Diego Maradona y la crónica de su último viaje

Cientos de miles de personas en el velorio de Diego Armando Maradona. El excapitán de la selección albiceleste fue enterrado al lado de sus padres. Murió el hombre y se consolidó el mito.

27 de noviembre de 2020 - 02:52 a. m.
Diego A. Maradona fue enterrado ayer en Bella Vista, a 40 kilómetros de Buenos Aires. / AFP
Diego A. Maradona fue enterrado ayer en Bella Vista, a 40 kilómetros de Buenos Aires. / AFP
Foto: AFP - Agencia AFP

No es una exageración. Diego Armando Maradona es, y seguirá siendo, el argentino más importante de la historia. Evita, Carlos Gardel, el Che Guevara y el papa Francisco, los otros íconos populares de esa nación, no tuvieron el mismo impacto global que el mítico futbolista, despedido este jueves por cerca de un millón de personas en la Casa Rosada, la sede de gobierno en Buenos Aires.

Hombres y mujeres de todas las edades y clases sociales se acercaron a la capilla ardiente para darle el último saludo al caudillo que amarán eternamente y al que incluso por momentos han odiado, al hombre de los excesos y las contradicciones, al deportista déspota y prepotente, pero también al ídolo del pueblo, al rebelde con causa, al hombre que, equivocado o no, fue fiel a sus principios.

“Maradona nació en Argentina, pero no es argentino, es de todo el mundo”, sentenció Claudio Borghi, uno de sus excompañeros en la selección al tratar de explicar el impacto de la muerte del exjugador, entre otros clubes, de Boca Juniors, Barcelona de España y Nápoles de Italia.

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Y es que en todos los rincones del planeta se realizaron emotivos homenajes a la memoria del “10”, desde estrellas de la farándula hasta presidentes, pasando por empresarios, dirigentes y deportistas manifestaron su tristeza por la partida de El Pelusa.

Argentina completó dos días semiparalizada desde que se conoció la noticia de la muerte del excapitán de la selección albiceleste como consecuencia de un paro cardiorrespiratorio. Era un desenlace que se veía venir hace tiempo, pero para el que nadie estaba preparado. Maradona llevaba casi tres décadas haciendo todo lo posible para destruirse, navegando entre la vida y la muerte. Drogas, alcohol y malos hábitos alimenticios le habían generado graves problemas de salud y fueron afectando la imagen del portentoso futbolista, el mejor del mundo en la década de los 80.

Tal vez ahora por fin descansará en paz. Famoso desde que tenía 12 años, a los 16 debutó en primera división, a los 18 ya entrenaba con la selección de mayores y a los 19 fue campeón mundial juvenil. De no tener para comer, con sus padres y sus siete hermanos en una humilde casa de Villa Fiorito, en la que “cuando llovía caía más agua adentro que afuera”, como él mismo contaba, pasó a vivir en lujosas mansiones, hospedarse en hoteles cinco estrellas y codearse con las personalidades más destacadas del mundo.

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Durante 44 años, entre 1976 y 2020, fue tratado como un dios. Y así se lo creyó. Y como tal fue despedido por sus seguidores, uno a uno en una romería que duró 10 horas en la Casa Rosada, hasta que la familia determinó llevarlo al camposanto de Bella Vista, en donde fue enterrado al lado de sus padres, don Diego y doña Tota, los grandes amores de su vida, y con la compañía de sus dos primeras hijas, Dalma y Giannina, y Claudia Villafañe, su novia de juventud, su gran amor, aunque lejos de ser el único.

“En este país todo divide. La política, la economía, la religión, el fútbol. Lo único que nos une es Maradona y su amor por la camiseta albiceleste”, señaló un aficionado hincha de Racing apostado durante seis horas en la Plaza de Mayo, para quien cinco segundos al frente del féretro del astro compensaron la espera al lado de miles de seguidores de otros clubes, cada uno con camisetas de colores diferentes, pero todos unidos por un mismo dolor, el de la ausencia de su gran referente.

