de todo tipo. Desde los que viven en jaulas de oro hasta los que son sometidos a todo tipo de vejámenes para lograr sus sueños.

Hace un par de meses fueron liberados cinco futbolistas colombianos y dos argentinos que fueron llevados a Cádiz, en España, por dos supuestos cazatalentos de ese país para cumplir su sueño de jugar profesionalmente. Una vez estuvieron allá les quitaron sus documentos, los encerraron en condiciones de hacinamiento y los obligaron a prostituirse a cambio de sobrevivir.

Este, evidentemente, fue un hecho aislado, pero ese método de “cacería de talentos” es predominante. Los empresarios van a canchas de fútbol de todo el mundo, ven niños pobres con capacidades para jugar fútbol, los ofrecen a escuelas y clubes profesionales, firman con sus padres un contrato de apoderamiento y hasta ahí llega su libertad.

La historia de Messi no es tan distinta... excepto porque quien lo llevó a Barcelona fue su papá y el resultado en lo deportivo no pudo ser mejor. Pero en términos estrictos tuvieron que pasar hambre durante varios meses antes de lograr que se firmara el contrato, que ligaría a un niño de trece años a la fábrica de futbolistas del que siempre se ha jactado de ser “más que un club”. Esta práctica es generalizada en el mundo del fútbol y se da por aceptada, pero a la hora de la verdad es muy bajo el porcentaje de quienes llegan a debutar en un equipo profesional. El resto ven frustrados los sueños de sus papás, los pocos ahorros familiares se quedan en manos de intermediarios y la niñez se va sin haberla vivido porque a esos niños les metieron una presión que difícilmente un adulto promedio podría aguantar.

Pero volvamos a Messi. Después de que todo salió extraordinariamente bien para Messi y su papá, el club invirtió en tratamientos con hormonas para acelerar su crecimiento, cosa anormal desde todo punto de vista. Pero bueno, Barcelona invirtió en el desarrollo del muchacho y el muchacho devolvió con lujo de detalles las atenciones. Caminaron juntos. Una parte ponía goles, ganaba campeonatos, traía patrocinios y fanáticos nuevos de todo el mundo que compraron camisetas y atravesaron el planeta para verlo jugar. A cambio, al igual que la otra parte, ganaba mucho dinero.

Pero el niño de trece años hoy tiene 33. Ni su papá ni su equipo pueden decidir por él. El Messi de unos años para acá, el que se ha encontrado más frecuentemente con la derrota que antes, es un Messi rebelde; equivocado o no, hace saber al público que no solamente habla con la pelota en los pies. Equivocado o no, se cansó de estar en el Barcelona y se quiere ir, así como cuando uno se quiere ir de un trabajo. La diferencia es que a uno no le cobran 700 millones de euros para poderlo hacer, cosa que la Liga de España y el propio Barcelona han puesto como condición para su “liberación”. La gratitud, valor poco ponderado en nuestros días, debería ser suficiente argumento para dejar a Messi libre.

 

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