Y es que Maradona fue un gran futbolista, pero se convirtió en un fenómeno social. Fue él quien con sus goles cobró revancha ante Inglaterra por la derrota en la Guerra de las Malvinas. Lo hizo en el partido de cuartos de final del Mundial de México 1986, con el planeta entero siguiendo en directo el encuentro, primero al anotar con “la mano de Dios” y minutos después el “gol del siglo”. Ni el más creativo de los libretistas lo hubiera imaginado como ocurrió, reforzado por el posterior título del equipo que dirigía Carlos Salvador Bilardo.

Maradona reivindicó al pueblo argentino, como lo hizo después con el napolitano, porque en la Serie A hizo que un club chico, de una región históricamente marginada, les peleara y les ganara títulos a los poderosos del norte, los equipos de Milán y Turín. Hasta la cima de Europa lo llevó.

Por eso tantas reverencias, lágrimas y gracias frente al ataúd. Adultos mayores que disfrutaron sus hazañas en vivo y en directo. Pero también jóvenes y chicos que heredaron esa idolatría, así solo lo hayan visto en los noticieros de televisión borracho, drogado o protagonizando algún escándalo.

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“En lo bueno y en lo malo, Maradona es el reflejo de los argentinos”, explica el veterano periodista uruguayo Ernesto Cherquis Bialo. “Hay muchos Maradonas. Ocho o nueve. El que jugó al fútbol y que alcanzó la celebridad. Hay un Maradona hijo que murió cuando murieron sus padres. Hay un Maradona padre que se reinventa cada día. Un Maradona de frases inolvidables y otro al que es mejor no escuchar. Es la suma de todo eso en un solo hombre. Un genio, una maravilla. Fiorito y Dubái. Barro y siete estrellas. Canillas de oro y letrina. Maradona es el producto de todo eso y, además, por las dudas de que me haya olvidado de decirlo, el mejor jugador de fútbol argentino y el mejor de todas las épocas”.

En realidad, sin estar preparado, Diego fue padre de sus padres, protector de sus protectores, técnico de sus técnicos. Fue la voz de quienes no la tenían en la época de la dictadura militar y las que siguieron. Peleó contra los dirigentes de la FIFA por los horarios y la periodicidad de los partidos y también se prestó para promocionar gobiernos. Fue blanco y negro, nunca gris.

“Yo pensé que Diego era inmortal. Que nunca se nos iba a morir. Siento una tristeza terrible, una persona que nos hizo tan, pero tan felices”, señaló Antonio Ávila, un chofer de autobús de 63 años, vecino de la humilde localidad de Bella Vista, donde se localiza el cementerio, al que solo pudieron ingresar los familiares y un grupo reducido de amigos, mientras miles de aficionados, que siguieron la caravana, no paraban de cantar en la entrada. “No me importa lo que digan, lo que digan los demás, yo te sigo a todas partes, cada vez te quiero más”, se escuchaba a lo lejos, mientras el féretro, cubierto por la bandera celeste y blanca, era cubierto de tierra. “Oe, oe, oe, oe, Diegoooo, Diegoooo” y con más intensidad y rasgando las gargantas “No se vaaaa, No se vaaaa, Diego no se vaaaa”.

Ceremonia simbólica en Nápoles

Con un peregrinaje silencioso y conmovedor que llegó a la curva B del estadio San Paolo, cientos de napolitanos despidieron con altares improvisados, lágrimas y bengalas de humo a Maradona, ídolo de una ciudad que se identifica con su extravagante y a la vez trágica vida.

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El desfile, la mayoría formado por hombres, casi todos con la mascarilla por la pandemia de coronavirus, se interrumpía de vez en cuando por los aplausos y coros de “Diego, Diego, Diego”.

Los aficionados convirtieron el estadio en un santuario en memoria del argentino y lo llenaron de fotos, bufandas, veladoras, camisetas y flores.

En Italia, en Argentina y en todo el mundo la pelota no para de llorar. Murió Maradona y con él un pedacito del fútbol.

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Jesús(48999)27 de noviembre de 2020 - 04:21 p. m.
Se fue el Diego, la pecosa esta triste.
Pablito(47248)27 de noviembre de 2020 - 03:35 a. m.
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